JAVIER MARÍN, DEL TRIUNFO SOÑADO AL HOSPITAL REINA SOFÍA DE TUDELA

Una de las largas cambiadas con las que recibió Marín al tercero de la tarde.

Una de las largas cambiadas con las que recibió Marín al tercero de la tarde.

El novillero navarro fue cogido en Cintruénigo y, una vez terminado el festejo, trasladado a la capital ribera.

Ganado: Seis utreros de Esteban Isidro, correctos de presentación, muy desiguales, faltos de raza y de juego desigual pero en un tono deslucido.

Novilleros: Mazzantini (saludos desde el tercio y silencio), Gerardo Rivera (silencio tras un aviso y oreja) y Javier Marín (palmas tras aviso y vuelta al ruedo tras petición).

Presidencia: A cargo de Casto Alvero, asesorado por Jesús María de Andrés y Ángel Gómez Gutiérrez, cumplió correctamente su cometido, aunque debió conceder una oreja del sexto, ya que la petición fue similar a la habida en el quinto.

Incidencias: Menos de media plaza. Tarde nublada que pasó de calurosa a agradable. Mazzantini y Rivera hicieron el paseíllo desmonterados. Al terminar el festejo, Marín pasó a la enfermería, donde fue atendido de un duro golpe en las costillas y de fuerte dolor en una muñeca; fue trasladado al Hospital Reina Sofía de Tudela para someterse a un examen médico más profundo.

Como el año pasado, una tormenta se erigió en protagonista media hora antes del inicio del festejo inaugural de la feria cirbonera, lluvia que restó público.

Pese a ello y pese a esa nube negra que se instaló justo encima del coso, en los tendidos se vivió un magnífico ambiente. Como suele decirse, al mal tiempo, buena cara.

Pero ni esa tormenta ni esa permanente nube fueron lo peor de la tarde. Lo más negativo vino dado por la materia prima, por esa desigual novillada que resultó desaboría, desagradable; de áspera la calificó un muy buen aficionado. Falto de raza, el encierro acabó resultando deslucido en conjunto.

Y si no, que se lo digan a Javier Marín, que hizo el paseíllo soñando con otro triunfo ante sus paisanos y que acabó en el Reina Sofía de Tudela, sometido a un examen médico, aquejado de un duro golpe en las costillas y de un intenso dolor en una muñeca, fruto de la cogida que había sufrido por el primero de su lote al intentar cerrar sus buen toreo de capa con la media de rigor; una voltereta a la que siguió una paliza sobre la arena. Y es que el navarro estuvo valiente, en novillero. Y sin opciones de triunfo grande, pues el novillo que le cogió fue muy complicado, con la cara a su aire, mirando tanto el engaño como la taleguilla. Tras el percance, el cirbonero continuó en el ruedo e incluso le robó muletazos de mérito. Pero no anduvo certero con el estoque.

Y lo mismo le sucedió frente al terciado sexto, un novillo que se desplazó sin clase alguna. Realizó un trasteo muy adornado, pinturero, en el que templó todo lo que pudo. Se barruntaban trofeos para Marín pero, de nuevo, le costó acertar en la suerte suprema.

El único trofeo lo logró el mexicano Rivera, que se mostró como un buen rehiletero. El triunfo lo consiguió en el quinto, el utrero menos malo, el que más se dejó. A su tardo primero le costó mucho matarlo.

A Mazzantini se le vio más oficio. Realizó dos faenas que no pasaron de voluntariosas, frente al soso que abrió plaza y al andarín y pegajoso que hizo cuarto.

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