Invitado por dos asoleradas entidades pamplonesas, la entonces asociación de la prensa y el club taurino, disfrutó de las fiestas pamplonesas por última vez hace siete años, en 2004.
Las últimas fiestas de San Fermín que conoció Diego Puerta fueron las de 2004. Tenía entonces 63 años. Llegó a Pamplona invitado por dos asoleradas entidades de la ciudad: la entonces asociación de la prensa y el club taurino. Tuve el honor de ser su anfitrión. Disfruté con su compañía y él disfrutó de las fiestas, pero a su manera, tal como él era, con sencillez y humildad. En sus paseos desde el Maisonnave hasta la plaza de toros y el club taurino, fue reconocido y saludado en diversas ocasiones por aficionados. Y él correspondía con entrañable simpatía, y se emocionaba. No podía evitarlo. Me miraba y apretaba mi brazo, el que nos unía en cómplice silencio.
Tras participar en una tertulia del club taurino, antes de la corrida de toros, nos tuvimos que separar. Nos reunimos al día siguiente y me reconoció que por la noche, camino del hotel, se había perdido, pero que, sin embargo, había disfrutado recorriendo las calles del casco viejo.
No mentía. Todo un señor, siempre me esperaba en el hall del hotel. Le pregunté por qué no salía a la calle para disfrutar del ambiente sanferminero. “Disfruto mucho más viendo pasar de aquí para allá a tan variadas gentes, muchas de ellas más que peculiares”, me respondió. Y volví a sentir admiración por la sencillez de ese menudo anciano, que tantas veces se había jugado la vida ante toros sobrados de trapío, por su humilde sabiduría, la de alguien que sabía apreciar los pequeños detalles de la vida, ésos que conducen a la felicidad, la misma que siempre reflejaba su mirada.
Koldo Larrea.