EL ENCIERRO DEL ESTRECHO DE ARGUEDAS, LA EMOCIÓN A FLOR DE PIEL

Una vaca estuvo a punto de escalar la pared de piedra, pero un hombre la empujó y la res cayó. El astado quedó encerrado entre el vallado y el monte y pasó 10 minutos hasta que volvió al recorrido

 

Algunas vacas intentaron escapar pr la pared. Fotrografía: Blanca Aldanondo.

Algunas vacas intentaron escapar pr la pared. Fotrografía: Blanca Aldanondo.

Estaba siendo un encierro del Estrecho anodino, casi aburrido. En Arguedas durante la tarde de ayer no brillaba el sol, pero hacía un calor pegajoso de esos que hacen vago a cualquiera. Y parecía que a las 10 vacas que el ganadero Víctor Ustárroz Santafé había traído para la ocasión, también.

Tras la jota a la hornacina de San Esteban que antes de cada encierro le dedica al patrón un grupo de arguedanos, las vacas, nueve de ellas coloradas y una negra, emprendieron sus carreras desde la cuesta que da nombre al encierro hasta las calles del casco urbano, dejando al principio poca emoción y ningún intento de huida ni de subirse a la escalera. Apenas acudían a los cites de los chavales –uno de ellos las encelaba con la cubierta de un colchón-, y todas iban y venían sin dar grandes sustos.

Pero las vacas, y más en El Estrecho, siempre dan sorpresas y decidieron intentar la ‘escapada’.

Y una de ellas anduvo muy cerca. Guiada, tal vez, por el espíritu de Tomatera vaca de la misma ganadería que el año pasado logró ascender la pared de piedra y llegó al monte provocando decenas de sustos y ningún herido-, una bonita colorada corniveleta, tomó la cabecera de la manada e, impulsada con fuerza, logró poner las cuatro patas en la cima de la pared.

De la emoción, al miedo

Igual no llegó a un segundo, pero duró lo suficiente para que la emoción volviera a convertirse, como con Tomatera, en miedo, y se hubiera transformado en pánico de no ser por un hombre que, arriesgando su físico, cogió del cuerno a la corniveleta y la empujó hacia abajo. El destino provocó que lares quedara encerrada entre un vallado y el monte, un lugar en el que pasó más de cinco minutos sin poder salir. En su brava y peligrosa salida estuvo a punto de arrollar a un par de jóvenes, uno que la citó para que saldría del lugar donde cayó y a otro que le hizo un recorte demasiado apurado.

Fue la única vez en la que las vacas de Ustárroz se enfrentaron a la pared de tres metros de piedra, pero no la única emoción del encierro, que desde entonces ganó en inquietud, aunque tal vez fuera ficticia.

Y ganó en inquietud porque la vaca negra, como si no se sintiera arropada entre tanta ‘hermana’colorada decidió hacer el encierro por su cuenta evitando siempre ir en manada. Y la inquietud fue ficticia porque la res, culpable de que el encierro se prolongase durante cerca de 30 minutos, pareció afectada por ese calor pegajoso y decidió hacer de la placeta entre la abarrotada grada y la escalera su casa.

Allí se quedó, emprendiendo pequeñas carreras frente a las escaleras, pero sin subir; lanzando derrotes a las vallas, pero sin acabar; y correteando por la plaza, pero sin querer irse al corral.

Quien todavía no haya podido ver este peculiar encierro, puede hacerlo todas las tardes hasta el domingo, a las 18 horas; y las mañanas del sábado y el domingo, a las 8 horas.

Información de ´Íñigo Sanz para Diario de Navarra.

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