TERCERA DE LA FERIA DE TAFALLA. CRÓNICA. MUY VARIADO INTERÉS

Derechazo de mano baja de Francisco Marco al cuarto de la tarde.

Derechazo de mano baja de Francisco Marco al cuarto de la tarde.

Marco, Álvarez y Pinar causaron buena impresión por su entrega y saldaron la tarde con sendas orejas.

Ganado: Seis toros de Cebada Gago -segundo y cuarto con el segundo hierro, el de Salvador García Cebada-, cinqueños todos, bien presentados, serios de cara, que recibieron lo suyo en varas, de juego dispar aunque manteniendo siempre el interés; el tercero de la tarde fue aplaudido en el arrastre y el cuarto, ovacionado.

Francisco Marco: saludos desde el tercio y oreja.

Alberto Álvarez: saludos desde el tercio y oreja.

Rubén Pinar: oreja y silencio.

Presidencia: A cargo de Pablo Larrasoaña, asesorado por Pilar Soteras y Francisco Sagardía, bien, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Algo más de tres cuartos de plaza. Tarde soleada y calurosa. Álvarez hizo el paseíllo desmonterado. Saludó montera en mano, tras banderillear al cuarto, el subalterno Venturita, de la cuadrilla del diestro Marco. El banderillero Fernando Galindo, de la de Rubén Pinar, se lastimó una mano y pasó por la enfermería; por ello, el tafallés Pablo Simón banderilleó al que cerró plaza.

La corrida de Cebada Gago fue rica en matices. Como en botica, hubo de todo: toros buenos, regulares y malos. Independientemente del juego que ofrecieron, todos recibieron lo suyo en el peto y, pese a ello, no doblaron las manos en el último tercio. Eso sí, todos tuvieron, por culpa del encierro, cierta querencia a toriles. Lucieron buena presentación y respondieron a lo que les caracteriza. Con bondad, sosería, clase o peligro, es decir, al margen de su comportamiento, mantuvieron siempre el interés del aficionado y del gran público, de la plaza, lo que, en los tiempos que corren, no es poco.

Respecto a la mano de obra, y por orden de antigüedad, Francisco Marco logró una más que merecida oreja del cuarto, del segundo de su lote, un toro enrazado, algo brusco, que tuvo motor y transmisión. El espada estellés le ligó cuatro series con la diestra, con gusto y bajando la mano. Por el pitón izquierdo lo intentó, pero el toro no tenía la misma toreabilidad. Por tanto, optó por los invertidos y por otra tanda de derechazos, con la que cerró el trasteo. Sólo quedaba la suerte suprema. El diestro navarro se volcó y dejó media estocada tendida que sirvió. Fuerte petición de oreja, que el palco concedió y el torero paseó en triunfo a ritmo del pasodoble “Pablo Simón”; un bonito detalle de cara al banderillero local.

El que abrió plaza no fue un toro claro. Por arriba, tiraba tornillazos. Por el izquierdo, se desplazaba en corto recorrido y se revolvía enseguida. Y por el derecho, tomó mejor la muleta, aunque con una embestida cambiante. Debido a ello, la faena tuvo altibajos y alcanzó sus mejores momentos cuando Marco bajó la mano; la pena es que no lo toreó por abajo continuamente. En cualquier caso, pudo cortar una oreja de haber estado certero con el estoque; pero a la estocada le precedieron dos pinchazos y todo quedó en una ovación.

Álvarez, por su parte, ejecutó una faena voluntariosa ante su primero, escarbador y tardo. Por tal razón, el trasteo no tuvo la ligazón deseada aunque sí grandes dosis

de entrega. Mató de un pinchazo, una estocada perpendicular y un descabello, y por ahí se le esfumó un posible triunfo.

Sabedor de que sus compañeros habían cortado una oreja, salió a por todas frente al quinto, un toro con marcada querencia a toriles, que resultó encastado en el último tercio hasta que se rajó, demasiado pronto. El diestro aragonés debió lidiarlo en otros terrenos para impedir que cantase la gallina o, al menos, retrasar este hecho. Hasta rajarse, lo toreó muy bien con la diestra, incluso con cierto gusto. Pero después, ese gusto dio paso al valor y a la voluntad, cualidades que se plasmaron en un trofeo.

Pinar logró un trofeo de poco peso ante el bondadoso tercero tras una faena a media altura en la que no se decidió a bajar la mano. El sexto fue un ejemplar sosote, que embistió en corto recorrido y sin humillar demasiado. El albaceteño dibujó una faena de muchos muletazos pero de escaso contenido, malograda con un bajonazo.

Y de lo mejor de la tarde fueron los dos quites providenciales que realizó Manolito de los Reyes en el segundo tercio del tercer toro. A tal señor, tal honor.

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