Borja Domecq lidió un encierro desigual en presentación y en comportamiento.
El encierro de Jandilla que se lidió ayer en Valencia, desigual de presentación, también lo fue de comportamiento. Anuque duró poco, hubo un buen toro, el tercero, que le tocó en suerte a Fandiño; al resto le faltaron finales y esa chispa necesaria para que los toreros puedan redondear sus faenas. Los lidiaron El Cid (silencio tras aviso y vuelta al ruedo), Manuel Escribano (oreja y silencio) e Iván Fandiño (oreja tras aviso y ovación).
Los toros, por orden de lidia, dieron el siguiente juego: El primero se puso brusco, llegó a apretar al torero, que no pudo culminar faena. Se cerró dentro del tercio y no quiso al final pelea.
El segundo se vencía por el pitón izquierdo. Le faltó un punto de transmisión en los primeros compases de la faena, y fue a media altura. Tuvo nobleza pero le faltó romper.
El tercero repitió con transmisión por el pitón izquierdo pero varios enganchones deslucieron la tanda. Después, el astado se agarró al piso y protestó porque se había quedado sin fondo.
El cuarto respondió humillado y con transmisión. Por el pitón izquierdo, empaló al torero por una pierna y lo zarandeó violentamente en el suelo. El toro se puso mirón y andarín. Estuvo siempre probando al torero y midiendo.
El quinto comenzó respondiendo bien por el pitón derecho y el diestro le dio los tiempos oportunos. Luego comenzó a quedarse por el izquierdo y terminó muy parado.
El sexto respondió al engaño con prontitud pero soltando un poco la cara y sin humillara del toro. El diestro estuvo por encima del animal, obligándole mucho y bajándole la mano con mucha firmeza.