Los diestros Castella y Fandiño se repartieron dos orejas, y Talavante defraudó sin paliativos.
Ganado: Seis toros de Victoriano del Río (el cuarto con el hierro de Toros de Cortés), bien presentados, muy armados, astifinos, cinqueños los cuatro últimos, de juego variado; buenos los dos primeros, con calidad, y mansos rajados los dos últimos.
Diestros:
Sebastian Castella: oreja y silencio tras aviso.
Iván Fandiño: oreja tras aviso y silencio.
Alejandro Talavante: silencio en ambos.
Presidencia: A cargo de Enrique Maya, asesorado por Fernando Moreno y la veterinaria Lola Salvo, cumplió bien su cometido.
Incidencias: Lleno. Tarde soleada y calurosa. Matadores de toros, subalternos y picadores hicieron el paseíllo descubiertos para reivindica el valor cultural de la fiesta taurina. El presidente, Enrique Maya, ex alcalde de Pamplona, fue ovacionado al ocupar el palco, salvo por la zona de las peñas, que le pitaron.
Lástima. La tarde del, quizá, cartel más rematado de la feria terminó con una ambiente de decepción en el gran público y agridulce, como poco, entre los aficionados.
Y es que la tercera de feria comenzó estupendamente, con dos buenos toros en la muleta. Siguió con otros dos sin tanta calidad pero aceptables, manejables por lo menos, y terminó con dos mansos rajados de verdadera pesadilla.
Fieles a su procedencia –juampedro-, los seis toros fueron mimados en el primer tercio; es decir, no hubo ni un puyazo de verdad, sólo picotazos y varas marcadas que no hicieron sangre ni para un análisis. Resulta preocupante que en tres tardes no se haya visto ni un puyazo. Visto así, los varilargueros se podía haber quedado, por desgracia para el aficionado, en el patio de caballos. Quizá acaben siendo así los festejos del futuro, con un toro sin picar, sin mucha fuerza para que no creen problemas a los matadores y con clase en sus embestidas para generar faenas estéticas. Si esto suce alguna vez, la emoción habrá saltado por la ventana y el futuro de la fiesta será incierto.
Dos, sí; uno, no
De la mano de obra, dos matadores de toros dejaron buena imagen; simplemente, quisieron. Otro, por el contrario, prácticamente sólo hizo el paseíllo; estuvo y no estuvo en Pamplona; y como se esperaba mucho de él y no hizo nada, defraudó hasta a sus más fieles seguidores.
Abrió la tarde, Castella, que realizó una buena faena ante un toro pronto, que repitió humillado con fijeza y que consiguió mantenerse en pie, que no fue poco dadas sus justas fuerzas. Comenzó la faena en los medios con dos cambiados por detrás y siguió en los mismos terrenos con tres ligadas y templadas tandas en redondo, siempre muy tranquilo. Por el otro pitón, los naturales se sucedieron de uno sin la ligazón deseada. A partir de ahí, el toro se agotó. Cerró su labor con unas manoletinas que prologaron una buena estocada. Petición y justa oreja.
El francés comenzó su segundo trasteo de una manera similar, con un sereno toreo en redondo, limpio y templado. El toro tuvo calidad por ese pitón pero careció de ella por el izquierdo, pues echó la cara arriba. Castella insitió al natural, sin mucha limpieza. A partir de ahí, la segunda parte del trasteo fue de menos nivel, se dejó tocar demasiado el engaño por un toro que ya amenazaba con rajarse. El de Beziers, además, no anduvo certero con el estoque y se le esfumó un triunfo de puerta grande que buscó.
Como peleó por esa salida Iván Fandiño, quien, como siempre, volvió a dar la cara en nuestra plaza y se entregó con verdad. El segundo de la tarde atesoró asimismo clase en sus embestidas aunque estuvo, en cuanto a fuerzas, al límite. El espada vizcaíno supo mantenerlo en pie y crear así una vistosa faena, comenzada con el tercio con cambiados por detrás. Continuó con la diestra, en redondo, en varias tandas que tuvieron muy buen ritmo y dominio. Tras unos naturales de buen corte, aunque de uno a uno, optó por unas bernardinas de rodillas que conectaron con toda la plaza, incluida la solanera. Terminó con una espectacular estocada al encuentro, que provocó una agonía de bravo del castaño y un estallido de pañuelos. Más que justa oreja.
La pena fue que su segundo fue un manso rajado inservible. El de Orduña se peleó con el en tablas y le robó muletazos de mérito. Estuvo por encima de él pero el triunfo no podía llegar. Pese a ello, torera actuación de Fandiño.
Talavante no quiso ver a su noble primero y no tuvo opción frente al manso. Estuvo en otro sitio. ¿Dónde? Vaya usted a saber…