Puerta grande para Miguel Ángel Perera, que le cortó las dos orejas a ese toro, el quinto, ‘Zángano’, y que ya había conseguido otra del primero de su lote.
Ganado: Dos erales para rejones y cuatro cuatreños de Torrealta, cómodos de cara todos y colaboradores; destacó el quinto, Zángano-59, para el que se pidió el indulto y fue premiado con la vuelta al ruedo.
Toreros: Roberto Armendáriz (saludos tras petición y silencio tras aviso), Miguel Ángel Perera (oreja tras aviso y dos orejas tras aviso) y Pablo Aguado (silencio y oreja).
Presidencia: A cargo de Francisco Javier Moreno Aragón, asesorado por José Luis Gil y la veterinaria por Rosa López, actuó con severidad, lidiando de forma acertada la petición de indulto que no permite el reglamento navarro.
Incidencias: Algo menos de dos tercios de plaza. Temperatura agradable. Miguel Ángel Perera salió a hombros.
Hay hierros históricos y hierros con historia. El de Torrealta es de estos segundos. Siempre asociado a fechas de hemeroteca y triunfos elevados a mito, pasa desapercibido a veces para los aficionados a la hora de hablar de toros. Y sin embargo, cuando echa un toro excepcional y tiene suerte en el sorteo, tiembla el cuadro.
Sucedió ayer mediado el quinto turno de la tarde. Asomó por chiqueros el toro mejor hecho hasta ese momento y a Miguel Ángel Perera le costó pocos segundos medirlo con el capote. Un puyazo cumplidor, un quite por chicuelinas y, tras un tercio de banderillas discreto, el castaño Zángano-59 quedó presto para el último tercio.
Los toros buenos suelen ir de menos a más, pero el de Torrealta ya hacía el avión en la segunda tanda de derechazos. Miguel Ángel Perera, que parece vivir una tercera juventud, estuvo exigente con el animal desde el principio, sin medias alturas ni otras ayudas y paradójicamente, el tranco del toro iba mejorando a cada tanda de derechazos y naturales.
El toro de Pilar Prado humillaba y embestía con la boca cerrada en una de esas faenas kilométricas de Perera, hasta poner en pie a un público cirbonero que sólo ve una corrida al año pero la disfruta con intensidad.
Cuando el matador comenzó con las trenzas y luquecinas el clamor comenzó a derivar en una petición de indulto bastante espontánea, inédita en esta década en Navarra. Siendo informado desde la barrera sobre la reglamentación foral, Perera empuñó la espada para estoquear a un gran ejemplar. Dos orejas, vuelta al ruedo al toro y un clamor en torno a un matador excepcionalmente sonriente, que sigue siendo capaz de seducir a profesionales y público tras dos décadas de alternativa.
En comparación, el resto de la tarde fue un aditamento. Un Roberto Armendáriz muy discreto apenas dejó momentos ni de disfrute ni para el recuerdo. Pablo Aguado se salvó del naufragio gracias al toreo accesorio. Porque en el sorteo de ayer muchos tuvieron suerte: torero, toro y el público cirbonero, al que, en una sola corrida, le tocó el gordo.
Fotografías e información de Pascal Lizarraga, publicadas en Diario de Navarra.