UN TRIUNFO ROTUNDO DE VALADEZ EVITA EL ESCÁNDALO EN CINTRUÉNIGO

Leo Valadez protagonizó un triunfo rotundo, de cuatro orejas, en Cintruénigo.

Gonzalo Caballero se negó a torear el sobrero, el cuarto bis, que acusaba un problema de visión. Reportaje fotográfico: Alberto Arelizalde.

Ganado: Seis toros de La Castilleja, el cuarto en condición de sobrero ya que el titular se partió la mano izquierda, desiguales de presentación, escasos de fuerza y de juego dispar; parado el primero, sin recorrido y protestón el segundo, manejable el tercero, inválido el cuarto, blando y sin recorrido el quinto y con movilidad el sexto.

Toreros: Gonzalo Caballero (silencio y pitos tras tres avisos), Javier Marín (silencio en ambos) y Leo Valadez (cuatro orejas).

Presidencia: A cargo de Francisco Javier Moreno, asesorado por José Luis Gil y la veterinaria Ana Isabel Pereira, muy mal, fatal, por sacar el pañuelo verde en vez del tercero blanco en el cuarto bis; o por no sacar el pañuelo verde en el primer o segundo tercio de dicho toro.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde nublada y agradable. El festejo comenzó con casi un cuarto de hora de retraso porque había una larga cola en taquilla. Valadez salió a hombros.

Pasaban doce minutos de las 6 de la tarde cuando rompió el paseíllo mientras en taquilla (sólo se había abierto una ventanilla) se agolpaban más de un centenar de aficionados para hacerse con un billete. No se esperó más y sonaron clarines.

Tuvo buen son el tercero y eso le permitió a Leo Valadez colocar tres pares de banderillas con fluidez. Enganchó al público el mexicano en ese instante. Hincó de nuevo las rodillas en el albero para torear con la muleta. Sin exigirle demasiado, le aplicó una lidia en la que no llegó a cruzar esa línea que separa los terrenos que verdaderamente queman pero que tuvo enganche. Cerró la obra metido entre los pitones con varios circulares y dos naturales que sí tuvieron hondura. Se tiró con todo y enterró el acero en lo alto. Dos orejas.

Conectó de nuevo al público con la tarde cuando saludó al sexto con el capote y vibró en el tercio de banderillas. Valadez logró una faena que tuvo momentos de gran transmisión; porque cuando el toro faltó, él le puso el resto.

Un suspiro duró el primero de la tarde; que fue tan noble como soso y se apagó en el momento que entró al caballo. Realizó una faena aseada ante un toro dulce. Gonzalo Caballero estuvo insistente con la muleta pero no logró que fluyera el toreo y luego se le atravesó el descabello.

Y aquí va la otra cara de la tarde. Bochornoso lo que se vivió con el cuarto, el segundo de Gonzalo, que fue bis ya que el titular se partió una mano. El sobrero, Rabero, fue del mismo hierro y acusó una falta de visión notable. Al parecer, en el apartado, los tres espadas se conjuraron para negarse a lidiarlo en caso de salir y así lo reflejaron en el acta. Mientras, los veterinarios le habían dado el visto bueno. Caballero se lo quiso hacer ver al presidente con gestos, también el resto de la cuadrilla, pero el palco no atendió a la petición de devolución y el público se comenzó a inquietar, y bastante bien se comportó porque les estaba robando un toro en la cara. Y eso duele y mucho cuando se pasa por taquilla. Imposible llevarlo metido con el capote y banderillearlo fue jugársela, porque un toro con ese problema es completamente incierto, no se sabe por dónde va a salir. Cambió el tercio la autoridad en medio del desconcierto y Gonzalo se negó a torearlo. Con la plaza despejada, el toro campaba a sus anchas. Sonó el primer aviso; después el segundo; y seguido, en vez del tercero, el que anunciaba que el animal debía regresar a los corrales, sacó un pañuelo verde, el de devolución, el que se saca para devolver un toro al corral y sustituirlo por otro. Podía haber sacado el verde en el primer tercio, incluso en el segundo, para devolver así el toro al corral, anunciar que no había un segundo sobrero y pasar a la salida del quinto. Vergonzoso cómo actuó el presidente. ¿Ordenado por alguien? Puede. Pero aquí era la máxima autoridad y el momento fue esperpéntico.

Respecto a Marín, no tuvo mejor suerte. Con dos afarolados trató de levantar el ánimo con el quinto pero la losa de lo vivido ya pesaba; y sumado a que el toro no ofreció grandes opciones, todavía más. Al astado le costaba arrancarse, y cuando lo lograba era bronco y se quedaba corto. Marín se justificó por ambos pitones pero el mal uso de los aceros empañó el gran esfuerzo del torero de la tierra; tres pinchazos imposibilitaron la concesión de un trofeo.

Con su primero, otro toro con lesión en la vista, algo que dejó claro en el encierro matinal, sufrió porque se quedaba tan abajo que le era imposible sacárselo cuando llegaba a la altura del estaquillador. Muy mala suerte la del navarro.

El torero mexicano se ganó al público y le endulzó un amargo trago. A hombros se marchó en vítores de ‘México’ y ‘torero’. Y felices todos.

Artículo basado en la crónica de Jesús Rubio, publicada en Diario de Navarra.

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