LOS 4 NOVILLOS DE SANTAFÉ MARTÓN, APLAUDIDOS EN LA PLAZA DE SOUSTONS

Jean Baptiste Molas logró salir a hombros en Soustons.

El navarro Javier Marín sufrió una fea voltereta y sólo cortó una oreja por fallar con los aceros.

Como hizo en Maella, Vieux-Boucau y Cintruénigo, el ganadero navarro José Ángel Santafé triunfó el domingo pasado en la plaza francesa de Sosustons, donde los cuatro novillos que lidió fueron aplaudidos de salida y en el arrastre.

Según medios franceses, los erales, astifinos, estuvieron muy bien presentados y armados, pero además resultaron encastados en el último tercio, lo que les hizo a la vez muy toreables y exigentes.

Los lidiaron el navarro Javier Marín y el francés Jean Baptiste Molas, que fue el gran triunfador de la tarde, ya que cortó una oreja a su primero y las dos al tercero, al castaño llamado Cálido, número 26, el mejor del buen encierro.

Javier Marín, por su parte, recibió al que abrió plaza con tres faroles de rodillas, un ramillete de verónicas cerrado con una revolera y, al ver que el eral metía bien la cara, se lució en un quite por lopecinas. Comenzó la faena en los medios, con media docena de derechazos de rodillas. Cimentó después su faena con la diestra pues fue el pitón derecho el mejor del novillo. Pero al ejecutar un cambio de mano, el eral navarro le prendió y lo lanzó al aire. El joven de Cintruénigo cayó de cabeza, en mala postura. Pese a ello, mermado de facultades, entró a matar, pero falló reiteradamente con los aceros y perdió toda posibilidad de cobrar trofeos; el público guardó silencio.

Marín, a la enfermería

Cuando salió el segundo, Marín tuvo que pasar a la enfermería. En ella le recomendaron que no volviera al ruedo, pues le faltaba sensibilidad en las manos y su visión era mala, borrosa. Pero Marín no hizo caso del consejo y salió de la enfermería para lidiar al cuarto, ya que se había corrido el turno.

A ese novillo, último de la tarde, encastado y con clase, lo recibió con unas mecidas verónicas. Con la muleta lo toreó por ambos pitones, con muy buen estilo y consiguió cuajarlo. Al final, optó por las cortas distancias, en plan arrimón, y terminó con unas manoletinas.  Tenía las dos orejas en su mano pero pinchó dos veces antes de volcarse y dejar un estoconazo, embroque del que salió prendido. Finalmente, le fue concedida una oreja, la última de una buena tarde de toros y toreros.

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