ORLANDO GIL VUELVA A CAMINAR, CON LA AYUDA DE TODOS LOS SUYOS

Orlando Gil junto a su esposa, Magdalena Guerrero, el miércoles pasado.  Fotografía: Ignacio Murillo.

Orlando Gil junto a su esposa, Magdalena Guerrero, el miércoles pasado. Fotografía: Ignacio Murillo.

El corredor de San Adrián Orlando Gil Santolaya resultó herido muy grave en Lodosa tras golpearse en la cabeza en la suelta de vaquillas. Ha pasado casi 25 días en coma muy grave. Ahora ya disfruta de la vida, junto a su familia y sus amigos.

A Orlando le gustaría correr un encierro. Hoy mismo. Sin tardar. Tiene ganas de volver a lucir su camiseta con su nombre y las cintas de la virgen del Pilar amarradas a su cintura. “Sólo dos veces no me las puse, las dos veces me pasó algo”, asegura. Orlando es un hombre menudo y ha vuelto a vivir.“Podría estar muerto, pero aquí estoy”, comenta lúcido. “Eso ni en broma”, le regaña su mujer Magdalena Guerrero, atenta y permanentemente a su lado.

Hace justo seis semanas, Orlando Gil Santolaya, de 54 años y de San Adrián, fue empujado por una vaca en la plaza de Lodosa después de concluir el toro ensogado. Corría en busca del burladero cuando la fatalidad quiso que se golpeara la cabeza contra el hormigón de las gradas. “No recuerdo nada. Continuamente me viene a la cabeza la cogida de otro chico el fin de semana anterior. Pero de lo que me pasó a mí nada de nada”, asegura ahora.

El dramático momento fue vivido en directo por su familia, que había acudido a Lodosa no sólo por la afición taurina de Orlando, sino por un partido de fútbol de uno de sus hijos. “Vi todo lo que ocurría desde la grada, enseguida nos dimos cuenta de que era grave. Lo atendieron muy bien, hubo gente que se volcó para reanimarlo”, relata ahora Guerrero.

Ponerse en lo peor

Los médicos pusieron a la familia en lo peor sobre su recuperación. Los coágulos en el cerebro obligaron a intervenir para descomprimir la cabeza y el primer intento para despertarle fue en vano. Seguía la fiebre y Orlando continuaba sumido en su sueño, ajeno al movimiento que su cogida había desembocado por las redes sociales.

“No sabía yo que le querían tanto”, comenta ahora su esposa, desbordada durante muchos días por los mensajes que les llegaban de ánimo.

#FuerzaOrlando fue la consigna en Facebook, Twitter y en decenas de camisetas de corredores y amigos lucieron la frase jaleando en la distancia una recuperación que no llegaba. “No sé si sabéis que ayer por la tarde fue operado de urgencia. De momento sigue estable dentro de la gravedad. Sigue sedado y en coma”, rezaba uno de los mensajes de Facebook el 11 de octubre, unos días después de la cogida.

Tres semanas después de lo sucedido, el hijo mayor del matrimonio, Íker, debía partir a Barcelona. “¿Es que no te vas a despedir papá?”, le dijo a su padre todavía en coma. En ese momento, Orlando Gil abrió los ojos. “Pensábamos que era un acto reflejo, nada más. Pero al rato le dijimos que si nos oía, que sacara la lengua”, cuenta aún emocionada su mujer sobre el despertar del vecino de San Adrián. “Orlando sacó la lengua para felicidad de su familia y para sorpresa de los médicos, que veían cómo hasta ese momento habían pasado los días sin que avanzara la situación.

Salida de la UCI

Orlando Gil abandonó la UCI del Complejo Hospitalario de Navarra la semana pasada y ocupa ahora una habitación en la Clínica Ubarmin de Elcano, (Egüés) donde recibe a diario la rehabilitación. Habla con desparpajo, recuerda a sus amigos, repasa todos los lugares donde ha corrido y se propone volver pronto a ponerse delante de la cara de un toro. “Yo no he sido de vaquillas, siempre de toros, que es lo que me gusta.

He corrido en todos los sitios, desde Pamplona hasta San Sebastián de los Reyes,

Cuellar (Segovia), Castellón, Lodosa, Alfaro (La Rioja), Tafalla o cualquier lugar donde haya encierros”, relata con su memoria en plena recuperación. “Este año hice unas carreras divinas”, se emociona mientras piensa ya en ir a pasar un día a la finca de Miguel Reta, pastor de encierros y ganadero, hasta que en primavera y verano vuelvan los encierros. Y repasa sin cesar anécdotas de los encierros, personajes que se amontonan en su mente en plena ebullición, como si quisiera recuperar el tiempo que ha estado dormido.

Si hace buen día, como los de la semana pasada, Orlando y su mujer aprovechan para tomar el aire en el exterior de la clínica. Aún está débil y no tiene mucha fuerza en las piernas. Aún así, de forma imprevista, se levanta y camina unos pasos. Lo hace con cierta seguridad y el aplomo de quien busca volver a la normalidad lo antes posible. “Todavía me quedará una operación y seguir haciendo rehabilitación. En casa tengo una pesa y ahí seguiré trabajando”, pronostica.

Su mujer asegura que ha vuelto a comer con apetito, que ha recobrado su carácter y que, incluso, le pide ya algún cigarro, aunque los médicos se lo tienen prohibido. La recuperación será lenta, pero Orlando ya ha despertado, quizá lo más complicado de todo el proceso. Orlando ahora sueña despierto con volver a ponerse delante de un toro, con su camiseta de “Ganados San Adrián” y las cintas de la Virgen del Pilar a la cintura. “Con ellas nunca me pasa nada”.

Reportaje de Ignacio Murillo para Diario de Navarra.

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