25 PUERTAS GRANDES EN SU TIERRA NATAL. CRÓNICA SEGUNDA DE ESTELLA

Los tres rejoneadores salieron a hombros. Fotografía: pablohermoso.net

Los tres rejoneadores salieron a hombros. Fotografía: pablohermoso.net

Los tres rejoneadores salieron a hombros tras cortar siete orejas en total.

Ganado: Seis toros de José Rosa Rodrigues, bien presentados, despuntados y de buen juego en conjunto, sobre todo primero, quinto y sexto, que tuvieron codicia y buen son; bajó la nota del encierro el tercero, muy blando y manso rajado

Rejoneadores:

Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas y oreja con petición de la segunda.

Manuel Manzanares: oreja en ambos.

Mario Pérez Langa: saludos desde el tercio y dos orejas.

Presidencia: A cargo de Ricardo Gómez de Segura, asesorado por Juan José Crespo y el veterinario Jesús Miguel Blanco, cumplió correctamente su cometido aunque fue generosa en la concesión del segundo trofeo del que cerró plaza.

Incidencias: Más de tres cuartos. Tarde soleada y calurosa. Pérez Langa se presentó en esta plaza. Manzanares toreó con crespón negro, en señal de luto por el fallecimiento de su padre. Paula Hermoso de Mendoza actuó de alguacililla.

Tarde triunfal, entretenida, torera, de las de hacer afición, la que se vivió ayer en la plaza de Estella. ¿Los culpables? Todos: materia prima, mano de obra, el festivo público y, si se quiere, incluso la presidencia.

Los bajos toros portugueses estuvieron a la altura de la cita taurina, ofrecieron buen juego en conjunto y posibilitaron el lucimiento de los toreros a caballo. El primero, el quinto y el sexto tuvieron fijeza y codicia, y galoparon tras las monturas con buen son, con buen tranco; sólo el tercero, muy blando, manso y rajado, bajó la buena nota del encierro de José Rosa Rodrigues.

Y respecto a la mano de obra, ¡qué decir!. La buena disposición de la terna fue el pilar básico para sostener una magnífica tarde taurina. Por un lado, el maestro, que, ayer, en su tierra, volvió a demostrarlo con su toreo y además consiguió la vigésimo quinta puerta grande en la plaza de su ciudad natal desde su alternativa en un ya lejano 1989. Casi nada. Por otro, sus pupilos; uno más placeado, al que se le vio más templado que en otras ocasiones, y otro joven, incluso algo ingenuo, dando todavía los primeros pasos en una difícil profesión y pidiendo consejo continuamente a su maestro e ídolo.

Fue este último, Pérez Langa, el que puso el broche final a la estupenda tarde, frente a un toro de gran calidad, el mejor del festejo. Lo brindó al jinete estellés y, después, castigó al cuatreño con un rejón arriba. Seguidamente, lo llevó muy encelado pero a velocidad de crucero. En banderillas, variado y alegre, hizo vibrar a los tendidos. Y ya en el tercio final, clavó dos cortas sin respiro, una rosa y comenzó a preparar la muerte del buen astado. No quería fallar. Sabía que podía triunfar y que el público quería premiarle. Sin embargo, en una de esas vueltas con el rejón de muerte en la mano, el toro se arrancó, descabalgó al joven zaragozano y lo lanzó contra el vallado, donde intentó cornearle. Momentos de angustia que, por fortuna, quedaron en nada, en un mal recuerdo, en un mal trago.

Langa cambió de caballo, se atracó de toro y dejó un rejonazo, que descordó al toro. Los auxiliares intentaron tapar un fallo que al público, o no se enteró o no le importó, porque pidió con tanta insistencia la segunda oreja que el palco acabó cediendo.

Ante el tercero, que no fue fácil, al jinete de Calatayud se le vio voluntarioso, incluso con desparpajo, pero bastante precipitado; además, se le atragantó algo el rejón letal y todo quedó en una ovación.

El torero local, por su parte, ofreció otras dos lecciones de arte. La primera la comenzó con Moura, un caballo debutante que consiguió parar al corretón que abrió plaza, En banderillas, con el toreo de costado de Brindis (antes Ronco) y el de cercanías de Beluga, siempre cara a cara con el toro, se metió al público en su bolsillo. Ya con Pirata, remató la magnífica labor con tres cortas sin respiro y un rejonazo.

Pese a tener asegurada la puerta grande, salió a por más frente al cuarto, que no pasó de colaborador. Tras pararlo con Napoleón, intentó encandilar con hermosinas a lomos de Disparate pero el toro no permitió tal lucimiento. Después, volvió a lucirse con el toreo en redondo y en cortas distancias de Viriato. Y finalizó con Pirata, que permitió a su dueño clavar dos cortas y un monumental para de cortas a dos manos. Un rejonazo prologó dos golpes de descabello y por ahí se escapó el cuarto trofeo.

Manzanares realizó dos faenas similares, con buen sentido del temple y de los tiempos. Firmó su mejor actuación en Estella.

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