DEBIILIDAD MARCADA. CRÓNICA DE LA PRIMERA DE LA FERIA DE TUDELA

Primer paseíllo de la actual Feria de Santa Ana de Tudela.

Primer paseíllo de la actual Feria de Santa Ana de Tudela.

Paquirri, Vega y Luque se reparten tres orejas de muy distinto peso y merecimiento.

Ganado: Cinco toros de José Luis Marca y un sobrero, quinto de Toros de Salvador Domecq, bien presentados en conjunto, cómodos de cara algunos, nobles pero escasos de fuerza y descastados, salvo el encastado sexto, que fue ovacionado en el arrastre.

Diestros:

Paquirri: silencio y oreja.

Salvador Vega: oreja y silencio tras aviso.

Daniel Luque: silencio y oreja tras dos avisos.

Presidencia: A cargo de Carlos Lasheras, asesorado por Pablo García Zambrana y el veterinario Francisco Javier García Eulate, se mostró generosa en la concesión de trofeos e inoportuna con el segundo aviso en el sexto; por lo demás, correcta.

Incidencias: Algo más de dos tercios de plaza. Tarde soleada y agradable pero con molestas racha de viento, que dificultaron la lidia. Magnífico ambiente tanto en sol como en sombra.

Buen comienzo de la Feria de Santa Ana, no por el ganado lidiado sino por la respuesta del público a la convocatoria. La Chata de Griseras registró una entrada como no se recordaba desde hace años. La impresión, en cuanto asistencia de aficionados, era buena tanto en sol como en sombra. No creo que haya otro espectáculo de pago en fiestas, señor alcalde de Tudela, que reúna a tanta gente, a más de cuatro mil personas. Si lo hay, pido disculpas por anticipado y estoy dispuesto a rectificar.

Una tarde entretenida para abrir el ciclo taurino con una única decepción: el juego del ganado. La materia prima, por citar su cualidad positiva, tuvo nobleza, pero pare usted de contar. En conjunto, acusó una preocupante falta de fuerzas, de energías; de hecho, al menos dos toros se echaron tranquilamente en la arena, como en busca de un descanso reparador. Pero además, por descastados, sus embestidas dijeron poco, transmitieron escasa o ninguna emoción. De todos modos, en todo desierto siempre aparece un oasis, que además elimina el espejismo. En la tarde ayer, ese oasis fue el sexto toro, el burraco llamado Faraón. Cuidado en varas, el animal embistió en el último tercio con fijeza y con casta, por ambos pitones. Fue por ello un toro completo, que mereció mejor muerte y, desde luego, como mínimo, esa ovación póstuma que se le tributó cuando era arrastrado.

Le correspondió a Luque, que estuvo a la altura de tan estupendo cuatreño, de un ejemplar que no acusó la espectacular voltereta que sufrió tras aceptar el tercer muletazo.

El sevillano ejecutó dos buenas series con la diestra en las que se pudo ver la fijeza, la embestida humillada y el generoso recorrido del toro. La quietud y la firmeza del diestro permaneció en la tercera y también la cuarta tanda de derechazos. Por el izquierdo, el torero le enseñó a embestir al astado y éste ganó en calidad, lo que permitió la sucesión de largos naturales. El joven de Gerena continuó ligando en redondo con temple, tranquilidad y decisión, y con los pies clavados en la arena. Terminó su obra con unas vistosas luquecinas. Pero, justo cuando se perfilaba para entrar a matar, una pelea -puñetazos por aquí, puñetazos por allá- acabó con la atención del público a lo que sucedía en la arena y desconcentró algo al andaluz. Lo cierto es que no acertó con el estoque y su trabajo, de dos orejas, tuvo el premio de un único trofeo.

El primero de Luque aceptó con buen son la primera tanda de muletazos pero después se acabó y decidió echarse en la arena. Puesto en pie, careció de movimiento, fue pétreo y pareció como asfixiado. No dio opción.

Paquirri, dando la vuelta al ruedo tras haber cortado una oreja del cuarto.

Paquirri, dando la vuelta al ruedo tras haber cortado una oreja del cuarto.

Paquirri, por su parte, fue el centro de atención. En sus dos toros, manejó mejor el capote -buen toreo a la verónica- que la muleta. Los rehiletes ni los tocó. Sus dos toros fueron de similar condición, tan nobles como faltos de fuerza. Sus dos faenas tuvieron asimismo similar composición: se basaron en la diestra y en la falta de apreturas, en la comodidad. La diferencia estuvo en que en el cuarto, cuco él, se fue a los terrenos de sol y allí ofreció un recital de molinetes, de pie y de rodillas, de pases rodilla en tierra y de desplantes. Además, lo mató mejor y cobró una orejita.

Vega le cortó con corrección una oreja a su primero, que iba para quinto, y no tuvo opción alguna frente al sobrero que hizo quinto, el toro más complicado y deslucido de la tarde.

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