CORELLA VIBRA CON UN FESTEJO PARA LA HISTORIA TAURINA DE NAVARRA

Matadores de toros y mayorales salieron a hombros en Corella.

Tres toros fueron premiados con la vuelta al ruedo, los otros tres, ovacionados en el arrastre y, en conjunto, perdieron ocho de las doce orejas posibles. Fotografías: K. L. y Tauroemoción.

Ganado: Tres toros de Victorino Martín (tercero, cuarto y quinto) y tres de Los Maños, bien presentados los del primer hierro y de deficiente presencia los aragoneses por cornicortos; respecto al juego, fue variado, pero siempre de nota alta en conjunto. En el caballo, todos cumplieron, sin más. El primero, el quinto y el sexto fueron premiados con la vuelta al ruedo; los otros tres, ovacionados en el arrastre.

Toreros: Paulita (oreja y dos orejas), Morenito de Aranda (oreja tras aviso y oreja) y Rubén Pinar (oreja y dos orejas).

Lugar y fecha: Plaza de toros de Corella. 29 de septiembre.

Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde soleada y agradable. Paulita, que toreó en sustitución de Joaquín Galdós, y Pinar hicieron el paseíllo desmonterados. Morenito de Arles saludó montera en mano tras banderillear al tercero. El diestro aragonés brindó el cuarto a Francisco Marco; y el de Aranda, el quinto, a Pepe Teruel. Los tres diestros salieron a hombros, junto a los dos mayorales, Alejandro, de Victorino Martín, y José María Gallego, de Los Maños. Cinco personas a hombros, lo nunca visto.

La plaza de Corella fue ayer el escenario de un festejo de los que crea afición. Fue testigo de mucho más, de una corrida de toros que pasará a la historia taurina de Navarrra. En este sentido, se dieron cita todos los elementos necesarios: ganado de buen juego, toreros con magnífica disposición, con hambre de triunfo, que supieron manejar el estoque (ninguno usó el descabello), y un público volcado, que disfrutó como no lo había hecho en años y, lo más importante, dispuesto a regresar a la centenaria plaza corellana el año que viene.  Tarde histórica que difícilmente se olvidará.

El festejo anunciaba un desafío ganadero. Por tanto, los aficionados se preguntarán qué ganadería se impuso, salió vencedora del reto. En el terreno de la presentación, no cabe duda: Victorino Martín. Las caras de los tres toros de Los Maños dejaron bastante que desear; toros cornicortos, de pobres defensas. No así los extremeños, que fueron serios de caras y lucieron elogiable presentación para una plaza de tercera, como es la corellana.

Respecto al juego, hubo bastante igualdad, siempre dentro de una nota alta para ambos hierros, pero a los puntos se impuso la ganadería zaragozana. Por ejemplo, 8,5 de nota para los victorinos y 8,8 para sus rivales de tarde. A lo largo de esta crónica, se podrá ir apreciando por qué.

Abrió plaza Limonero, de Los Maños, número 67, negro y cuatreño como todos. Lo que son las cosas: fue pitado de salida por sus feas hechuras y, con justicia, acabó siendo premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. De la noche al día en apenas veinte minutos. Lo cierto es que fue un ejemplar que derrochó nobleza y repitió con muy buen son por ambos pitones. Ante él Paulita se lució de capa, como después lo hicieron sus compañeros de terna. Y es que, con sus respectivos estilos, los tres diestros se lucieron a la verónica en los seis toros.

Paulita comenzó la faena de rodillas en el tercio, se incorporó y, ya en los medios, toreó con mucha quietud y ligazón, con serenidad, parsimonioso; naturales y derechazos se sucedieron. Fue un trasteo de más a menos, porque el final de la faena no tuvo la misma calidad que en su inicio. El toro no dejó de repetir con fijeza. Mató de una estocada baja y delantera y cobró la primera oreja de la tarde. El toro fue premiado con una merecida vuelta al ruedo.

