LOS TOROS DE TORRESTRELLA SE LO DEJARON CASI TODO EN FACHADA

Abellán comenzó de rodillas, en los medios, la faena ante su primero.

Abellán comenzó de rodillas, en los medios, la faena ante su primero.

Álvaro Domecq echó un encierro muy bien presentado, ofensivo y astifino, con trapío y muy variado de capas.

Ganado: Seis toros de Torrestrella, muy bien presentados, astifinos, ofensivos, muy serios, nobles en conjunto pero justos de fuerza y faltos de raza, deslucidos, salvo el sexto, que simplemente se dejó hacer y resultó el más toreable en el último tercio.

Diestros: Antonio Ferrera: silencio y silencio tras aviso. Miguel Abellán: silencio y oreja. Daniel Luque: silencio y silencio tras dos avisos.

Presidencia: A cargo de Enrique Maya, asesorado por Lola Salvo y Fernando Moreno, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Lleno. Tarde agradable de nubes y claros. Aplausos y pitos cuando Enrique Maya, alcalde de Pamplona, accedió al palco. Luque toreó en sustitución de David Mora. Abellán, al matar a su primero, sufrió distensión de abductores del muslo derecho, de pronóstico leve.

Comenzó la Feria del Toro y la plaza brilló como siempre, en blanco y rojo, en el día de San Fermín. La corrida, en cuanto a presentación, fue digna de tan importante fecha. El encierro, de variado pelaje, lució unos puñales, unas velas, unas perchas que obligaban a tragar saliva. Ejemplarmente astifina, cada toro provocó comentarios en los tendidos y alguno fue aplaudido de salida. No era para menos.

Por ello, y también de salida, ya merecían total respeto los tres diestros que se pusieron delante de esos seis ejemplares. Los dos más veteranos, por sus años de alternativa, hacían recordar ese reciente concierto que se celebró en Madrid a cargo de los rolling. Y venía a la cabeza esa máxima de que los viejos rockeros nunca mueren.

Y demostraron que siguen vivos, pues, al igual que el más joven, hicieron lo que pudieron ante unos toros con nobleza casi todos, no sobrados de fuerza y faltos de raza; es decir, deslucidos en conjunto. Este hecho provocó que el tedio se apoderase de la plaza. El público quería pasárselo bien, celebrar la festividad de San Fermín como se merece nuestro santo moreno.

Pero el tiempo iba pasando, la salida de los toros se sucedía y la diversión, el arte, la emoción no aparecían por ninguna parte del amplio ruedo pamplonés. Por ello, cuando pasó algo, poquito, en el quinto toro -sí hay quinto malo- enseguida reaccionó y quiso premiar. ¡Dios mío, qué generosidad la de este bendito público, que casi nada pide, nada exige y todo acepta! Fue un trasteo vistosete, en tono menor, rematado con un bajonazo. Sólo por eso, no debió haber premio pero… el público así lo quiso.

Este quinto toro, al que Luque le hizo un buen quite por chicuelinas, tuvo como mejor, casi única virtud, la repetición. Pero le faltó humillar y acabó parándose. El espada madrileño -las tablas son las tablas- se inventó una faena de bajos vuelos, en la que en varias ocasiones se limitó a acompañar la embestida con la diestra; eso sí, en el tramo final del trasteo hubo bastante quietud. Lo cerró con unas vistosas manoletinas, que prologaron esa estocada baja. Pero como la espada entró, la plaza dio un corte de mangas al aburrimiento y se puso a agitar pañuelos, rojos claro está. Desenlace: primer trofeo concedido en la feria y, de momento, único.

Y es que hubo un factor que determinó que la tarde no fuese desesperadamente tediosa: los seis toros murieron de otras tantas estocadas, de distinto tipo; dicho de otro modo, los tres espadas anduvieron certeros con el estoque, lo que siempre es de agradecer para el buen desarrollo del festejo, aquí y en todas partes.

Abellán, después de seis años ausente en la capital navarra, volvió a triunfar, en tono menor. Aunque su valor a prueba de bombas brilló más ante su primer toro, ante el ensabanado Frutero, un toro al que cuajó de capa, con dos largas cambiadas, varias verónicas, una media de rodillas y un galleo por chicuelinas para dejarlo en el peto. En la muleta, el vistoso ejemplar tuvo bastantes complicaciones; buscó por el izquierdo pero el diestro superó con valor el trago.

Ferrera, por su parte, tuvo un lote deslucido. Bueno con los rehiletes como siempre, aunque sin provocar locura, tiró de oficio ante el que abrió plaza e incluso trazó una buena tanda en redondo. Ante el cuarto, sin clase y de tacaño recorrido, se peleó dignamente.

Por último, Luque se encontró en primer lugar con un toro que acudía el toque y de ahí salieron dos tandas ligadas de derechazos. Lo intentó al natural y el toro le lanzó el pitón al pecho. Ante el sexto, el que mejor se dejó hacer, dibujó buenos naturales, pero toreó demasiado cómodo, sin apreturas, y, falló con el descabello. Una pena.

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