LA NOVILLADA DE LOS MAÑOS LLENA DE SILENCIO LA PLAZA DE SAN ADRIÁN

Derechazo de Pedro Gallego. Fotografía: Isabel Virumbrales.

Derechazo de Pedro Gallego. Fotografía: Isabel Virumbrales.

En la tercera del XXV Espárrago de Oro no se registró ni una ovación para los novilleros.

Ganadería: cuatro erales de Los Maños, bien presentados. Los dos primeros más geniudos y los otros dos más templados. El segundo el más en Santa Coloma y el cuarto aplaudido en el arrastre.

Juan Carlos Benítez: silencio tras dos avisos y silencio.

Pedro Gallego: silencio tras aviso y silencio.

Presidencia: Javier Gil de Gómez con Santiago Sáez como asesor taurino y Belén Ferrer en lides veterinarias. Cumplieron su cometido con pulcritud y anduvieron atentos al reloj a la hora de dar los avisos.

Incidencias: tarde de temperatura agradable, fue enfriando a medida que discurría el festejo. El viento estuvo presente y hubo momentos en los que resultó molesto para torear.

Ya no quedan taurinos como los de antes. Esos que ayudaban a los novilleros, les indicaban desde el callejón cuales debían de ser los terrenos en los que faenar. Indicaciones sobre la colocación, cómo presentar la muleta y otros detalles que a un joven poco placeado le pueden servir para desarrollar su tauromaquia. Se echa de menos esa figura del banderillero retirado guiando los pasos de aquel que inicia su andadura en la senda de un oficio en el que, al final, uno se encuentra solo ante el burel.

Además de añorar esa imagen, casi en blanco y negro, del maestro y el pupilo, en ocasiones como ayer en San Adrián, se echan de menos unas cuadrillas solventes con toreros de plata o azabache que sean resolutivos y que breguen o banderilleen para favorecer la labor del novillero sin caballos que, después del tercio de los rehiletes, tiene que pechar con el eral que le ha tocado en suerte. Ayer ocurrió eso. En los cuatro novillos de Los Maños que se lidiaron vivimos un auténtico desastre en banderillas: infinidad de capotazos para colocar al toro en suerte, innumerables pasadas en falso e incluso terceros que osaban en pedir al palco, disimuladamente, el cambio de tercio.

Juan Carlos Benítez y Pedro Gallego tuvieron que sobreponerse a la soledad del ruedo y a un encierro de Los Maños que pedía los papeles.

Benítez quiso agradar al respetable en el tercio de banderillas del primero de la tarde. Un par de dentro afuera, un violín y otro de banderillas cortas con un quiebro pegado a tablas hicieron que el joven recibiera una ovación del respetable. Aquel primero era un eral que tenía una embestida que se venía vencida, había que poderle por abajo dejándole la muleta puesta y llevándolo tapado. El viento molestaba y los medios no eran los mejores terrenos para vérselas con ‘Lindero’. Benítez no acabó de encontrar su sitio. Anduvo desafortunado con los aceros y escuchó dos veces el clarín que indicaba los avisos.

Al de la merienda, un novillo más templado, lo recibió lanceando hacia los adentros, terreno muy comprometido. Pronto rectificó y lo sacó a los medios. La lidia en banderillas no fue buena y parecía que Benítez iba a paliarlo en cierta medida iniciando la faena doblándose por abajo, pero se alivió demasiado pronto. Había que ganarle pasos al animal y el novillero hizo más bien lo contrario. Después de varias probaturas consiguió meterlo en el canasto. El eral no tenía mal aire, ni mucho menos, pero el Benítez no acabó de entenderlo. De nuevo poca fortuna en la suerte suprema y silencio.

Pedro Gallego debía sentirse como en casa. Un autobús de partidarios había viajado desde Torreperogil hasta San Adrián. Se hicieron notar y jalearon a su toreo en su lote. Gallego tuvo que luchar contra el viento a la hora de recibir al que hizo segundo. Con el tergal lo intentó por ambos pitones pero ‘Perdido’ acusó el exceso de capotazos que había recibido en banderillas. Una estocada caída sirvió para finiquitar al segundo de la tarde y su labor fue silenciada.

Gallego se vio más suelto con el capote al recibir al cuarto de la tarde. Toreó a la verónica con cierta gracia sacando a los medios a ‘Churreón’. El tercio de banderillas resultó tedioso y el subalterno Juan Luis Pizarro pasó apuros al verse entre las tablas y el de Los Maños. Faena jaleada por los partidarios del torero, en la que abundaron los muletazos, algunos con mejor corte que otros. El jienense no se mostró ducho con el acero y, la petición de oreja de su gente se convirtió en silencio. Mejor suerte corrió ‘Churreón’, que recibió palmas en su arrastre.

Información de Isabel Virumbrales para Diario de Navarra.

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