En una tarde lluviosa, logró los máximos trofeos de un toro de Los Encinos que atesoró calidad.
Plaza: Portátil, en Tula (Hidalgo).
Ganado: dos toros para rejones de Los Encinos, segundo, flojo y blando, y cuarto, con calidad, dos toros de La Venta del Romero, tercero y quinto, y dos utreros de Pablo Labastida.
Antonio Lomelín: silencio y oreja.
Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y dos orejas y rabo.
José Ortiz: dos orejas y silencio tras dos avisos.
Incidencias: Casi lleno. Tarde lluviosa.
Pablo Hermoso de Mendoza no pudo comenzar mejor su mes de abril, ya que logró pasear el domingo, en la plaza de Tula, los máximos trofeos de un buen toro de Los Encinos, en una tarde marcada por la lluvia.
Precisamente, cuando más arreció fue en el momento que el navarro, montando a Churubay, se disponía a clavar las cortas a su primero, flojo de fuerzas y blando de manos. Pese a la voluntad de jinete y caballo, todo estaba completamente empapado y así resultó muy difícil ser certero, sobre todo a la hora de matar, por lo que el público acabó guardando respetuoso silencio.
El caballero estellés se sacó la espina frente al cuarto, llamado Atlante, un ejemplar de 480 kilos, que tuvo mucha calidad y al que cuajó de principio a fin. De salida con Villa, que demostró su valía toreando de frente y pasándose al toro por los mismos pechos. En banderillas, con Van Gogh, que ofreció todo un recital de quiebros, aguantando mucho, y con Viriato, que llevó al de Los Encinos encelado en su cola, de costado, con cambios de terreno y galopando hacia atrás, sin perderle la cara. La gran faena la completó con Pirata, con las cortas, con un par de banderillas de frente, sin ventaja alguna y poniendo al toro en el mismo estribo para que el navarro pudiese recrearse con desplantes. El torero a caballo terminó su obra con un espectacular y certero rejón letal, lo que le permitió cortar el rabo del buen cuatreño, el séptimo que consigue en su temporada mexicana.