LOS AYUNTAMIENTOS DE NAVARRA Y LOS TOROS, CON TUDELA DE FONDO. ARTÍCULO DE OPINIÓN

Juan Bautista, en la segunda corrida de toros de la pasada Feria de Tudela.

Juan Bautista, en la segunda corrida de toros de la pasada Feria de Tudela.

Corren tiempos políticos complicados, confusos. Lo de derechas e izquierdas ha quedado obsoleto. Ahora lo que se lleva es ser guay. ¿Y qué hay que hacer para ser guay?

Entre otros aspectos, manifestarse contrario a los toros, a favor del aborto y opuesto a la Iglesia. Reconozco que yo no lo soy, no cumplo ninguno de esos tres requisitos. Ahora bien, me siento rodeado de guays, que abanderan el término “progresista” –falso hasta la médula-, ya que, con una careta de tolerancia, sólo desean acabar con lo que personalmente detestan.

Y no se equivoquen. No se trata de personas de izquierdas, no; tampoco de comunistas, ya que los guays defienden la propiedad. Desean, les gusta tener vivienda (s), vehículo (s) y buena cartera; me refiero al contenido, no al continente.

Pues bien, estos guays han irrumpido en la política activa. Los votos y pactos incoherentes han avalado su representatividad en diversos ámbitos. Quienes abogaban por desaparición de la casta política, hoy forman parte de ella, según su propio pensar.

Estas nuevas fuerzas políticas, en vez de comenzar su trabajo con un sentido marcado por la prudencia, por ver e ir aprendiendo, han desembarcado como elefante en cacharrería y han empezado a dictar normas a granel, la mayoría improductivas de cara al bienestar social y muy cargadas de simbología.

En el actual Gobierno de Navarra tenemos un claro ejemplo. En vez de avanzar poco a poco, sus componentes han lanzado ideas y propuestas que lo único que han conseguido es crispar a buena parte de la población. Se han desentendido del sentir de gran parte del pueblo navarro. Da la sensación de tener prisa, como sabedores de que no van a tener otra ocasión, de un fracaso anunciado, el suyo.

Así, olvidan que Navarra tiene una marcada personalidad, que no es fruto de lo casual sino de una forja llevada a cabo a través de los siglos y que, por tanto, por mucho que lo intenten, no la van cambiar de la noche a la mañana, tampoco en varios años.

Y estas mismas fuerzas políticas, en materia taurina, esconden una obsesión: acabar con la fiesta de los toros, unas por considerarla española, otras bajo la bandera de defensa de los animales, irracionales.

En este sentido, los ayuntamientos de Tudela, Estella y Tafalla han mantenido reuniones. Recién llegados al poder, sus actuales mandatarios quieren a acabar cuanto antes con lo taurino, con una tradición multisecular de esta tierra. Dejan a un lado que representan a una población y que una buena parte de ésta quiere sus fiestas con toros.

Claro, saben que ahora mismo suprimir los festejos taurinos resulta imposible en Tafalla y nada fácil en Estella. Sin embargo, han visto una oportunidad de oro en Tudela. Les gustaría hacer lo mismo en Pamplona y trabajan para ello, pero, al tratarse de una feria benéfica, no encuentran el modo de conseguir esos cuatro o cinco millones de beneficio que va destinado al bienestar de un buen puñado de ancianos.

El alcalde de Tudela ha hecho público su anhelo. Ni un euro a los festejos taurinos mayores, con muerte. Decisión a la catalana. No a ese tipo de espectáculos, pero sí a los populares, a los de la calle, sin muerte de reses. Y todo bajo el cínico argumento de acabar con el maltrato animal. Irracional añado yo. ¿Qué pasa? ¿Que los toros, las vacas bravas, según su propia teoría, no sufren maltrato en las calles? Como en Cataluña, no se ha atrevido a acabar con los festejos populares, porque los aficionados también votan y eso tendría un alto coste en las urnas.

Los representantes de este falso progresismo prohibitivo desconocen que no son quién, que carecen de potestad para prohibir la fiesta taurina, protegida por la Constitución. Algunos, y ahora no me refiero a alguien en particular, llegan a una alcadía, a una presidencia autonómica y comienzan a creerse reyezuelos, capaces de ‘reinar’ a su gusto, en una especie de viejo absolutismo revestido de modernidad.

Retomando la feria de Tudela, su alcalde (de IU), apoyado por podemitas y por socialistas (este apoyo me sorprende desagradablemente, ya que el PSOE aseguró que respetaba la fiesta de los toros), quiere seguir apostando por los encierros y además los quiere llevar a cabo con toros de reconocidas ganaderías. Pues bien, para ello, buscará alguna empresa –tipo Toropasión- para poder anunciar, por ejemplo, un encierro con toros de Jandilla. Pero la realidad es que estos ejemplares, aunque luzcan tan prestigioso hierro, no serán la cabeza de camada sino la cola; es decir, toros bizcos, tuertos, mogones, toros feos, sin el trapío que se exige su lidia.

