El ganadero analiza el encierro con el que debutará en Pamplona y rememora aquella mala tarde de 1988 en la plaza de la capital navarra.
José Miguel Arroyo ha traído a los corrales del Gas seis de los nueve toros que tenía apartados, todos castaños y negros, ejemplares que proceden de buenos sementales. “La corrida es seria pero está bien hecha, es baja y tiene buenos cuellos pero a la vez es fuerte, con cara y leña por delante, como gusta en Pamplona. Respecto a los sementales, “La abuela de Musulmán es madre de un semental, la de Alabastro también nos dio un semental. Cazador es hijo de otra vaca bastante regular. La corrida en sí tiene buena nota. Luego será una mierda, como siempre, pero por lo menos ahora tiene uno la ilusión de que motivos tiene para embestir.
En una entrevista que publica esta semana el semanario Aplausos, elogia asimismo la plaza de Pamplona. “Es una de las pocas plazas que sigue siendo clásica y premia a los que se lo ganan en el ruedo, algo que en otros lados no sucede. Es incomprensible que chavales –se refiere a la terna que lidiará sus toros el 8 de julio- con condiciones como ellos y que además están triunfando a diario no se les dé cancha. Pamplona siempre espera a que acaben las primeras ferias para ver qué chavales rompen y configurar con ellos los carteles”.
¿Su debut llega en el mejor momento de la ganadería?.”Yo no voy a decir la gilipollez esa que dice todo el mundo de ‘llego en el mejor momento’. Son muchos años y uno está hasta los huevos de oír ese tipo de memeces. Si dan juego dirán de mí que qué tío más bueno y si no lo hacen dirán valiente hijo puta este Joselito con la mierda que ha traído. Eso es así… Yo lo que quiero es que embistan, pero que embistan bien porque embestir van a embestir, eso seguro, pero habrá que ver cómo lo hacen”.
Aquella tarde de 1988
La relación de Joselito con Pamplona fue más que breve, brevísima. Sólo una tarde hizo el paseíllo en la capital navarra. Fue el 9 de julio de 1988, con una corrida de Mari Carmen Camacho, hierro que también debutaba en San Fermín. El balance del madrileño, discreto, fue de silencio en ambos. No pasó nada. O sí. De hecho, se produjo un divorcio entre el matador y la afición pamplonica, que nunca llegó a arreglase.
“Me dieron en la cabeza primero con un trozo de melón y luego con un trozo de pan. Aquello no me hizo mucha gracia, obviamente… Es cierto que tampoco tuve paciencia. No fue una experiencia muy agradable, pero ahora, visto con el paso del tiempo, creo que quizá no debería haber sido tan tajante e inflexible con mi decisión y haber probado otras veces. Pero no puedo ocultar que las sensaciones que viví allí fueron un poco desagradables.
Al parecer, la decisión de no torear en Pamplona la fue tomando poco a poco. “Me intentaron contratar más veces y, de hecho, en varias ocasiones estuve a punto de ir, pero luego no lo veía muy claro y tampoco quería engañar a la gente porque ir allí para no hacer nada… Cuando estaba en activo podía ir a la plaza y luego estar muy mal, pero ir con premeditación de estar muy mal no me parecía ético y por eso prefería no anunciarme”.
¿Ha cambiado mucho el toro de Pamplona de su época a la actualidad? “Sí, ahora es muchísimo más grande que entonces, pero eso ha sucedido en Pamplona y en todas las plazas. Lo de ahora es descomunal. Se ha ido seleccionando hacia el toro grande y los ganaderos, como es lógico, han ido buscando lo que demandaba el público y el espectáculo. Lo que es un milagro es haber conseguido que después, toros con ese volumen, puedan embestir y embestir bien”.
Respecto a Pamplona, ¿siente diferentes sensaciones como torero que como ganadero? “No tiene nada que ver. Tienes responsabilidad, sí, pero no sientes tantos nervios ni tanto miedo. Cuando vas vestido de torero, el miedo supera con creces al del ganadero, por mucho que digan los ganaderos que lo pasan muy mal, pero no igual de mal que cuando te tienes que poner delante del toro. Allí abajo uno se juega la vida y en el tendido o en el callejón, se juega uno en todo caso su prestigio”:
Si le hubiesen dicho aquella noche del 9 de julio de 1988 que veintisiete años después lidiaría como ganadero en San Fermín, ¿lo habrían creído? “Ja, ja. No lo sé. Ni idea, seguramente no. En el año 88 ya había comprado ganado, pero ni remotamente pensaba que iba a lidiar no sólo en Pamplona sin en ningún sitio. Aquella ganadería era una anécdota, criaba a los animales como hobby, por afición simplemente, pero sin mayores pretensiones”.