El caballero navarro volvió a hacer historia y el tercero de la tarde se convirtió en el cuarto toro indultado a lo largo de su profesión.
Ganado: Cuatro toros de Vistahermosa para la lidia a pie y dos para rejones de Ernesto Gutiérrez, bravo el tercero, que fue indultado, y de mala condición el sexto.
Toreros: Manuel Libardo (ovación y oreja), Iván Fandiño (silencio y ovación) y Pablo Hermoso de Mendoza (dos orejas simbólicas y silencio).
Lugar y fecha: plaza de toros Monumental de Manizales (Colombia). 8 de enero.
Incidencias: Tres cuartos de plaza. El caballero navarro salió a hombros.
Pablo Hermoso de Mendoza rubricó el miércoles pasado en la plaza colombiana de Manizales el primer bombazo de su campaña americana, ya que consiguió el indulto del primero de su lote, tercero de la tarde, un toro bravo de principio a fin, llamado Villancico, número 288, de 444 kilos y marcado con el hierro de Ernesto Gutiérrez.
Desde la salida al ruedo de este ejemplar, el caballero navarro tuvo la sensación de que le iba a servir. El toro no tardó nada en meterse en la cola de Churumay y comenzar a embestir con codicia y buen son. Recibió dos de castigo pero no dejó de galopar a lo largo del anillo, embebido en la cola del citado caballo. Los tendidos se iban calentando y ardieron al rojo vivo en el tercio de banderillas.
Primero con la labor de Disparate, que realizó todas las suertes de su repertorio, incluida la vistosa hermosina, ajustó las distancias al máximo y disfrutó de la embestida del cuatreño; el público vibró con el toreo de costado de este caballo, que incluso se permitió ejecutar piruetas, la primera imposible por el espacio. El jinete estellés clavó tres banderillas con Disparate, dejando llegar mucho al toro y cambiando al pitón contrario, en una faena sin tiempos muertos. Completó este tercio con Viriato, que llevó al toro encelado en el estribo, embebido en su galope y con majestuoso temple, en un toreo circular de mínimas distancias entre las bocas de ambos animales.
Ya en el tercio final, Pirata lo bordó en tres cortas consecutivas, seguidas de desplantes y adornos como el del teléfono. Llegó la hora de matar y los pañuelos que solicitaban el indulto del toro comenzaron a agitarse. El palco no tardó en perdonar la vida a Villancico. El maestro del rejoneo continuó toreando, mandando besos al testuz del toro y acariciándole en cada pasada, hasta que regresó a los corrales, donde fue curado, antes de partir a la ganadería para pasar a ser semental el resto de su vida.
Con el histórico triunfo ya conseguido, Hermoso de Mendoza se encontró en segundo lugar con un toro, el sexto, de mala condición, muy difícil, que sólo permitió una lidia dura y complicada. Y como además manejó sin acierto la hoja de peral, el público no tuvo otro remedio que guardar silencio antes de la triunfal salida a hombros del mejor rejoneador de la historia.