DOLORES, CASTA, SANGRE Y TRIUNFO. CRÓNICA DE LA PRIMERA DE TAFALLA

Un pitón de 'Caracorta" atraviesa el muslo derecho de Francisco Marco. Fotografía: Óscar J. Barroso.

Un pitón de ‘Caracorta» atraviesa el muslo derecho de Francisco Marco. Fotografía: Óscar J. Barroso.

Triunfo grande de Alberto Aguilar en una tarde en la que Francisco Marco sufrió una doble cornada en el muslo derecho.

Ganado: Seis toros de Dolores Aguirre, bien presentados aunque desiguales, con kilos y de juego desigual; manso rajado el primero, manso peligroso el segundo y encastados los cuatro restantes; cuarto y quinto fueron aplaudidos en el arrastre; el segundo, pitado.

Diestros:

Luis Miguel Encabo: silencio tras aviso, saludos desde el tercio y oreja.

Francisco Marco: palmas tras dos avisos; corneado, sólo pudo estoquear uno.

Alberto Aguilar: oreja y dos orejas.

Presidencia: A cargo de Juan Andrés Ramírez, asesorado por Francisco Sagardía y la veterinaria Pilar Soteras, cumplió correctamente su cometido, salvo en regalar la segunda oreja del quinto de la tarde.

Incidencias: Algo más de dos tercios de plaza. Tarde soleada y agradable, pero con molestas rachas de viento. Aguilar hizo el paseíllo desmonterado. Marco fue cogido por el segundo y sufrió una cornada en el tercio anterior superior, con una trayectoria hacia abajo de 15 cm.; y otra en el posterior del muslo derecho de dos trayectorias hacia el fémur posterior de 10 cm y otra hacia arriba de 15 cm. Gran destrozo muscular sin llegar a afectar ningún vaso importante. Pronóstico grave.. Fue intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza y trasladado seguidamente a Pamplona, al Complejo Hospitalario de Navarra.

La grave cornada que sufrió Marco no fue el único aspecto negativo de la tarde. Dicen que corren nuevos tiempos, en los que mandan otros, ésos que iban a empezar por lo importante. Y están cumpliendo su palabra. En la plaza de toros sólo ondeó ayer una bandera, la de Tafalla. Los otros dos mástiles, ocupados otros años por las de España y Navarra, habían desaparecido. Lo importante, debe ser. Causa tristeza, sincera pena observar cómo algunos navarros reniegan de su propia bandera, la multisecular de las cadenas en fondo rojo, y deciden ocultarla. Queda la esperanza únicamente de que el tiempo les otorgue madurez y conocimientos, y cambien sus prioridades simbólicas. De lo contrario…

En lo meramente taurino, la feria tafallesa se abrió con un magnífico ambiente en los tendidos. Gentes llegadas desde muy diversos lugares de Navarra no quisieron perderse la cita con los toros de Aguirre y con Francisco Marco. Y ni los unos ni el otro defraudaron. Aunque tras la cogida del diestro estellés, los aficionados, navarros mayormente, quedaron contrariados.

Cuando el segundo toro, un manso peligroso cazó al torero, se vio enseguida que éste estaba herido, que el percance era muy serio y que no iba a poder lidiar al segundo de su lote, quinto de la tarde.

Este negro cinqueño, llamado Caracorta, recibió duro castigo en varas, de ambos picadores. Después fue muy bien banderilleado por Venturita y Manolo de los Reyes. Un par de minutos después, al iniciar la faena de muleta, Marco resultaba cogido por el astado sevillano. Todo pundonor, se fue a por el toro, que iba completamente a su aire y sólo quería tablas, y consiguió retenerlo en la muleta en una par de series cortas. Precedieron a un trasteo de aliño, de castigo, preparatorio para la suerte suprema. Y cuando Marco se disponía a entrar a matar, el perverso toro se arrancó, derribó al torero y, ahí, sobre la arena, le asestó un par de cornadas. Marco, dolorido, mermado de facultades, se negó a ir a la enfermería sin matarlo. No sólo eso. Se empeñó en matarlo por arriba, mientras su sudor se mezclaba con la sangre, que no dejaba de manar. Al final, el toro dobló y el espada fue conducido a la enfermería entre una sentida y emocionante ovación.

Ese Caracorta fue el peor toro de un buen encierro. El anterior, el primero, fue malo asimismo, por manso rajado pero sin problemas. Y el resto, los cuatro últimos se movieron en el último tercio entre la casta y la toreabilidad. En varas fueron muy castigados -uno aceptó hasta cinco encuentros con los montados- y, sin embargo, llegaron a la muleta con fuerza, condición necesaria para que se pueda hablar de emoción. Y esos cuatro del final, fuertes y señoriales, aceptaron la pelea en los medios, como dignos representantes de una noble estirpe que debe sobrevivir.

Y es que la ganadería de Aguirre mantiene una cualidad básica de futuro, la fuerza. ¿Qué habría sucedido con otros toros de procedencia Domecq (de ésos que vimos en Pamplona) si hubiesen recibidio tanto castigo en varas? Mejor no pensarlo.

Y ante esta buena materia prima, Aguilar se llevó el mejor lote. Estuvo correcto con su primero, sin apreturas, y toreó, sin temple, al ritmo que le impuso el quinto, que iba para sexto, bravo en varas. Consiguió un triunfo grande pero debió estar mejor, aunque nunca le faltó decisión y firmeza.

Y Encabo pudo también salir a hombros, pero, en general, mató mal. Tuvo en sus manos el toro más completo, el cuarto, con calidad por ambos pitones, y estuvo por debajo de él. Se entonó más con el sexto, un tostado manso que sacó su buena casta en la muleta.

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