Una tormenta deslució una corrida de toros en la que Francisco Marco cortó la única oreja de la desapacible tarde. Galería fotográfica (Galdona)
Ganado: Seis toros de Tomás Prieto de la Cal, bien presentados, cómodos de cara, que cumplieron en varas, nobles, dejándose hacer, los tres primeros, deslucido el cuarto, con sentido el quinto y soso el que cerró plaza.
Diestros: Francisco Marco (oreja y saludos desde el tercio), Octavio Chacón (silencio tras aviso y silencio) y Esaú Fernández (silencio tras aviso y silencio).
Presidencia: A cargo de Juan Andrés Ramírez, asesorado por el veterinario Antonio Puig Ayestarán y por Andrés Baztán, cumplió correctamente su cometido.
Incidencias: Más de dos tercios de plaza. Tarde gris y lluviosa. Una tormenta retrasó quince minutos el inicio del festejo. Se guardó un minuto de silencio por el reciente fallecimiento del diestro Víctor Barrio y de Jesús Sádaba “Calandria”, transportista de la casa Macua. Chacón, que hizo el paseíllo desmonterado, sustituyó a Juan Pablo Sánchez.
Dicen que la historia nunca que se repite dos veces, o que sí… No sé. Lo cierto es que toros de Prieto de la Cal se lidiaron en Tafalla hace cinco años, en 2011, por estas mismas fechas y que en aquella tarde los chaparrones tormentosos deslucieron el festejo. Pues bien, ayer sucedió, más o menos, lo mismo. Un viento huracanado diez minutos antes de la hora señalada para comenzar la corrida de toros hizo pensar en lo peor y obligó a retrasar el inicio un cuarto de hora.
Una vez hecho el paseíllo, una buena parte de los aficionados tuvo que soportar una par de aguaceros. A partir de ahí, las inclemencias climáticas desaparecieron y la lidia transcurrió con normalidad. Aunque ya nunca fue lo mismo.
En lo referente a la materia prima, el encierro vazqueño -tres negros y tres jaboneros- provocó división de opiniones. A unos les decepcionó sin paliativos y a otros les pareció interesante.
En el tercio de varas, los seis toros acudieron dos veces al caballo y varios empujaron algo en el segundo encuentro, el importante. El quinto fue puesto lejos del varilarguero y se arrancó de largo, pero luego no fue bien picado. Quizá el mejor picado fue el primero, el que abrió plaza.
Y en la muleta, los tres primeros tuvieron nobleza y con ella aceptaron el engaño, aunque les faltó clase. Los otros tres bajaron claramente la nota del conjunto.
Buena disposición
Respecto a la mano de obra, el triunfador de la tarde fue Francisco Marco, ya que, a diferencia de sus compañeros, logró cortar una oreja, la única que se concedió., y lo hizo del que acabó siendo el mejor toro, el que abrió plaza, el jabonero Limpiabotas.
Este cuatreño, justo de fuerza, derrochó fijeza y atesoró nobleza por el derecho. Por el otro pitón, resultó completamente deslucido. El matador de toros navarro lo toreó con buen son, tanto en redondo como por derechazos hasta que el animal dijo basta y decidió rajarse. El estellés lo mató de una estocada hasta la bola que hizo innecesaria la puntilla.
Al deslucido cuarto, que presentó complicaciones, lo exprimió por el pitón derecho y le sacó hasta el último muletazo que tenía. Labor de tesón, de fe en sí mismo, culminada con una algo desprendida.
Chacón dejó buena imagen. Se lució por naturales ante el segundo y mostró también buen estilo con la diestra; calentó con molinetes y desplantes pero falló al matar. Ante el quinto, con sentido, que sabía lo que se dejaba atrás, no pudo hacer más que justificarse.
Fernández, por último, no pasó de voluntarioso. Toreó algo acelerado a su primero, cuando debió hacerlo con mayor serenidad. Y nunca acabó de entenderse con el soso sexto; es decir, sí pero no…