FALLECE POR CORONAVIRUS MANOLO NAVARRO, DECANO DE LOS MATADORES

Primer plano de Manolo Navarro.

Primer plano de Manolo Navarro.

En Navarra, toreó únicamente una tarde en Tudela, en 1950, actuación en la que no le acompañó la suerte.

El matador de toros Manolo Navarro falleció ayer, miércoles, 1 de abril, en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, víctima de una neumonía que se complicó a causa del coronavirus. Navarro contaba 95 años de edad y estaba considerado como el decano de los toreros tras el fallecimiento de Angelete en 2018.

Nació en Albacete el 20 de julio de 1924. Tomó la alternativa en Valencia, el 25 de julio de 1947, de manos de Gitanillo de Triana y con Luis Miguel Dominguín y Rovira como testigos, en una corrida en la que se lidiaron toros de Villagodio Hermanos. El toro del doctorado se llamó Limpiador. La confirmación de aquel doctorado llegó el 4 de octubre de ese mismo año en Las Ventas, en la Corrida de la Prensa, con Domingo Ortega como padrino y Luis Miguel Dominguín y Paco Muñoz de testigos, en otro festejo de ocho toros, correspondientes a las divisas de Antonio Pérez Tabernero y Carlos Núñez.

Se mantuvo en activo once años, llegando a torear en plazas de Angola, Mozambique, Estados Unidos o Filipinas. Se despidió de la profesión en México en 1958. Descanse en paz.

Manolo Navarro en la revista 'El Ruedo'.

Manolo Navarro en la revista ‘El Ruedo’.

Respecto a Navarra, únicamente toreó en la plaza de Tudela, el 26 de julio de 1950. Hizo el paseíllo con dos navarros, con el diestro Julián Marín, que consiguió una oreja de su primero, la única de la tarde, y con el novillero Pepe Alaiza, que fue aplaudido. Se lidiaron cuatro toros de Cobaleda, buenos en conjunto, y dos utreros de Fonseca, quinto y sexto, aceptable este último.

Según la prensa de la época, en una tarde de calor sofocante, escuchó pitos y no hizo nada especial. A su primero le hizo una faena de aliño que terminó con una casi entera y cuatro descabellos. Soportó pitos. Frente al cuarto, el único malo, difícil, guardó distancias con la muleta. Se tiró a matar desde muy lejos, a paso de banderillas, pinchó reiteradas veces y acertó al primer golpe con el descabello. Como suele decirse, pasó sin pena ni gloria por la capital ribera.

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