MARCILLA CELEBRA UN CONCURSO DE ANILLAS EN APOYO A LOS GANADEROS

Momento en el que el valenciano Mori Moreno clava una anilla en Marcilla. Imagen, Alberto Galdona.

Los 600 abonos para siete festejos, todos de carácter popular, se vendieron en solo día y medio.

La tan socorrida expresión de que “no hay fiestas sin vacas”, reflejo de la afición elevada a categoría de pasión en la mitad sur de Navarra, retrató el ambiente creado en la plaza portátil de Marcilla. Javier Zabalza Chamorro, que venido de Rada fue de la partida de 24 recortadores en un concurso nacional de anillas, recurrió a la tópica descripción minutos antes de las seis de la tarde que, en una tarde bendecida por el sol, es anuncio de fiesta sobre el albero.

Aunque de manera oficial no hubo fiestas, el alcalde, Mario Fabio Calero, sintió el hormigueo que le asalta cada año en torno a San Bartolomé, cuando la localidad queda sumergida en un clima de alborozo por las esperadas celebraciones populares. Como maestro de la lidia que escucha halagos por su valor, en los días previos atendió de sus convecinos una suerte de alabanzas: “¡Qué valiente eres!”. “¿Por qué?”, recibió por interpelación en los prolegómenos del arranque de la feria. “Por haberla organizado en la semana que debía corresponder a las fiestas”, significó.

Su respuesta, como el reconocimiento obtenido, se produjo entre opiniones contrarias de quienes aplauden un esfuerzo de revitalización del sector taurino y de los que se escudan en la cautela cuando sigue acechando la pandemia. Fabo reiteró su discurso de no dividir el calendario entre fiestas y no fiestas para evitar un doble escenario de encuentros.

Abonos vistos y no vistos

Con un trasfondo de pareceres contrarios, en el que el propio edil reconoció en la víspera estar expuesto a recibir críticas por los actos de esta semana, habló la afición taurina en una localidad de 2.864 habitantes. Hace diez días, el Ayuntamiento puso a la venta 600 abonos de los siete festejos al precio de 10 euros. “Desaparecieron en día y medio”, aseguró el alcalde. Si el aforo de la plaza alcanzaba las 2.000 personas, según apuntó Jonathan Perales desde su condición de coordinador y speaker del concurso nacional de anillas de ayer, la asistencia se redujo por las restricciones sanitarias. En una primera impresión, la afluencia superó el 30% y estuvo más cerca del 40 con familiares y amigos que acompañaron a los recortadores desde distintos puntos de Navarra así como del País Vasco, Valencia y Aragón. Y eso que, como señaló Jorge Navarro Cebriráin, de Zaragoza, hubo allegados suyos que desistieron desplazarse por la simple razón de que el cupo estaba agotado desde días antes.

Las mascarillas taparon bocas pero no alaridos cuando el respetable intuyó el temor al mínimo ajuste de un quiebro ante el pitón de una vaca. En cuestión de distancias, el tendido de sombra dejó pocos huecos con todo un tercio casi despejado en su vertiente opuesta, asomada al incordio del sol. La respuesta del respetable fue mayoritaria en el acatamiento de la prohibición de fumar e ingenir alimentos. Todo por salud.

El espectáculo, como el resto de la feria, tuvo un sentido de apoyo a los tres ganaderos locales -Manuel Merino Garde, Juan José Laparte y la sociedad de Enrique Merino Gil y Consuelo Garde Sarrasqueta-, tras un año y medio de recisión por el azote de la pandemia en el sector taurino. El primero de ellos, que presentó ayer 12 vacas y una sobrera de las cerca de 500 que tiene a su cuidado, no pudo sino congratularse por la iniciativa municipal que “ojalá pueda servir de ejemplo a otros pueblos. Haciendo las cosas con respeto y cuidado se pueden organizar estos festejos”. A una comparación gráfica se remitió cuando fue preguntado por la repercusión de este año y medio. “Si al año acudimos a más de 100 festejos, éste hemos estado en Cascante, en dos pueblos de Valencia y ahora aquí en Marcilla”, concretó.

Para los guipuzcoanos

Aparcado el contexto durante las casi dos horas de duración del certamen, su desarrollo deparó un despliegue de cualidades de sus 24 protagonistas, divididos en parejas, con un repertorio de quiebros. Hubo algún susto como el proporcionado con un intento de salto a la grada de Faraona, que logró colarse por el callejón. Peor suerte tuvo Farruca, una vaca de unos 430 kilos que no pudo acceder al camión de toriles al caer rendida antes de la rampa de acceso. Su cuerpo quedó tendido sin aliento. Su propietario había advertido alguna anomalía antes de soltarla, a petición de recortadores que rehusaron una sobrera. En cuestión de habilidad con las anillas, los mejores fueron los guipuzcoanos Xabier Iturralde y Ander Lizarralde (14), que aventajaron a Arturo Elvira y Javier Ezquerro (7), de Peralta y Mendavia, respectivamente. Terceros fueron los zaragozarons Manu Soto y Alberto Agüelo.

Información de Natxo Gutiérrez, publicada en diariodenavarra.es

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