PABLO HERMOSO CUELGA EL ‘NO HAY BILLETES’ EN LA PLAZA DE LISBOA

Hermoso de Mendoza, dando la vuelta al ruedo en Lisboa junto al cabo de los Forcados de Santarem.

Hermoso de Mendoza, dando la vuelta al ruedo en Lisboa junto al cabo de los Forcados de Santarem.

El caballero navarro logró dar dos vueltas al ruedo de Campo Pequeño, en la corrida 2.200 de su profesión.

Ganado: Seis toros de David Ribeiro Telles, bien presentados, nobles, con un sexto bravo, aunque alguno falto de transmisión.

Rejoneadores: Pablo Hermoso de Mendoza (vuelta en ambos), Joao Moura jr (vuelta en ambos) y Joao Ribeiro Telles (vuelta en ambos).

Incidencias: Plaza de Campo Pequeño, en Lisboa (Portugal). Lleno de ‘no hay billetes’ (‘esgotado’ en portugués). Corrida conmemorativa del centenario de los Forcados de Santarem, que dieron nueve vueltas al ruedo y todos salieron a hombros; al inicio del festejo, el presidente de la República les concedió la distinción Orden de Mérito. El ganadero también dio la vuelta al ruedo al final de la corrida.

Pablo Hermoso de Mendoza celebró el jueves pasado los veinte años pasados desde su debut en la plaza lisboeta de Campo Pequeño -14 de julio de 1995- y lo hizo en la que fue la corrida 2.200 de su profesión, en una noche en la que la auténtica catedral del toreo a caballo colgó el cartel de ‘esgotado’ (‘no hay billetes’) por primera vez en esta temporada.

En lo propiamente taurino, construyó a base de sabiduría dos lidias distintas. Muy solvente y serena la rubricada con el que rompió plaza, un bonito ejemplar de 568 kilos, al que recibió con Napoleón. Dos recortes para pararlo y después hierros de castigo de frente y templados. Seguidamente, llegó la presentación de Berlín, con el que dejó cinco banderillas, de ajustadísima y celebrada ejecución. Las hubo en los medios y algunas al sesgo, que era donde el toro tenía más dificultad porque cortaba la salida al caballo y se le ponía por delante. Y además toreó de costado, llevando al toro embebido en su cola. Todo ello hizo que fuese despedido con una fuerte ovación.

Frente al cuarto, un toro hondo de 658 kilos que se paró pronto, el caballero navarro se entregó al límite, alargando la faena para extraer el máximo partido de su oponente a lo largo de una labor de buena nota, que los aficionados supieron reconocer. Con Churumay, colocó con maestría los hierros de castigo. Después, con Disparate, se estrelló una y otra vez ante la inmovilidad del astado y puso todo y más de su parte para lucir y para arrancarle algún galope. Todo el lucimiento vendría en cinco banderillas, marcando al pitón contrario y llegando hasta el mismo morro del astado. Al final, el estellés puso con piruetas todo lo que el astado no daba. Sacó a Pirata y se lució con las cortas, que calentaron los tendidos. Remató su faena con un par a dos manos en el que el jinete lo tuvo que hacer ante un toro inmóvil. La variedad del espectáculo gustó al público, que comprendió que el maestro había luchado contra el peor lote de la noche.

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