CANTAZO POR RANCHERAS. CRÓNICA DE LA NOVILLADA DEL 5 DE JULIO

El mexicano Adame se presentó en Pamplona y salió por la puerta grande. Fotografías: Enfoque Tuarino.

El mexicano Adame se presentó en Pamplona y salió por la puerta grande. Fotografías: Enfoque Tuarino.

El mexicano Adame abrió la puerta grande tras cortar tres generosas orejas y el navarro Marín la rozó y la mereció. Imágenes del festejo (Enfoque Taurino).

Ganado: Seis utreros de El Parralejo, correctos de presentación, desiguales de hechuras, nobles, con fijeza pero muy escasos de fuerza y carentes de clase en conjunto.

Novilleros: Javier Marín (vuelta tras petición y aviso, y oreja tras aviso), Luis David Adame (oreja y dos orejas) y Andy Younes (silencio y silencio tras aviso).

Presidencia: A cargo de Juan Ignacio Ganuza, asesorado por el veterinario Miguel Ángel Martínez Pérez y por Josetxo Gimeno, mal, francamente mal en la concesión de trofeos: fue generosa con el mexicano al darle las dos orejas del quinto y rácana con el navarro al negarle una oreja del primero, trofeo que le habría valido para salir a hombros.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde agradable. Los tres novilleros hicieron el paseíllo desmonterados.

Uno observaba el comportamiento de los tendidos y no salía de su asombro, incluso de su confusión. ¿Estaba en la plaza de Pamplona o en una de esas de pueblo de la España más profunda? Y es que veía a un público que lo aplaudía todo; de hecho, sonaron las palmas en los respectivos arrastres de los seis utreros, por muy deslucidos y mansos que hubiesen sido, que lo fueron, varios. Por otro lado, la banda sonó en todos los seis últimos tercios, independientemente de que hubiese faena en el ruedo o no.

Y ya, para colmo, el palco se unió al despropósito y concedió a su capricho varios trofeos; por lo menos, un par de ellos. ¡Y pensar que en ese palco había dos presidentes del taurino, uno de ellos ex! Como para echarse a llorar. O a reír y unirse a esa fiesta de mínimo criterio taurino. El quinto murió con una estocada caída. Al presidente no le importó. Le debió gustar tanto la faena del mejicano que sacó los dos pañuelos blancos de golpe. Sigo siendo el rey, debió pensar. Sin embargo, antes, en el primero, no hizo caso a la petición popular y le negó una oreja al novillero, quien, casualmente, era navarro. ¡Eso sí que es echar una mano a la torería navarra! ¡Sí, señor! Con ese trofeo, habría rubricado un triunfo de puerta grande. Vamos, como para echar la persiana del club taurino por puro sonrojo.

Vayamos por partes. Adame consiguió y mereció la puerta grande. Marín no la consiguió pero la mereció. Y el francés Younes ni la consiguió ni la mereció. ¿Por qué entró en este cartel? ¿Por estar apoderado por el poderoso Simón Casas? Méritos no había acumulado; por tanto, quien quiera conocer la respuesta que pregunte a la empresa.

Marín demostró que cada vez está preparado para retos mayores. El que abrió plaza fue canela pura, muy dulce, pero no duro como el turrón sino en plan gominola, muy blando, lo que restó transmisión y emoción a su buena condición. Lo recibió con cinco largas cambiadas y la media, una buena tarjeta de presentación.

Con la muleta, el joven cirbonero lo toreó templado y seguro por ambos pitones. Faena compacta, concluida con un pinchazo y una media. Petición de oreja que fue a más y que el palco consideró insuficiente.

Y paradojas del toreo, Adame se llevó una de su primero, del segundo de la tarde, sin haber toreado de verdad. Comenzó la faena con estatuarios, un cambiado y otro por alto. Después, el utrero embistió rebrincado, con las manos por delante, y resultó deslucido, sin clase alguna. Y por último, cantó la gallina y se rajó con descaro. Frente a esta materia prima, fue imposible el lucimiento pero como mató de una entera, que impactó en el público, cobró un trofeo, con el visto bueno del palco, claro está.

Marín consiguió una justa oreja del cuarto, otro novillo muy justo de fuerza y carente de clase. El novillero navarro, poco a poco, se fue haciendo con él y le fue sacando, templadito, todos los muletazos que tenía, de uno en uno por el derecho y con más ligazón al natural. Estuvo por encima del utrero y lo mató de una casi entera que fue suficiente. Buena actuación de Marín y mejor futuro, pese a quien le pese.

Y llegó el quinto, un novillo albahío, justo de fuerza pero que no dobló nunca las manos. El mexicano lo entendió muy bien y practicó, incluso abusó, de un toreo por alto, hacia arriba, mezclado con dosis de pinturería. Muy mexicano. Pero Adame toreó cómodo, sin apreturas, despegado, y en muchas ocasiones acompañando la embestida en vez de mandando. Mató recibiendo y dejó una estocada caída. Visto los resultados, a nadie le importó, ni a los que se creen buenísimos aficionados. Dos orejas para Adame, que así había salvado la tarde. Lo cierto es que mereció la salida a hombros, pero con dos orejas, con una y una.

Por último, el francés Younes careció de materia prima, se llevó el peor lote -que fue aplaudido en el arrastre, ¡qué barbaridad!- y no pudo pasar de voluntarioso. Eso sí, debió manejar mejor el estoque. Demasiado compromiso.

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