A OREJA POR COLETA EN EL CIERRE DEL XV PIQUILLO DE ORO DE LODOSA

Jesús Duque a la verónica ante el que abrió plaza, un berrendo en jabonero. Fotografía: Juan Antonio Vaquero.

Los utreros de Prieto de la Cal atesoraron calidad y estuvieron por encima de la mano de obra.

Ganado: Cuatro utreros de Prieto de la Cal, bien presentados, que cumplieron en el caballo, encastados, con calidad, con un primero y un cuarto aplaudidos en el arrastre.

Jesús Duque: silencio tras aviso y oreja.

Juan Romero ‘El Zorro’: silencio y oreja.

Presidencia: A cargo de Ignacio Marrodán, asesorado por Adrián Vaquero y Román Elorz.

Incidencias: Media plaza. Tarde calurosa en la que de vez en cuando se levantaba una tímida brisa. El Zorro hizo el paseíllo desmonterado.

No decepcionó la novilla de Prieto de Cal lidiada ayer como broche de la feria del Piquillo de Oro celebrada en Lodosa. Saltaron al ruedo lodosano cuatro ejemplares de preciosas hechuras; bravos, encastados y alguno de ellos, como el cuarto, con esa nobleza propia de la casta que emociona.

Lamentablemente y a pesar de los trofeos, los utreros de la marquesa de Seoane, no tropezaron con dos novilleros que supieran aprovechar la fijeza, la calidad y la clase que tuvieron los cuatro ejemplares; eso sí, unos en mayores dosis que otros.

Jesús Duque recibió a Felino, un novillo berrendo en jabonero, toreando de capote con el compás abierto. Cumplió en el caballo y Duque hizo un quite por chicuelinas. Vio posibilidades y tras brindar al público salió al tercio para firmar una faena basada en el pitón derecho prácticamente de principio a fin. Las primeras series no fueron del todo redondas, faltó acople, pero Duque poco a poco se fue confiando y acabó cruzándose al pintón contrario. Con cuatro molinetes finalizó una faena de altibajos emborronada por la espada. La presidencia, reloj en mano, hizo sonar un aviso.

En el segundo de su lote Duque no consiguió acoplarse con un novillo exigente que mostró codicia durante toda la lidia, y que pedía que se le hicieran las cosas bien. El novillero no llegó a bajar la mano, en su faena faltó mando, pero un toreo poco profundo y de cara a lagalería le sirvió para hacerse con un trofeo tras matar de estocada.

Juan Romero “El Zorro” comenzó la tarde perdiendo el capote. Tras dos encuentros con el caballo, Romero banderilleó al primero de su lote, Coronela, que no perdonó que perdiera la cara tras dejar con soltura el segundo par y volteó al novillero. Pañosa en mano  El Zorro  no hizo gala a su nombre y demostró poca astucia, optó por las distancias cortas, casi encimistas, y dar pases de uno en uno, no hubo ligazón y siempre estuvo la pierna retrasada. Faena silenciada.

El cuarto de la tarde fue un novillo de mucha clase al que se le hicieron las cosas mal de principio a fin. El Zorro decidió servirse de su cuadrilla para colocar al de

Prieto de la Cal en el caballo alq ue por cierto acudió dos veces con mucho son. Tras un tercio de banderillas sin lucimiento, fue cambiado con dos pares y comenzó la faena de muleta. Juan Romero aprovechó la inercia de un utrero que era una máquina de embestir, humillaba, se abría, tenía mucha emoción y muchísima fijeza. Se echó en falta que el novillero lo llevase toreado, que adelantara el engaño, al igual que la pierna, y que se gustase con él. El toreo ventajista junto con sus desplantes y miradas al tendido al rematar cada serie convencieron a gran parte del respetable que pidió la oreja, el palco hizo caso a la mayoría y la concedió.

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