El novillero francés Clemente dejó buena imagen y cortó la única oreja de la tarde.
Ganado: Seis utreros de Adelaida Rodríguez, el primero en calidad de sobrero, bien presentados, salvo ese chico y gacho primero, nobles en conjunto y de juego desigual, con un tercero con clase y un encastado cuarto que fueron aplaudidos en el arrastre.
Novilleros: Luis Gerpe (silencio tras aviso y silencio), Miguel Ángel Silva (pitos tras dos avisos y saludos desde el tercio) y Clemente (oreja y saludos desde el tercio tras petición).
Presidencia: A cargo de María José Vidorreta, asesorada por Ana Lucía San José y Jesús Asín, cumplió correctamente su cometido aunque fue pitada por no conceder una oreja del sexto.
Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde calurosa de bochorno, con fuertes rachas de viento a partir del quinto y con algo de lluvia en el sexto. Silva y Clemente hicieron el paseíllo desmonterados.
La novillada de Adelaida Rodríguez dio ayer interés al primer festejo del ciclo taurino peraltés. Bien presentados, salvo el sobrero lidiado en primer lugar, y con un quinto, ya en cuatreño, aplaudido de salida por astifino y ofensivo, lo utreros resultaron nobles, pero, en conjunto, no anduvieron sobrados de fuerzas, por lo que se les midió el castigo en varas.
En el último tercio destacaron el tercero por su clase y el encastado cuarto, el mejor del lote lidiado; también tuvo calidad el segundo, más limitado de energías. En el lado negativo, el sobrero y el sexto resultaron muy blandos, y el quinto fue tan toro como mansote, un mansurrón que sólo quiso tablas.
Sabor francés
De la mano de obra, quien mejor imagen dejó fue Clemente, un joven francés que convenció frente al tercero de la tarde. Su principal virtud fue que lo entendió bien y, por ello, le dio la distancia que merecía. De este modo, el noble utrero tomó la muleta con clase y el de Burdeos lo toreó con la diestra, con temple y serenidad, muy tranquilo y seguro. Sus naturales, en dos series, tuvieron mando y reposo, y supo rematar las tandas con limpieza y gusto. Mató de una casi entera y cobró, con justicia, la primera oreja de la feria y la única de la tarde.
Su segundo, el sexto, no tuvo la calidad del anterior; perdió las manos continuamente y así fue imposible ligar los muletazos; el resultado una faena deslavazada, rematada, eso sí, con un buena estocada. La presidencia consideró que la petición no era mayoritaria y el francés se quedó sin puerta grande.
Silva, por su parte, dio una de cal y otra de arena. No se acopló con el segundo, tan noble como justo de fuerza, y a su faena le faltó dominio y quietud. Además, dio un mitin con los aceros y faltó muy poco para que el utrero volviese vivo al corral. Frente al manso quinto, que sólo quiso el calor de toriles, mejoró su imagen; optó por un arrimón al hilo de tablas, en el que robó algún muletazo suelto; además, en esta ocasión anduvo certero con el estoque.
Por último, Gerpe le hizo al débil sobrero una faena cómoda por ambos pitones, que no remató con los aceros. Y en su segunda intervención estuvo por debajo del encastado cuarto. Sufrió una voltereta al intentar un natural pero, pese a ello, debió torear más despacio, no tan acelerado.