Bajo una plaza casi llena, fue el triunfador en solitario de la Corrida de la Insurgencia. Galería fotográfica: pablohermoso.net
Ganado: Dos novillos para rejones –el tercero de buen recorrido y el sexto con calidad y bravura- y cinco toros de De la Mora para lidia ordinaria: el primero de buen juego y el resto, complicados y con pocas opciones.
Toreros: Arturo Saldívar (silencio tras aviso, silencio y silencio tras tres avisos en el de regalo), Luís David Adame (silencio y silencio tras aviso) y Guillermo Hermoso de Mendoza (cuatro orejas).
Lugar y fecha: Plaza Oriente de San Miguel de Allende, estado de Guanajuato. 26 de enero.
Incidencias: Casi lleno. Corrida de la Insurgencia. Al terminar el paseíllo se entonó el himno nacional de México. Las faenas fueron acompañadas y amenizadas por mariachis. El joven caballero navarro salió a hombros en solitario.
San Miguel de Allende siempre ha estado muy presente en la todavía corta vida de Guillermo Hermoso de Mendoza. El joven rejoneador se crío entre su Estella natal y esta ciudad y aquí fue donde en abril del año pasado se dio a conocer como rejoneador en tierras mexicanas. En una fría, casi helada, noche sanmiguelense, el jinete volvía a su ciudad y logró hacer historia, ya que se convirtió en el primer torero a caballo, además de el primer torero español, encartelado dentro de una fecha tan mexicana como la de la Corrida de la Insurgencia, donde todos los actuantes y empleados del coso van vestidos a la usanza de aquella histórica fecha. Antes del festejo, los toreros y cuadrillas visitaron la casa de Allende y desde allí fueron conducidos al coso en tres preciosas calandrias, que lucieron en el centro histórico e San Miguel de Allende.
Además, Guillermo se permitió el lujo de triunfar con rotundidad, y ya en su primer novillo obtuvo las dos orejas, merced a una faena en la que tuvo que porfiar mucho con un toro despistado de salida y muy cambiante en su lidia, al que pasaportó de un extraordinario rejonazo.
Se superó en el sexto, un gran novillo que mereció la vuelta al ruedo y al que, de no haberlo pinchado en un primer intento con la hoja de peral, le habría cortado el rabo, el primero que habría conseguido en su carrera. No pudo ser, pero sí obtuvo otras dos orejas merecidas merced a una lidia muy templada y ajustada y sobre todo llena de buen gusto y de una sapiencia extraña en un caballero tan bisoño.