Ambos novilleros disfrutaron en un tentadero de alta nota, en el que destacó por su bravura la cuarta y última erala de Ganadería de Pincha. Fotografías: Miguel Monreal.
Cada año son más los clubs y peñas taurinas que desean presenciar uno de los tentaderos que se llevan a cabo en El Ontanal, dado el buen juego que ofrece la materia prima. En este sentido, le tocó el turno ayer al Club Taurino de Pamplona. Una treintena de aficionados de la capital navarra presenció la prueba de bravura de cuatro eralas de Ganadería de Pincha y el buen hacer ante ellas de los novilleros Raquel Martín y Diego Bastos.
Fue la novillera salmantina quien abrió la prueba. Se encontró en primer lugar con una vaca muy brava, tanto en el caballo como en la muleta; en ella tuvo nobleza, repetición y durabilidad. Ante ella, a Martín se le vio muy toreada, tranquila, y toreó muy pausada. En su segunda intervención, frente a la tercera, corroboró la buena imagen dejada. A esa vaca no hubo manera de sacarla del peto; fue muy brava ante el caballo del buen Ramitos pero se estropeó algo con su entrega. Por ello, llegó con poca fuerza a la muleta aunque atesoró clase, cualidad que aprovechó la joven salmantina, quien demostró que, si nada se tuerce, tiene muy buena proyección de futuro.
Y lo mismo ocurrió con Diego Bastos. Su primera fue la única mansa en el caballo pero atesoró mucha clase en la muleta. El novillero sevillano toreó con mando, sabiendo siempre lo que se traía entre manos.
Después, tuvo la fortuna de que le correspondió la cuarta, una vaca extraordinaria, fuera de lo común, la deseada por cualquier ganadero de bravo. Tomó nada menos que siete varas, arrancándose desde el otro lado de la plaza y acudiendo al peto siempre pronta, sin pensarlo y con alegre tranco. Y en la muleta atesoró todas las cualidades deseadas: tuvo durabilidad, nobleza, fijeza, recorrido, clase, embistió muy humillada, con el hocico barriendo la arena. Bastos aprovechó su condición y realizó una faena larga, templada, variada, por ambos pitones. Se recreó con ella, ya que será difícil que tiente otra tan brava y completa.
Respecto a otros detalles, destacó el buen hacer del banderillero local José Manuel Rodríguez, que volvió a mostrarse como un magnífico auxiliador. En la tienta, intervinieron también el rejoneador calagurritano Sergio Domínguez, que montó diversos caballos, y, como tapias, Pablo Hernández –el consentido del Club Taurino de Pamplona, como dirían en México-, la riojana Patricia Sacristán y la aragonesa Gabriela Mayor; los tres pudieron salir a torear una vaca cada uno y se sintieron toreros.
Terminado el tentadero, José Antonio Baigorri convidó a un buen vino a los socios del Club Taurino de Pamplona y esta entidad agasajó al ganadero y a su esposa, Rosa Domínguez, con la imposición del pañuelo rojo de la entidad taurina, que está celebrando sus setenta y cinco años de existencia.