MONTES PUSO EL TOREO Y PÉREZ LANGA SE LLEVÓ EL TRIUNFO EN CORELLA

Álvaro Montes recibió y paró a su segundo, cuarto de la tarde, con la garrocha.

La ganadería de Herederos de José Escobar lidió el último encierro de su historia, que ofreció mal juego. Galería fotográfica.

Ganado: Seis toros de Herederos de José Escobar (el cuarto con el hierro de Mauricio Soler Escobar, de la misma casa ganadera), desiguales de presencia, algunos excesivamente despuntados, anovillado el quinto, mansos, parados y aquerenciados en conjunto, y un tercero bis de Soto de la Fuente, colaborador, el mejor del encierro.

Rejoneadores:

Álvaro Montes: saludos desde el tercio por su cuenta y vuelta al ruedo por su cuenta.

Ana Rita: saludos desde el tercio tras tres avisos y oreja.

Mario Pérez Langa: oreja en ambos. Salió a hombros.

Presidencia: A cargo de Patricia Cueva, asesorada por Gregorio Madurga y el veterinario Jesús María de Andrés, con algún altibajo, pese a que se olvidó de los avisos en el sexto y último toro, y pese a que fue abroncada en algunos momentos, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Menos de media plaza. Tarde soleada y agradable. Rita y Pérez Langa hicieron el paseíllo descubiertos. Los auxiliadores de estos dos rejoneadores trabajaron a destajo.

El festejo que abrió ayer el ciclo corellano resultó rico en matices, también en alardes de doma, y bastante pobre en toreo a caballo de calidad.

Eso sí, aportó un dato histórico. Al parecer, fue el último encierro lidiado de la historia de esta ganadería, que desaparece. Según fuentes del festejo, al ganadero sólo deben quedarle algunas vacas y las va a echar a un charolés. Dicho de otro modo, jamás volverá a aparecer el nombre de esta ganadería en cartel taurino alguno.

Y, la verdad, el juego que dio el encierro de ayer refuerza esta decisión de decir adiós a la crianza del toro de lidia. Los toros que se lidiaron en Corella dieron mal juego. Sólo se libró de la quema, el sobrero, el que hizo tercero bis, que pertenecía a otro hierro, al de Soto de la Fuente.

Los de Escobar se emplazaron, resultaron parados, se aquerenciaron en toriles y protagonizaron unas salidas de manso desesperante, sin atender a nada, pasando olímpicamente de jinetes y monturas varios de ellos. Esto sucedió, por ejemplo, con el tercero, que, de salida, se desentendió de todo, provocó el enfado del público y fue devuelto al corral por razones de orden público, para evitar males mayores. Ahora bien, lo cierto es que el rejoneador de turno fue incapaz de cazarlo con un rejón de castigo, de cualquier manera, para que el cuatreño reaccionase.

Paradojas del toreo

De todos modos, Pérez Langa tuvo suerte, porque el sobrero fue un ejemplar de buen son, que colaboró al lucimiento. El aragonés lo aprovechó a su manera, con cinco palos, todos al cuarteo, sin clavar al estribo sino a la grupa, que, pese a ello, conectaron con unos tendidos que sólo querían divertirse, alejarse del tedio. Tras tres cortas discontinuas, mató de un rejón, a la primera, que impactó en el público y cobró la primera oreja de la tarde y de la feria.

El palco se olvidó del reloj en el sexto. El jinete de Calatayud realizó una faena muy larga, con innumerables pasadas sin clavar. Y es que su error fue intentar lidiar a un manso de libro como si de un bravo se tratase. Se excedió con los alardes de doma, obligó a sus auxiliadores a colocar el toro una y otra vez, y luego él lo descolocaba al pasar y no clavar repetidamente. Esta imagen se repitió en el tercio final pero volvió a matar de un rejón y cobró el trofeo que le hacía falta para salir a hombros.

En el mismo tiempo que duró esta faena, Álvaro Montes lidió y mató a los de su lote. No salió a hombros porque falló al matar, con sus dos toros. De lo contrario… El jiennese se mostró seguro, supo siempre lo que se traía entre manos y tampoco se complicó la vida. Al cuarto lo recibió y paró con la garrocha, suerte con la que mostró elegancia. Y es que la veteranía sigue siendo un grado.

La misma que no tuvo la portuguesa, a la que le echaron al corral su primero por ser incapaz de descabellarlo. La oreja la consiguió del cándido novillito que hizo quinto, sobre todo por estar certera con el rejón letal. ¡Vaya cabreo que se agarró porque el palco no le dio la segunda oreja! Pero lo cierto es que nunca la mereció.