REYNO DE NAVARRA, REYNO DEL REJONEO

Hermoso de Mendoza y Armendáriz rubricaron una tarde para la historia taurina de Pamplona.

Los dos caballeros navarros salieron a hombros tras repartirse cuatro orejas de un buen encierro de San Mateo.

Ficha técnica:
Ganado: Cinco toros de San Mateo y uno de San Pelayo, quinto, del mismo propietario y de la misma procedencia, bien presentados, correctamente despuntados y de buen juego en general, por colaboradores y codiciosos.
Diestros.

Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas y saludos desde el tercio tras petición de oreja. Salió a hombros.

Sergio Galán: oreja y saludos desde el tercio.

Roberto Armendáriz: vuelta al ruedo y dos orejas. Salió a hombros.

Presidencia. A cargo de Pedro Bañales, asesorado por Javier Eguíluz y Miguel Reta, mostró un peculiar concepto en la condescendiente concesión de trofeos. Por lo demás, sin problemas.
Incidencias. Lleno hasta la bandera. Tarde soleada y agradable. Magnífico ambiente en toda la plaza, tanto en sol como en sombra.

Se dice que el toreo a pie nació en Navarra. Y es cierto. No así el rejoneo, que hasta hace pocos años fue un coto sureño, un cortijo de señoritos andaluces que se entretenían jugando con caballos ante un toro. Tras el festejo de ayer, sin embargo, quedó claro que ese tiempo ha pasado, que ahora se torea a caballo, y muy bien, y que al maestro del toreo a caballo, tanto en la plaza como fuera de ella, se ha unido su alumno más fiel, que no desaprovechó su segunda oportunidad en Pamplona y puso los tendidos, ocupados por veinte mil almas, que se dice pronto, al rojo vivo.

Esas veinte mil personas tuvieron la suerte de presenciar una tarde de toreo a caballo para el recuerdo. Por dos motivos. Por un lado, por el buen hacer de Pablo Hermoso de Mendoza, que no sorprendió a nadie con su toreo de alta escuela, de muchos quilates.

El de Estella mereció salir a hombros, pero tras haber cortado una oreja de cada uno de su lote, y no las dos de ese primero sosote, falto de codicia, que trotó, no galopó, tras las monturas.

Realizó una muy buena faena pero la materia prima le restó importancia al toreo de costado de Chenel, al de cercanías, en redondo, de Ícaro, y a la atrevida soltura de Pirata. La labor del de Estella frente al cuarto mereció recompensa pese a que el cuatreño tardó en doblar. Curro de salida, Manolete y Machado en banderillas, y, otra vez, el incansable Pirata en el último tercio, conjuntaron un gran trasteo ante un magnífico toro. En cualquier caso, a la leyenda del rejoneo se le volverá a ver en la capital navarra el año próximo.

Y lo mismo sucederá, por otro lado, con la gran revelación, con el joven Armendáriz, que mostró frescura, decisión, ideas claras y, sobre todo, un magnífico concepto del toreo a caballo. Y lo mejor: al igual que le sucedió a Pablo hace muchos años en un festejo televisado en Zaragoza, que le sirvió de catapulta, en la tarde de ayer, las cámaras de televisión divulgaron el buen hacer del caballero de Noain. Cierto es que se llevó el lote de la tarde, dos grandes toros que fueron aplaudidos en el arrastre con total justicia.

Pero los supo aprovechar. Estuvo a punto de reventar la plaza pamplonesa, algo nada fácil, frente a su primero, pero falló al matar, después de un gran trasteo con una novedad llamada Zelador y con dos veteranas monturas como Ranchero y Polvorilla.
Con otro caballos de los nuevos, el llamado Trasnochador, se tiró a matar con frescura, sin acusar nervios, pero no acertó y los posibles trofeos se redujeron a una triunfal vuelta al ruedo.

Frente al sexto, por el contrario, toreó, convenció e hizo vibrar a un público que no tuvo otro remedio que entregarse. Con Noain de salida, supo acabar con la querencia del toro a tablas, un ejemplar que, como buen murubeño y como el resto de sus hermanos, salió abanto. Después en banderillas, Armendáriz demostró quién es y quién va a ser, primero con el toreo de costado sobre Prometido, un toreo muy medido y templado, y después con las ajustadas y precisas piruetas de Zamorino, que rindieron al público. De nuevo con Trasnochador, dejó un rejón letal que sirvió, de efectos bastante rápidos, que convirtieron el coso en el más alegre y festivo manicomio.

Por último, Galán no pudo sumar su novena puerta grande consecutiva.
Paseó con justicia un trofeo de su primero pero falló a la hora de matar al quinto y, posiblemente, dijo adiós a una Pamplona que siempre le ha querido.

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