Salió el segundo, Zamorano, 16, cárdeno, también de Los Maños y, tras lucirse de capa, Morenito de Aranda lo cuajó de principio a fin con la muleta. Realizó una faena variada por los dos pitones en escaso terreno. Repleta de mando y seguridad, arrastró su engaño por la arena, con lentitud, muy templado siempre. El toro tuvo calidad, pero menos energías y no tan buen son, no tanta capacidad de repetir como el anterior. Mató de un pinchazo sin soltar y una entera. Oreja para el burgalés y ovación en el arrastre para el toro maño.

Saltó al ruedo el tercero, Manchonero, 65, negro entrepelado y primer victorino, y fue aplaudido por sus armónicas hechuras. Pinar lo toreó mecido a la verónica. El tore atesoró mucha clase en el último tercio. Embistió con fijeza y codicia por los pitones. Por ello, no fue fácil, ni tonto, había que estar ahí y saberle hacer las cosas. El espada albaceteño lo entendió muy bien. Lo mató de una media arriba, de efectos fulminantes, y cobró una oreja. Para el toro hubo petición de vuelta, aunque, finalmente, el público se conformó con ovacionarlo en el arrastre.

El cuarto, segundo victorino, fue Jacarando, 53, y negro entrepelado también. Este ejemplar tuvo embestida más corta, pero derrochó codicia, se comía el engaño. Había que llevarlo muy tapado, empapado en la muleta, para que viera otra cosa y poder así repetir. Paulita lo hizo. Se entregó, dio la cara, lo toreó con valentía y decisión por ambos pitones, aunque en un par de ocasiones se vio algo desbordado por las acometidas del toro. Lo mató del mismo modo que a su primero, mediante estocada baja y delantera, de las de efectos rápidos. Y así fue. Rodó el toro y el diestro fue premiado con las dos orejas del exigente astado. Con una bastaba. El toro recibió una ovación del público, que disfrutaba cada vez más con lo que estaba presenciando.

Con una salida a hombros ya asegurada, Morenito de Aranda se enfrentó al quinto dispuesto a sumarse al triunfo grande y lo consiguió. Garduño, 70, negro entrepelado, tuvo un pitón izquierdo, simplemente, extraordinario. El espada burgalés lo vio enseguida y ejecutó un trasteo compuesto, casi exclusivamente, por tandas de naturales, con quietud, mando y temple, dejando ver esa elegancia de estilo que le caracteriza. Tras pinchar, terminó con una estocada baja de las que matan sí o sí, de efectos fulminantes. Fue premiado con una oreja, la que le hacía falta para salir a hombros. El toro fue premiado con una vuelta al ruedo que no mereció; aunque fue magnífico por el pitón izquierdo, por el derecho se acostaba y resultó complicado, lo que le quitó méritos para ese premio póstumo.

El sexto salió cuando la tarde se acercaba a la noche, por lo que Corbeto, 56, negro, de Los Maños, tuvo que ser lidiado bajo luz artificial. Ofreció un juego similar al segundo. Tuvo mucha nobleza, pero no esa alegría en la embestida del primero; en este sentido, repitió, pero con más sosería. Pinar lo dominó de principio a fin; primero a la verónica y después, con la muleta, en una faena variada, en la que todo lo hizo bien. Por ponerle un pero, quizá le faltó más serenidad. Pero hubo limpieza, mando y poderío en una sucesión de naturales, derechazos, molinetes, largos pases de pecho. Mató de una estocada hasta la bola, la tarde, que fue escupiendo el toro hasta que dobló. Para el albaceteño, las dos orejas del buen toro, que no tuvo las cualidades necesarias para hacerse merecedor de esa vuelta al ruedo que se inventó el palco.

La magnífica tarde de toros concluyó con la salida a hombros de matadores de toros y mayorales, bajo la ovación de un público feliz que quería más. Ojalá todos los finales de la temporada taurina de Navarra sean así. Por pedir que no quede.