Hermano del maestro Antonio, debutó con picadores en Tudela, en una novillada celebrada el 25 de julio de 1956.
Ha fallecido en Sevilla el torero Alfonso Ordóñez Araujo a los 86 años, el hijo menor de Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”, y miembro de una de las mayores y más grandes dinastías de toreros de la historia junto a sus hermanos Cayetano, Juan, Antonio y Pepe Ordóñez.
Nacido en Sevilla el 8 de noviembre de 1938 en una familia tan torera, Alfonso no podía ser más que torero. Fue becerrista y debutó en la plaza de Colmenar de Oreja en un festival con sus hermanos en noviembre de 1954. Esa tarde, Luis Miguel Dominguín fue su banderillero. En 1955 debuta en Pontevedra en un festejo sin picadores y al año siguiente lo hace con picadores en Tudela.
Fue un novillero prometedor, pero no llegó a tomar la alternativa. El 31 de mayo de 1959 se presentó en Sevilla, donde cortó una oreja a un novillo de Clemente Tassara. En 1961 decidió retirarse, pero reapareció un año más tarde como banderillero, labrándose una brillante carrera.
Estuvo durante algún tiempo dedicado a labores de campo, pero necesitaba el toreo. En el año 1964, al reaparecer su hermano Antonio, Alfonso comenzó su brillante carrera como banderillero. Sus toreros de referencia fueron su hermano Antonio, Curro Romero, Paquirri y José Fuentes, aunque a lo largo de su vida toreó con 114 matadores de toros y 41 novilleros. Se retiró en 1993 en Mijas.
Maestro con el capote, fue un gran banderillero. Una vez retirado de los ruedos, fue asesor artístico en el palco presidencial de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla durante treinta años hasta la pasada temporada, la de 2024.
El cuerpo de Alfonso Ordóñez será velado en la sala 16 del tanatorio de la SE-30 de Sevilla. Descanse en paz.
Debut con picadores
La Chata de Griseras, el coso de Tudela, fue el escenario del debut con picadores de Alfonso Ordóñez. La fecha, el 25 de julio de 1956. Ese día, hizo el paseíllo con Fermín Murillo (silencio en ambos) y Antonio Borrero “Chamaco” (dos orejas y división de opiniones). Se lidiaron seis utreros de Tomás Prieto de la Cal, terciados, que cumplieron en varas, y mejores los tres negros que los jaboneros; el segundo fue premiado con la vuelta al ruedo. Le correspondió el lote más manejable y gustó, pero, pese a ello, se fue de vacío.