TRIUNFALISMO EN PAMPLONA POR UN PALCO DE TERCERA CATEGORÍA

Iván Fandiño toreando con la diestra al quinto.

Iván Fandiño toreando con la diestra al quinto.

Una pésima presidencia ordenó injustamente la vuelta al ruedo al quinto de la tarde.

Ganado: Seis toros de Victoriano del Río, desiguales de presencia, muy armados, astifinos, faltos de fuerza y de juego dispar; desde varios mansitos rajados hasta dos encastados, el tercero, aplaudido en el arrastre, y el quinto, injustamente premiado con la vuelta al ruedo.

Diestros. Juan José Padilla: silencio en ambos. Iván Fandiño: oreja y dos orejas tras aviso. Salió a hombros. Juan del Álamo: silencio en ambos.

Presidencia: A cargo de Javier Leoz, asesorado por César Fernández y Josetxo Gimeno, pésima, por regalar una oreja del segundo, por dar un aviso en el quinto en el momento más inoportuno y, sobre todo, por conceder una vuelta al ruedo a un toro que no fue ni picado; en este sentido, estuvo mal asesorado artísticamente.

Incidencias: Lleno aparente. Tarde agradable de nubes y claros. Iván Fandiño fue cogido por el segundo al salir de la suerte suprema; sufrió diversas contusiones y un varetazo en el muslo derecho, que no le impidieron continuar la lidia.

Señores concejales: si no saben, no suban al palco, por favor. La Fiesta de los toros es fiesta pero está minuciosamente reglada y conlleva seriedad y criterio para el buen desarrollo del espectáculo. Si saben, adelante, presidan, porque, además, con sus conocimientos no permitirán ser mal asesorados.

El pésimo criterio que mantuvo el palco convirtió a la plaza de Pamplona, de segunda según el reglamento, pero de primera a todos los efectos, en un coso de tercera, parecido a los de talanqueras.

El quinto toro, limitado por su carencia de fuerzas y encastadito, con calidad y repetidor en la muleta, no mereció la vuelta al ruedo. ¿Por qué? Porque no fue picado, porque vista su carencia de energías, el matador lo dejó crudo de cara a que aguantase en el último tercio. Resulta obligado recordar que es precisamente en la suerte de varas donde se mide la bravura del toro. Si en Las Ventas, el presidente de turno decide darle la vuelta al ruedo a este toro, habría levantado fuertes protestas de los aficionados, que en Madrid los hay, abundantes y buenos.

Pero es que, para más inri, la concesión de la vuelta al ruedo fue dada a destiempo. Las mulillas ya habían comenzado a arrastrar al buen Español, cuando el asesor artístico le indicó al presidente que sacara el pañuelo azul. Vamos, de opereta. Y, para rizar el rizo, el presidente le dio un aviso a Fandiño justo cuando el toro concluía su agonía y estaba a punto de doblar; aviso inoportuno; un palco con conocimientos taurinos habría esperado un poco, sólo un poquito más.

Y más después de una magnífica faena, como la que hizo Iván Fandiño. ¿Mereció las dos orejas? Discutible. En una plaza de primera sólo se le habría concedido una. La estocada cayó desprendida y la faena se asentó en la mano derecha y no se prodigó demasiado al natural.

El diestro vizcaíno comenzó el trasteo en los medios, con un cambiado por detrás. Siguió con la diestra ante un toro, el citado Español, con clase y ritmo, pero que inicialmente echó la cara arriba al salir del muletazo. Este defecto desapareció a mitad de faena y fue entonces cuando Fandiño ligó dos templadas series en redondo, que levantaron al público de sus asientos. Tras unas ceñidas manoletinas, el diestro se perfiló y, volcándose, dejó un estoconazo, algo desprendido; al toro le costó doblar pero, cuando lo hizo, la locura estalló en los tendidos pamploneses.

Para entonces, ya había paseado en triunfo una oreja del primero de su lote, un trofeo regalado por el palco, pues la petición nunca llegó a ser mayoritaria. Lo cierto es que el espada resultó espectacularmente cogido al salir de la suerte suprema y el percance causó sensación en cierta parte del público. Pero igual de cierto es que el toro, que punteaba por el derecho, se rajó y se fue al calor de su querencia, en terrenos de sol. Allí, Fandiño conectó con la solanera con pases por alto y molinetes, pero sin muletazos de verdad. Para antes del percance, ya lo había intentado matar con un metisaca, pero lo que pidieron la oreja no se acordaron de él. En cualquier caso, buena tarde del diestro de Orduña, que consiguió su tercera puerta grande en Pamplona, consecutivamente desde 2012.

Padilla tuvo la suerte de espaldas. Su primero se lastimó la mano izquierda y ya no hubo nada que hacer. Y el cuarto embistió sin clase, por lo que el lucimiento fue bastante escaso.

Del Álamo, por último, tuvo un lote toreable, de haber podido triunfar. A sus dos toros les instrumentó buenas series con la diestra pero falló al matar. Y así…

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