LA ROCOSA FE DE REY SALVA LA TARDE. CRÓNICA DE LA PRIMERA DE PAMPLONA

Roca Rey cortó la única oreja de la tarde y dejó una magnífica imagen en el ruedo pamplonés. Fotografía: Javier Arroyo.

Roca Rey cortó la única oreja de la tarde y dejó una magnífica imagen en el ruedo pamplonés. Fotografía: Javier Arroyo.

El encierro de El Parralejo atesoró nobleza, incluso clase, pero decepcionó por su alarmante falta de fuerza.

Ganado: Seis utreros de El Parralejo, bien presentados aunque desiguales, nobles, con clase en conjunto, pero carentes de fuerza la mayoría. El cuarto, que tuvo algo más, fue ovacionado en el arrastre.

Novilleros:

Posada de Maravillas: palmas y vuelta tras petición y aviso.

Varea: vuelta tras petición y saludos desde el tercio.

Roca Rey: silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.

Presidencia: A cargo de Juan Ignacio Ganuza, asesorado por Josetxo Gimeno y el veterinario César Fernández, pese a que fue abucheada por no conceder la segunda oreja del sexto, cumplió muy bien su cometido, con criterio.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde soleada y agradable. Novilleros, subalternos y picadores hicieron el paseíllo descubiertos para protestar contra los últimos ataques antitaurinos y reivindicar el valor cultural de la fiesta taurina

Buen comienzo del abono sanferminero. Buenos novilleros, buena presidencia y casi buenos novillos. Si los utreros hubiesen tenido más fuerza, la necesaria, estaríamos hablando de una gran novillada pero no fue así. La mayoría dobló las manos, varios rozaron la invalidez y, por ello, la noble clase que atesoraron se vio diluida.

Excepción hecha del quinto, la suerte de varas fue pura pantomima, inexistente. Incluso el público llegó a aplaudir a un varilarguero que abandonaba el ruedo sin haber picado, sin haber podido realizar su labor.

Derechazo del novillero peruano al que cerró plaza. Fotografía: Javier Arroyo.

Derechazo del novillero peruano al que cerró plaza. Fotografía: Javier Arroyo.

Lógicamente, este peculiar público que se da cita en la plaza el 5 de julio quería premiar. Y lo consiguió en el sexto. Pero quería más, una puerta grande. No bastaba una oreja. Abucheó al presidente por no concederla. Injustos pitos. La faena del magnífico Roca Rey no mereció más premio. En realidad, el joven peruano se inventó una faena ante un animal al que le costaba tenerse en pie. Fue su mayor mérito en el último tercio. Aunque había acumulado más con la capa, muchos más. Gustaron sus verónicas, sus ceñidísimas chicuelinas y ese afarolado con que recibió a ese último novillo. Lo mismo sucedió con su galleo por gaoneras. Y se metió al público en el bolsillo con ese variado y vistoso quite. Con la muleta, su invención consistió en un trasteo iniciado magníficamente con unos acastellados cambiados por detrás y basado después en la diestra, faena en la que llevó al novillo, todo bondad, muy mimado a media altura.

La estocada desató la euforia en unos tendidos que querían más pero el festejo estaba bien terminado con la concesión de esa oreja, la única que se pudo entregar en toda la entretenida tarde, rica en matices y también en quites.

El novillero peruano dejó su tarjeta de presentación en el segundo con un quite por tafalleras, una afarolado y una revolera. Seguidamente, ante su primero, inició la faena con seis estatuarios sin enmendarse y consiguió después que el inválido pareciese mejor de lo que realmente era. No cobró premio porque dos pinchazos precedieron a la estocada.

Posada de Maravilals dibujó ante sus dos utreros un soberbio toreo a la verónica. Fotografía: Javier Arroyo.

Posada de Maravilals dibujó ante sus dos utreros un soberbio toreo a la verónica. Fotografía: Javier Arroyo.

A Posada de Maravillas se le pasó por la cabeza en algún momento la puerta grande. Y es que la tuvo a su alcance y la mereció por su labor ante el cuarto, un novillo con más energías, de alegre arrancada, de embestida con clase y de gran fijeza. Lo toreó con gusto por ambos pitones, con mejor estética al natural y lo mató de un estoconazo, algo desprendido. La plaza era un clamor. Pero al pacense se le atragantó el descabello y su sueño de salir a hombros se le esfumó.

Toreó asimismo con buen sentido al inválido que abrió plaza. Lo llevó a media altura en dos series con la diestra pero el novillo perdió las manos y, a partir de ahí, se fue quedando más corto cada vez. No anduvo certero con los aceros y perdió así el habría sido el primer trofeo del abono. Al final se fue de vacío, pero de sus manos brotó el mejor toreo de capa de la tarde, dos ramilletes de mecidas verónicas que fueron puro embrujo.

Natural de Varea, que se entregó. Fotografía: Javier Arroyo.

Natural de Varea, que se entregó. Fotografía: Javier Arroyo.

Por último, Varea salvó también los papeles. El segundo tuvo más fuerza que el anterior pero no la misma clase; embistió siempre punteando. El de Almanzora lo toreó templado en dos tandas con la diestra. Tras desistir al natural, el tramo final de su trasteo resultó algo embarullado. Pese a ello, tras pinchazo y estocada, tuvo petición, ruidosa, pero no mayoritaria.

Al quinto, noble sin transmisión, le fue costando cada vez más arrancar. El castellonense puso empeño, no pudo hacer más.

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