Por ello, nadie se va a desplazar desde otras localidades para correr esta ‘farsa de encierros’; incluso muchos tudelanos optarán por no hacerlo, por recuperar horas de sueño y quedarse en la cama a las ocho de la mañana.

En los últimos años, el ayuntamiento tudelano había hecho verdaderos esfuerzos por relanzar sus encierros (cambio de recorrido, nuevo vallado de seguridad, acondicionamiento de corrales, contratación de buenas ganaderías, incluso de ‘victorinos…). Muchos corredores navarros y de localidades limítrofes se desplazaban hasta la capital ribera para jugársela delante de esas astas. Y muchos aficionados, también acudían a la cita. Después, almorzaban, alargaban la mañana hasta el aperitivo, acababan comiendo, con prisa para ir a la plaza de toros, y, después del festejo, se tomaban algo e incluso se quedaban a cenar.

Con el planteamiento actual, todo esto va a desaparecer y lo va a pagar la hostelería tudelana. De hecho, me temo que muchos tudelanos, que disfrutaban de las fiestas hasta acabar la feria, para luego irse de vacaciones, este año lo van a hacer antes del cohete. Y los franceses que visitaban Tudela por su feria, como alguna peña de Dax, este año optarán por otra localidad que ofrezca corridas de toros.

El ayuntamiento pretende echar el cierre a la Feria de Santa Ana, la que tanta fama ha dado a la ciudad, y acabar así con una tradición multisecular de los tudelanos.

Y ese deseo de cierre se pone de manifiesto en un condicionado imposible para cualquier empresario. Nadie se presentará y así el ayuntamiento irá luego de víctima, aducirá que lo intentó pero que nadie se interesó; irá más lejos y dirá que esa falta de empresario demuestra el escaso interés por los toros… Patrañas. Se habrá salido con la suya, que no es otra que el cierre de la plaza de toros en fiestas. Tan cierto como triste.

Su ayuntamiento, señor alcalde, gastará más de 30.000 euros en fuegos artificiales, a los que acude mucha gente, porque son gratis; similar cantidad en orquestas, de escaso atractivo; lo mismo en charangas, para dar ambiente. Sin embargo, la subvención a los festejos taurinos será cero. Y eso que el año pasado acudieron a ellos en las tardes festivas una media diaria de 3.500 personas, de pago.

Pues fíjese lo que le voy a proponer, señor alcalde, a usted y al resto de ayuntamientos de Navarra con tradición taurina. No sólo no deben dar subvención para los festejos taurinos sino que deberían organizarlos. Sí, como lo oyen. Los ayuntamientos navarros deberían ser los organizadores de su feria taurina.

No hay más que volver la vista hacia el norte y observar el ejemplo de Francia, donde se trabaja muy bien en materia taurina. Los ayuntamientos ponen la feria en manos de una comisión taurina, que es la que realiza las gestiones para la contratación de toreros y toros. Sabemos que las fiestas de cualquier localidad deben ser deficitarias, debido a que deben ofrecer los que los ciudadanos demandan (fuegos, música, toros, gigantes…) para esos días de asueto.

Pues bien, si la feria la organiza el ayuntamiento, además de gastos, obtendrá ingresos, que servirán para reducir el déficit e, incluso, para poder hablar de superávit, de beneficios. Esto ha sucedido en numerosas localidades francesas; las citadas comisiones comenzaron a organizar unas ferias que arrojaban pérdidas pero que, hoy en día, recogen beneficios, sin contar el impacto económico generado en otros sectores: bares, restaurantes, hoteles… Además, los munícipes franceses impulsan durante sus fiestas ferias de artesanía, de productos típicos, con numerosos puestos alrededor de la plaza, con lo que se incrementa el sano ambiente festivo.

Recuerde, señor alcalde, que representa a toda la ciudadanía de Tudela, y que una buena parte de ella quiere toros, quiere seguir sintiéndose orgullosa de su feria de Santa Ana. Un alcalde, aunque sea ateo y antitaurino, debe hacer de tripas, corazón; debe mantener la feria aunque no vaya a la plaza y acudir en procesión a las misas de fiestas, pues es su deber como primer edil, como representante de la ciudad. En los cargos hay que estar a las duras y las maduras.

Con su ‘proyecto taurino’, las fiestas van a ser un fracaso. Les va a pegar un feo bajonazo en cuanto a su ambiente y su difusión. Ahora bien, todavía tiene una ventaja, la de la rectificación. Su ‘proyecto taurino’, entre pitos y flautas, va a tener unos costes similares a los de otros años pero carece de interés. Dicen que de sabios es rectificar. Está a tiempo. Tudela se lo agradecerá. Gobernar en un ayuntamiento nada tiene que ver con hacerlo en una comparsa. Palabra de ex comparsero.

This entry was posted in Actualidad and tagged , , , , . Bookmark the permalink.

Comments are closed.