El ganadero de Guadalix de la Sierra lidió toros correctos pero desiguales de presentación, con algunos ejemplares fuera de tipo, deslucidos y bajos de raza salvo el primero, con movilidad y fondo de casta.
Los toros de Victoriano del Río, que lidiará el 9 de julio en Pamplona, defraudaron a todos en la Beneficencia madrileña. El encierro, muy deslucido, impidió el lucimiento de las dos figuras que hicieron el paseíllo, El Juli y Perera.
Abrió plaza un toro bien hecho, bajo, descarado de pitones y que sacó en el último tercio movilidad y prontitud. Embistió sin embargo con tendencia a rebrincarse, puntear y sin terminar de entregarse.
El segundo fue un ejemplar deslucido, que manseó desde el principio barbeando tablas y mostrando una querencia brutal a los terrenos de adentro.
El tercero fue un astado con movilidad pero falto de entrega y que protestó en la muleta.
El cuarto, hondo y bien hecho, todo un tío, tuvo movilidad y nobleza pero acabó buscando el refugio de las tablas y le faltó entrega.
El quinto, un toro feo de hechuras, muy deslucido por falta de raza y que embistió con la cara alta y sin ninguna clase.
El sexto fue devuelto a los corrales por flojo -pudo haberse lesionado en el único puyazo que tomó-, saliendo en su lugar un sobrero con el hierro y la divisa de Montalvo. Fue éste un animal deslucido, desrazado y sin clase ni entrega.
Ante este mal conjunto, el resultado de los diestros fue el siguiente: El Juli (palmas, palmas y silencio) y Miguel Ángel Perera (silencio, silencio tras aviso y silencio). Lo mejor, la entrada, un lleno.