LA FERIA DE PERALTA SE CIERRA CON UN ENCASTADO ENCIERRO DE GUADAIRA

Los utreros de Guadaira en los corrales de Peralta, que se han llevado el premio a la novillada más completa.

Los utreros de Guadaira en los corrales de Peralta, que se han llevado el premio a la novillada más completa.

El francés Cayetano Ortiz le cortó al quinto la única oreja de la tarde.

Ganado: Seis utreros de Guadaira, de seria presentación y con aspecto de toros, encastados primero, segundo, quinto y sexto, ovacionados en el arrastre; el tercero fue un manso peligroso y el cuarto, noble pastueño.

Pedro Carrero: silencio en ambos.

Cayetano Ortiz: saludos desde el tercio y oreja.

Tomás Angulo: silencio tras dos avisos y vuelta tras petición y aviso.

Presidencia: A cargo de Carlos Calvo, asesorado por Javier Campo en el terreno artístico y David Navarro en el veterinario, parco en la concesión de trofeos, pudiendo haber sacado en más ocasiones el pañuelo blanco o azul.

Incidencias: Casi dos tercios de entrada en tarde encapotada. Temperatura agradable. Los tres novilleros hicieron el paseíllo desmonterados.

Rotunda la novillada de Guadaira. Rotunda fue su presentación, rotunda su movilidad y rotundamente encastadas fueron sus embestidas. Pero con tanta rotundidad, los novillos que salieron por chiqueros eran auténticos toros. Y claro, enfrente no tenían matadores experimentados, ni lidiadores corajudos, sino coletudos pertenecientes al escalafón de novilleros que es lo que se anuncia en los carteles de Peralta.

Por tanto, una vez sentada la premisa de que los novilleros se enfrentaron a toros, hay que ponderar sus virtudes o defectos en función de esa deseventaja.

El más laureado de la tarde resultó el francés Cayetano Ortiz. Pecando de bisoñez, dejó con un sólo puyazo y demasiado crudo a su primer adversario. El novillo de Guadaira fue viniéndose arriba en el último tercio y el chaval de Bézièrs intentó despegarse de sus embestidas tirando líneas con la muleta. Tras media estocada, escuchó una ovación.

En el quinto de la tarde, que recibió dos puyazos en toda regla, la película fue bien distinta. Ortiz mostró sus recursos con la muleta, ejecutando un variado repertorio de suertes: derechazos, naturales, pases de las flores, giraldillas, molinetes y circulares frente a un encastado Guadaira que no dejaba de embestir. El galo cuadró por fin al novillo y ejecutó el volapié de la feria, dejando una estocada en lo alto. Paseó a continuación una oreja pedida con unanimidad.

La actuación de Tomás Angulo presentó claroscuros: su primer utrero, manso casquiveloz lo tuvo en jaque y por dos veces le perdonó la cornada. Herido de muerte y con la espada dentro, el novillo lo persiguió de punta a punta de la plaza. Con el astifino sexto no se afligió y plantó cara con valor y los pocos recursos de los que podía disponer ante tamaño torazo. Se templó por momentos. Mató tras un pinchazo y se le pidió una oreja, no concedida por un palco poco sensible también con la materia prima.

Pedro Carrero resultó el novillero de formas más planas. No tuvo que escuchar avisos pero tampoco palmas por dos trasteos monocordes. Sólo escuchó a la charanga Bakerías.

Información de Mariano Pascal para Diario de Navarra.

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