Romerito, haciendo el paseíllo en la plaza de Pamplona.
El funeral se celebrará esta tarde, a las 19,30 horas, en la parroquia de Santa Vicenta María de la capital navarra.
Francisco Beorlegui ‘Romerito’, novillero pamplonés de la década de los años 50, falleció ayer en la capital navarra, a los 84 años de edad. Nacido en 1933 en San Vicente, pequeña localidad navarra cercana a Lumbier, cuando era todavía lactante, sus padres se trasladaron a Pamplona y se instalaron en el barrio de La Milagrosa.
Le gustaron los toros desde la niñez. Sus afanes le llevaron a formar parte del grupo de San Agustín y en un par de ocasiones se vistió de indio y saltó acrobáticamente, como lo hacía su compañero el Comanche. Pero esto no era un fin, sino un medio para poder torear en serio, que era lo que pretendía.
Así, la primera ocasión que tuvo Paco matar un becerro en público se la ofrecieron en Pamplona el 29 de junio de 1952, en el tradicional festival de las peñas de mozos. Pertenecía a la Peña Anaitasuna, y lo eligieron para matar el becerro que había correspondido a su peña. Lo anunciaron como Romerito para evitar que su familia, opuesta a que torease, se enterara. Las cosas le fueron bien, cortó una oreja y venció de este modo a la oposición familiar.
Según sus compañeros de La Comanchada, nadie podía intuir entonces que iba a convertirse en el novillero navarro que mejor ha toreado con el capote.
Bautismo de sangre
En la mañana del 29 de septiembre de 1952, Romerito y Pepe Goñi –otro ‘comanche’-madrugaron para compartir juntos un día de capea. Tomaron sus bicicletas y el hatillo con capote y muleta, y por la carretera de Estella pusieron rumbo a la localidad de Larraga, donde se estaban celebrando las fiestas de San Miguel.
En aquella ocasión las vacas pertenecían al ganadero navarro Jesús Díaz, y una de elas, de pelo colorado y desarrollada cornamenta, cogió a Romerito junto a las talanqueras y, sin tirarlo al suelo, le infirió una grave cornada en el muslo izquierdo. El herido fue dejando a su paso hacia la enfermería las huellas de una abundante hemorragia. Fue su bautismo de sangre. Al día siguiente fue trasladado a Pamplona e intervenido quirúrgicamente en el Hospital Navarra. Tras una fallida operación, quince días después tuvo que volver a pasar por el quirófano. El objetivo era recuperar el riego de la pierna lesionada. Romerito tuvo que permanecer ingresado nueve interminables meses.
Pero Beorlegui superó el calvario con un ánimo encomiable y, en cuanto pudo, volvió a la cara de las vacas con las mismas ganas y valor de siempre. Hasta que llegó una fecha clave: 12 de octubre de 1956. Ese día fue anunciado en Pamplona, en el último festejo de la temporada. Una novillada con ganado de Jesús Macua, para Jesús Zúñiga y Jesús Gracia, mano a mano. Como sobresaliente figuraba Francisco Beorlegui ‘Romerito’, que vistió aquella tarde su primer traje de luces, un terno de alquiler de Carrilero que apenas brillaba a consecuencia del polvo y del sol que había soportado en infinidad de plazas.
Novillero respetado
Los novilleros titulares (Gracia y Zúñiga, éste de La Comanchada) no tuvieron inconveniente en dejarle intervenir en dos ocasiones. Ejecutó dos magníficos quites, uno de frente por detrás y otro a la verónica, y el público salió de la plaza hablando del chico de la Milagrosa.
Esta actuación le permitió debutar como novillero, algo que hizo al año siguiente, el 26 de mayo. Fue un mano a mano con Domingo Recondo para lidiar cuatro erales del campo de Salamanca. Romerito cortó orejas, gusto al público y consiguió el reconocimiento de destacados aficionados pamploneses.
De esta forma comenzó su andadura torera Francisco Beorlegui, que alternó muchas tardes por todo Navarra con Jesús Zúñiga y Jesús Gracia, e incluso con Gracia toreó mano a mano una novillada en Biarritz (Francia).
A lo largo de tres temporadas el chico de la Milagrosa militó en el escalafón novilleril y tuvo actuaciones muy lucidas, sobre todo con el capote con el que siempre destacó.
Pero el 13 de abril de 1958 un toro volvió a poner freno a su trayectoria. Un utrero de Domingo Ortega, que cogió a su banderillero Chico de Olite y le partió la tibia y el peroné, unos minutos después empitonó de mala manera a Romerito cuando se disponía a torear al natural. El toro se coló y le pegó un cornalón que sobrecogió a los espectadores; herida de pronóstico muy grave”.
En una habitación de la Clínica de San Miguel tuvieron que compartir el dolor, al alimón, el novillero y su peón de confianza. Romerito curó relativamente pronto pero no así Pedro Chaverri. El popular subalterno estuvo de baja cerca de dos años y su pierna izquierda quedó mal para los restos. No obstante volvió a torear y fue capaz de banderillear cojeando y esforzándose para disimular la cojera.
Adiós al toreo
Dos años después, en 1960, colgó el traje de luces, Para satisfacer su afición participó en algún festival y a veces toreaba en el campo, pero no se prodigó mucho. Asimismo, ejerció de asesor taurino en la plaza de Pamplona. Fue muy comentado el episodio sucedido en 1992 y conocido como ‘jaimitada’. El 19 de septiembre, Jesulín de Ubriue cortó las dos orejas al primero del festejo, de Benítez Cubero y fue sacado a hombros. Pero se las concedieron de una manera paradójica. El presidente de la corrida, Javier Igal, que estuvo asesorado por Pedro Garatea y Francisco Beorlegui, le concedió sólo una. Pero el alcalde de Pamplona, Alfredo Jaime, que también estaba en el palco, por su cuenta y riesgo, sacó el segundo pañuelo para conceder la segunda oreja, actitud antirreglamentaria, sancionable y chulesca, recriminada por Beorlegui que fue cesado como asesor.
La conducción del cadáver de Romerito hasta el cementerio de Pamplona se ha llevado a cabo esta mañana. El funeral se celebrará esta tarde, a partir de las 19,30 horas, en la parroquia Santa Vicenta María de Pamplona. Descanse en paz.
Información sustraída del libro ‘Historia de La Comanchada’, obra que firma Fermintxo.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX