Es la historia de una sucesión de despropósitos. Entomólogo atesoró muchísima calidad. Hasta aquí todos de acuerdo. Sin embargo, no cumplió en varas, en el peto, el medidor de la bravura de un toro. Por tanto, pese a la petición popular, el asesor artístico tenía que haber desaconsejado una posible decisión de indulto. Y más sabiendo que el reglamento de Navarra lo prohibía. Sólo lo permite en Pamplona.
No fue así. Y le aconsejó que tirara para adelante. Y así lo hizo, pasándose por el forro las indicaciones de la autoridad, de la Policía Foral. Ésta, enojada, fue tajante: ni contigo ni sin ti y, con cierta alevosía y nocturnidad, apuntilló en un corral al toro indultado. El ganadero sigue sin digerir lo sucedido: quería a ese toro para semental.
Según me explicó un policía foral de los presentes en el desaguisado, redactarán un expediente de los hechos, que llevarán a Interior y será este departamento del Gobierno de Navarra el que decida, el que puede dictar una sanción.
Intentemos aclarar el disparate. En la legislatura de Zapatero, los toros pasaron a depender de Cultura y no de Interior, algo que nunca se hizo efectivo, por lo menos en Navarra. Si ese cambio se hubiese ejecutado, la Policía Foral no pintaría nada ni ese festejo ni en cualquier otro taurino.
No es el caso. Se mantiene ese reglamento, creo que de 1992, que se quedado completamente obsoleto. Un toro bravo puede ser lidiado en cualquier plaza. Por tanto, puede ser indultado también en cualquiera. Ahora bien, el toro de una plaza de primera tendrá unas hechuras que poseerá el lidiado en una de cuarta, lógicamente. Por tanto, el indulto no debe quedar en manos del público. En la mayoría de las plazas, se trata de un público festivo y que mayoritariamente no tiene grandes conocimientos taurinos. La decisión final debe venir dada por el ganadero y, en su ausencia, por el mayoral.
El criador de bravo debe tener la última palabra. Aunque un toro haya dado un gran juego, puede darse el caso de que no le interese indultarlo al ganadero, quizá porque ha anotado matices muy particulares que no le acaban de convencer para que el presidente luzca el pañuelo naranja, ése que, respecto a Navarra, sólo debería estar presente en la plaza de Pamplona y no en las demás. Si en otras plazas navarras, había pañuelo naranja era por un fallo, por un descuido de la autoridad, de la Policía Foral, en este caso.
Mora, un gran torero
Polémicos indultos aparte, lo que quedó demostrado en Estella fue la gran dimensión artística del toreo de David Mora. Bien frente al que abrió plaza y magistral ante ese cuarto, ante ese Entomólogo. Quizá, si llega a caer en otras manos, no se habría alcanzado esa posibilidad de indulto. Toreó con temple, quietud, suavidad, al desmayo, barriendo la arena con la muleta. A quienes le hemos visto torear en bastantes otras ocasiones, no nos sorprendió pero sí nos volvió a emocionar.
Sin embargo, el madrileño está padeciendo una de las muchas injusticias que se registran en el mundo del toreo. Mora fue el triunfador de la feria pamplonesa de 2012. También salió a hombros en 2013. Al año siguiente, fue contratado para dos tardes pero no logró recuperarse de la muy grave cornada que sufrió en Las Ventas durante San Isidro y se vio obligado a causar baja. Pese a ello, se desplazó el día 8 hasta la capital navarra para recoger en el Hotel Sancho Ramírez el premio Detalle para el Recuerdo, correspondiente al año anterior.
Al año siguiente, logra salir a hombros en Las Ventas, cuando la Meca ya había cerrado prácticamente los carteles y no habían contado con él. Tras el triunfo venteño, sí. Le llamaron, le ofrecieron lo que pudieron y no hubo acuerdo. Desde entonces, no ha vuelto. La comisión taurina de la Casa de Misericordia no ha vuelto a contar con él, no ha llamado a su apoderado, Antonio Tejero.
David Mora merecía haber entrado en los carteles de 2016, 2017 y 2018. El desencuentro entre su apoderado y un veterano comisionado de la Meca no tiene por qué pagarlo el torero. Por ello, tras su triunfo en Estella, David Mora ha vuelto a llamar a las puertas de Pamplona con el mejor arguemento: su toreo. Y se le deben abrir. 2019 debe ser el de su regreso a la Feria de San Fermín, que, por cierto, no anda nada sobrada de figuras.