‘Disparate’ volvió a ser decisivo en el triunfo grande de Guillermo Hermoso de Mendoza en Val Quirico.
En un festejo de rejoneo, le acompañó en la salida a hombros Emiliano Gamero. Fotografías: pablohermoso.net
Ganado: Cuatro toros de Zacatepec y dos toros y un novillo de Juan Huerta, tercero, séptimo y primero, variados de presentación y juego, con el séptimo premiado con la vuelta al ruedo.
Rejoneadores: Marcos Bastida (bronca tras tres avisos), Emiliano Gamero (oreja en ambos), Luis Pimentel (silencio tras dos avisos y ovación tras dos avisos) y Guillermo Hermoso de Mendoza (oreja tras aviso y dos orejas).
Lugar y fecha: Plaza de toros portátil en Val Quirico (Tlaxcala). 29 de febrero.
Incidencias: Lleno. Actuaron los forcados de Teziutlán. Gamero y el caballero navarro salieron a hombros.
Val’Quirico volvió a lucir sus mejores galas para una nueva edición de su ya tradicional festejo de rejones. En este caso un cartel hispano-mexicano en el que Guillermo Hermoso de Mendoza volvía a una plaza donde debutó hace dos temporadas, y donde volvió a triunfar de forma contundente, siendo el máximo triunfador del festejo.
Con el buen primer toro cuajó una faena seria, ajustada y de triunfo grande, muy celebrada en todo momento por el tendido, que sólo se desinfló con el descabello, pero que aun así quiso premiar la faena con una oreja.
En el que cerró la tarde, ya de noche, Guillermo echó el resto. Fue un astado bravo y encastado, que obligó a los caballos a dar lo mejor de sí. Un toro al que paró con Manizales, lidiando en largas carreras, siempre muy hilvanadas y muy toreras con la cola. Ante la exigencia del toro y la transmisión, Guillermo repitió a Disparate y dejó constancia de un torero de riesgo, emocionante y dando lo mejor de sí en carreras de costado y en hermosinas. La bravura del astado ayudaba a que todo cuanto hacía el caballo tuviera emoción, y sobre todo riesgo. Una lidia contundente que cerró de tercio con Donatelli y dos buenas banderillas llegando hasta el mismo astado que todavía embestía con bravura y daba sentido a las piruetas a la salida de la suerte. Emocionante comunión entre torero, toro y público que se prolongó a las banderillas cortas donde un extraordinario Esencial repitió con tres palitroques en el centro del ruedo, alargado todo con una rosa en lo alto del morrillo. Para cerrar la faena, un rejón entero que hizo que el toro todavía sacase bravura y no doblase a pesar de estar herido de muerte. Un golpe de descabello certero cerró la vida del astado, cuyo homenaje póstumo se consolidó en una vuelta al ruedo para él y dos orejas para el torero.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX