“Es algo que tenía decidido desde hace tiempo, sobre todo porque echaba de menos verle la cara al toro”, dice quien cuenta con numerosas amistades en Pamplona.
El matador de toros Ángel Gómez Escorial ha tomado la decisión de hacerse banderillero. Esta determinación, en principio sorprendente dada su trayectoria profesional dentro y fuera de los ruedos, tiene unos fundamentos, unas razones y unos motivos que nos argumenta el propio torero:
‘Es algo que tenía decidido desde hace tiempo, fundamentalmente porque echaba de menos verle la cara al toro. Necesitaba volver a sentirme torero y eso es algo que sólo te da el traje de luces‘, reconoce el diestro madrileño, que debutará en su nueva faceta el próximo martes 28 de febrero, en la plaza de toros de Ubrique, a las órdenes de Joaquín Galdós.
A quien cuenta con numerosos amigos en Pamplona, esta nueva andadura en los ruedos no le impedirá desatender su labor docente en la Fundación El Juli ni los proyectos junto a Galdós y el francés Adrien Salenc ‘que me han servido para coger experiencia y mantenerme en contacto con el medio. Sin embargo como más realizado me siento y me he sentido siempre es delante del toro y tengo gran ilusión por empezar esta nueva etapa‘, asegura Ángel.
Después de abrir la Puerta Grande de Madrid como novillero, Gómez Escorial tomó la alternativa en la Feria de San Isidro de 1999, de manos de Pepín Jiménez, hizo frente con éxito a las ganaderías más duras en plazas como Las Ventas (aún se recuerdan sus angustiosas ‘portagayolas’), Pamplona (es famosa su estocada sin muleta a un toro de Miura) o Barcelona y lidió su última corrida en la temporada 2008.
En Pamplona, sumó tres tardes y en todas ellas se caracterizó por un valor escalofriante. Debutó en 2000 como sustituto de El Califa y ante un encierro de Adolfo Martín; frente al sexto, sobrero de Millares, tuvo petición de oreja pero se tuvo que conformar con una heroica vuelta al ruedo.
Tres años después, se las vio con un lote de Miura, en una tarde que muchos todavía recuerdan. A los dos de su lote lo recibió a portagayola. Su primero le prendió en el embroque, sin mayores consecuencias, afortunadamente. Y frente al sexto, una mole de casi setecientos kilos llamado Berreón, llegó lo impensable. Sin faena de triunfo, arrojó la muleta a la arena y se fue contra Berreón a pecho descubierto, a corazón abierto, con la intención de matarlo. El encuentro fue visualmente terrible. El pequeño torero quedó colgado entre las astas pero, vapuleo aparte, logró el objetivo. Tras dos descabellos, dio la vuelta al ruedo.
Al año siguiente, rubricó su última actuación en la capital navarra. Y lo hizo frente a un encierro de Cebada Gago que derramó peligro. Pese a ello, consiguió dar una vuelta al ruedo. Esa tarde, sus compañeros de cartel, Liria y Encabo, terminaron la jornada en el Hospital de Navarra, ingresados por sendas cornadas. Gómez Escorial protagonizó una tarde épica, concluida con un pitonazo que le asestó el sexto en la cara, a modo de recuerdo de una tarde cargada de emoción.
Respecto al resto de Navarra y como diestro de alternativa, sumó otras dos tardes, ambas en 2005. En Tafalla lidió un lote de Julio de la Puerta y rozó la salida a hombros (vuelta y oreja) y en Sangüesa se las vio con dos de Viento Verde, de los que consiguió un trofeo.