JIMÉNEZ Y DUQUE SE REPARTEN CUATRO OREJAS EN LODOSA Y OPTAN AL XIV PIQUILLO DE ORO

Javier Jiménez pasea en triunfo las dos orejas del segundo.

La novillada de Juan Pedro Domecq fue noble, ofreció buen juego en general pero acusó falta de fuerza.

Ganado.

Tres utreros de Juan Pedro Domecq y tres de Parladé –los pares-, bien presentados, aunque con un primero alto y bastote, nobles, de buen juego en general, aunque muy justos de fuerza, con un segundo y un quinto que fueron aplaudidos en el arrastre.

Novilleros.

Víctor Abad: saludos desde el tercio tras aviso y saludos.

Javier Jiménez: dos orejas y saludos tras aviso.

Jesús Duque: oreja con petición de la segunda y oreja.

Presidencia. A cargo de Ignacio Marrodán, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias. Algo menos de media plaza. Tarde calurosa con moletas rachas de viento. Los tres novilleros hicieron el paseíllo desmonterados.

Entretenido resultó el segundo festejo de la feria lodosana y, sobre todo, sirvió para que la población recobrase el tono festivo, la animación propia de sus fiestas patronales. Los culpables de tal diversión fueron, por un lado, la materia prima, que, pese a su falta de fuerza, tuvo calidad y resultó toreable; y, por otro, la buena disposición de la terna novilleril.

A los utreros, de bonitas hechuras -tres juampedros negros y tres castaños parladés-, sólo les faltó fuerza para poder formar un magnífico encierro. Su calidad quedó eclipsada por su justeza de energías. Pero, salvo el primero, sin clase, el resto resultó muy toreable y apto para el triunfo.

El mejor parado del sorteo fue Javier Jiménez. A su primero lo toreó con cierta profundidad en dos tandas en redondo. Fue lo mejor de una faena que terminó en arrimón, coronado con una espectacular voltereta, sin más consecuencias. Un buena estocada le permitió asegurarse la puerta grande. El noble quinto fue a menos; aguantó un trasteo de altibajos, mal terminado con los aceros.

Buenas manera mostró asimismo Duque. Tuvo muy claras las ideas frente a su primero, noble pero con dificultades para tenerse en pie. Muleteó con poderío y dejó detalles pintureros, como un trincherazo de cartel. Al sexto, rajadito, le hizo un trasteo de tesón en busca de ese trofeo que le permitía salir a hombros.

Abad no pasó de voluntarioso y además se le escapó el buen cuarto, un utrero al que nunca entendió. Ocasión perdida. Una lástima.

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