Los ganaderos denuncian que el toro de lidia no posee ayudas en los presupuestos generales ni se apoya en patrocinadores.
Incertidumbre, desolación y resignación son sensaciones con las que vive el mundo del toro, gravemente afectado por la pandemia del coronavirus, un sector maniatado y ahogado también en el miedo por las pérdidas irreparables que los distintos estamentos han empezado a prever. “El toro, a diferencia de otras industrias culturales, no posee ninguna ayuda en los presupuestos generales, ni se apoya tampoco en patrocinadores que ayuden a sufragar los elevados costes de producción, paliados únicamente con lo que entra en la taquilla”, reconoce el ganadero y presidente de la Fundación del Toro de Lidia, Victorino Martín.
Esa es unas de las principales preocupaciones del sector, las incalculables pérdidas económicas que va a generar esta crisis sanitaria y la cantidad de puestos de trabajo en peligro al paralizarse una industria de la que viven miles de personas. Los empresarios se enfrentan a perder el dinero de los cánones de arrendamiento, además de otras inversiones, como en el caso de la gestora plaza de Valencia, que ya había hecho un gasto en carteles y publicidad para la Feria de Fallas, para personal de plaza y taquillas y hasta para transporte, pues las primeras reses ya habían llegado a los corrales del coso valenciano.
“Ha sido un dinero a fondo perdido, sin olvidar la novillada de promoción que ya habíamos celebrado, un festejo que organizamos sin percibir nada y que luego se suele rentabilizar con la taquilla de la feria, pero que este año ha hecho aumentar más el déficit”, desvela Ignacio Lloret, gerente de Simón Casas Productions y Plaza 1, empresas vinculadas a las plazas de Valencia, Madrid y Sevilla.
También dejará de entrar en sus arcas el dinero de las televisiones, que suele ser importante para las ferias de primer nivel, sin olvidar el impacto económico que éstas van a dejar de generar en cada ciudad. Otro estamento taurino que ha dado la voz de alarma ha sido el de los criadores de reses bravas, que, de no reactivarse lo antes posible la actividad, sufrirán “consecuencias fatales” para la “débil” economía de sus explotaciones, muchas de ellas amenazadas también por la pérdida “de patrimonio genético irrecuperable y de biodiversidad”, asegura el ganadero Carlos Núñez.