LOS AMIGOS URDIALES Y CAMPOS SE LLEVAN LA TARDE EN FITERO

Natural mandón de Urdiales al cuarto de la tarde, el mejor toro del encierro de El Pilar. Fotografía: PH. Latour.

Natural mandón de Urdiales al cuarto de la tarde, el mejor toro del encierro de El Pilar. Fotografía: PH. Latour.

Los toros de El Pilar tuvieron nobleza pero carecieron de clase, salvo el cuarto, que la tuvo, y el sexto, encastado. Galería fotográfica de PH. Latour.

Ganado: Seis toros de El Pilar, bien presentados aunque desiguales, cumplieron en el peto, fueron nobles pero sin clase, algo brutos, salvo el cuarto, que la tuvo y fue ovacionado en el arrastre, y el sexto, encastado.

Toreros: Diego Urdiales (saludos desde el tercio y dos orejas), Juan Leal (saludos tras aviso y silencio tras aviso) y Tomás Campos (saludos y dos orejas).

Presidencia: A cargo de Jesús Ángel Fernández, asesorado por José Luis Gil Garbayo y el veterinario Jesús María de Andrés, cumplió correctamente su cometido, pese a ese muy inoportuno aviso cuando el diestro se perfilaba ya para estoquear al sexto.

Incidencias: Algo más de tres cuartos de plaza. Tarde lluviosa. El subalterno Marco Leal saludó montera en mano tras banderillear al quinto. Urdiales y Campos salieron a hombros. La asociación Fitoro, una vez finalizado el festejo, premio, como mejor picador Manuel Burgos, de la cuadrilla de Urdiales, y, al mejor par de rehiletes, a Marco Leal, que toreó a las órdenes del diestro francés.

Triunfos aparte, lo mejor del primer festejo de la temporada taurina de Navarra, celebrado ayer en Fitero, fue la respuesta del público a la cita taurina. Las ganas de toros de los aficionados se impusieron al mal tiempo reinante, marcado por la lluvia, y la entrada registrada fue verdaderamente buena, de ésas que abren úlceras entre aquellas gentes opuestas a la Tauromaquia.

En lo meramente taurino, la corrida de El Pilar no terminó de convencer. Salvo dos ejemplares, el resto mostró en la muleta una embestida noble en general pero algo bruta, sin clase, lo que dificultó la limpieza de los muletazos.

Esto le ocurrió, por ejemplo, a Urdiales ante el que abrió plaza, que embistió rebrincado, echando la cara arriba y, por ello, le tocó excesivamente el engaño. En tal situación, el diestro riojano realizó una faena voluntariosa, basada en la diestra y concluida con media estocada defectuosa, que sirvió.

Frente al buen cuarto, que tuvo clase, motor y, sobre todo, duración, Urdiales dibujó esa faena que todos los aficionados esperaban. Seguridad, temple, valor, firmeza, naturalidad y soltura fueron los rasgos característicos de un trasteo en la que ligó el toreo en redondo y deleitó con derechazos, naturales a pies juntos, trincherazos y cambios de mano. Terminó con una estocada, un pelín desprendida, y cobró las dos orejas del buen Niñito, que fue justamente ovacionado en el arrastre.

Conseguido ese contundente triunfo, su amigo Campos no quiso ser menos y acabó logrando su objetivo: compartir la salida por la puerta grande con Urdiales. El pacense mostró un buen concepto del toreo frente al deslucido tercero, muy parado, que pronto se refugió en el calor de las tablas. En esos terrenos, sacó toda el agua que tenía ese pozo casi seco de El Pilar.

Se quitó la espina frente al encastado sexto, cuando ya caía la noche, a base de tesón y mediante una faena larga, en la que los derechazos tuvieron gusto y profundidad; el público pidió una segunda oreja y el palco acabó siendo condescendiente con tal reclamación. Si el premio hubiese sido de un único trofeo, no habría pasado nada.

Por último, Juan Leal fue el único que abandonó la plaza  a pie y se fue de vacío. Cierto que es no tuvo demasiada suerte en el sorteo, pues tuvo que pechar con el peor lote, o con el menos malo, como se prefiera. Su primero perdió constantemente las manos, por un defecto en ellas que le impedía una normal coordinación. Pese a ello y sin mucho sentido, ejecutó una faena demasiado larga, con muchos pases y poco contenido. Al matar, el toro perdió las manos y la estocada cayó muy trasera y caída. La segunda, hasta la bola, llegó algo tarde.

El quinto fue tan noble como soso. El espada francés se contagió de este defecto y, de nuevo, se puso algo pesado con la muleta. Pases y más pases que, en ningún momento, conectaron con los tendidos. Y, otra vez, la estocada buena llegó al segundo intento, tras un pinchazo hondo. Leal no recibió trofeos pero sí dos avisos, uno en cada toro, por un exceso de insistencia.

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