PUERTA GRANDE PARA PERERA ANTE UN DÉBIL ENCIERRO DE JANDILLA

Miguel Ángel Perera se erigió en triunfador de la tarde.

Miguel Ángel Perera se erigió en triunfador de la tarde.

Castella, gélido, se fue de vacío y Fandiño arrancó una oreja del sexto a fuerza de tesón.

Ganado: Cinco toros de Jandilla y uno, el quinto, de Vegahermosa, del mismo propietario e igual procedencia, bien presentados, serios de cara sin exageraciones, nobles, algunos con calidad, pero de escasas fuerzas; el segundo fue aplaudido en el arrastre.

Diestros. Sebastian Castella: silencio tras aviso y silencio. Miguel Ángel Perera: oreja con petición de la segunda tras aviso y oreja. Salió a hombros. Iván Fandiño: silencio y oreja.

Presidencia: A cargo de Cristina Sanz, asesorada por María Resano y Fernando Moreno, sacó tarde, a destiempo el pañuelo para conceder una oreja del sexto; por lo demás, cumplió bien su cometido y tuvo buen criterio al no conceder la segunda oreja del segundo, pues la faena no mereció ese segundo trofeo.

Incidencias: Lleno aparente. Tarde fresca y nublada, con ligera lluvia durante la lidia del tercero y del quinto. En la enfermería, sin novedad.

Cuando en una feria que se enorgullece de llamarse “del Toro” (con mayúscula), la suerte de varas se convierte en puro trámite, casi en pantomima, algo no está funcionando bien. O debería cambiar el concepto, el de la vara de medir la bravura, o pasar a llamarse feria del torito (con minúscula).

Lo cierto es que ayer asistimos a otro festejo en el que hubo puerta grande, en el que el público volvió a dar muestras de su generosidad, y en el que se lidió un encierro muy apto para las figuras, con las fuerzas contadas, para estar a gusto en la cara del astado. Por eso, la corrida de Jandilla llevó más a la decepción que al entusiasmo, porque se esperaba más de ella, porque el aficionado mantenía la esperanza de ver más toro que el que presenció.

Tres estilos

Respecto a la mano de obra, uno de los diestros se llevó el triunfo, merecido en conjunto, otro lo buscó, pero careció de materia prima para tal objetivo, y un tercero, el más veterano, que se mostró más frío que la tarde, no transmitió emociones y acabó aburriendo hasta al del bombo de La Jarana.

Castella lidió dos toros de bastante parecida condición: ambos nobles, justísimos de fuerzas pero con cierta calidad, con fijeza y repetidores. Gracias a sus tablas, a ambos los toreó en los medios y consiguió que se tuvieran en pie, que terminaran sus respectivas faenas sin caerse; eso sí, después de mimarlos mucho en varas.

Para evitar que se cayesen, los toreó en cortas distancias y los llevó muy empapados en la muleta. De este modo, tanto en el segundo como el quinto, se sucedieron las series derechazos y el toreo en redondo, con algunos muletazos a cámara lenta.

Su segunda faena, además, se cimentó en mejores argumentos al natural, en dos buenas series, y en esos naturales con ambos manos que pusieron fin a la buena faena.

En ambas hubo limpieza, temple y quietud; las realizó en mínimos terrenos, lo que fue otra de sus virtudes.

A su primero lo mató de una estoconazo tendido; al quinto, de un espadazo previo pinchazo. Oreja en ambos y nuevo triunfo, no de gran dimensión, en la capital navarra.

Sin sensaciones

El francés Castella, por su parte, realizó dos faenas similares, ambas basadas en la diestra, también en los medios, largas y de calidad. Pero al diestro no es que le viese frío sino gélido, sin transmitir emociones al público y en ocasiones mostró un toreo mecanizado, carente de sangre caliente. Su segunda faena, además, la alargó demasiado, sin sentido, y acabó aburriendo a un gato de escayola.

El peor lote

Fandiño, por último, ayer quiso, como siempre que se viste de luces, pero no pudo. El diestro de Orduña sorteó el peor lote, el menos apto para el triunfo.

Su primero fue el garbanzo negro del encierro. Se encontró con un toro brusco, de embestida descompuesta, que echaba la cara muy arriba. El espada vizcaíno estuvo en el sitio, lo toreó con la diestra y estuvo siempre por encima del astado; el lucimiento fue escaso porque el de Jandilla no lo permitió.

Su segundo, el sexto y último, fue algo menos malo. Se quedaba muy corto por el derecho y tragaba sin ninguna clase por el otro pitón. Fandiño mostró una disposición magnífica. Se resistía a irse de vacío, sin probar la calidad jandilla. Lo toreó por ambos pitones, en series cortas, cargadas de voluntad, de hambre torera, no de quilates artísticos.

Pero enterró el estoque, que cayó muy tendido. El toro rodó y el público reaccionó premiándole con una oreja, trofeo no de arte sino de estupenda disposición, algo que siempre es de agradecer.

Al final, como suele suceder, la tarde de expectación concluyó con cierta decepción, por la materia prima, por este tiempo falto de calor, por la actitud de algún espada. No sé… Algo falló.

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