FRANCISCO MARCO, DIESTRO NAVARRO: «LA DESAPARICIÓN DE LOS FESTEJOS TAURINOS SERÍA UN RETROCESO PARA LA LIBERTAD DEL SER HUMANO»

Francisco Marco en el quiosco de la Plaza del Castillo de Pamplona. Fotografía: Javier Sesma.

Francisco Marco en el quiosco de la Plaza del Castillo de Pamplona. Fotografía: Javier Sesma.

Afrontará el próximo año su decimoséptima temporada como matador de toros de alternativa, una cifra no alcanzada a lo largo de la historia por ningún otro torero navarro de los de a pie. Consciente de su veteranía, vive con preocupación ciertos episodios que se están produciendo en contra de los festejos taurinos. Abanderado de la honradez, disfruta de su hija, una niña de año y medio que le ha cambiado su manera de ver la vida, y se prepara para su próxima cita vestido de luces, que se celebrará en la Monumental de México –la plaza de toros más grande del mundo- el día San Francisco Javier, quien le echará una mano a su paisano para conseguir ese triunfo que tanto desea y necesita.

¿Recuerda cuándo decidió ser torero?

-En serio, cuando con mi familia marché a vivir a Santander; fue una época de dificultades económicas. En la marisma de Santoña, lo decidí, cogiendo muergos (navajas); pensé que había que arreglar esa situación familiar. También es cierto que, desde pequeño, acompañé a mi padre, Félix Marco, que fue torero y ahí empezó mi afición por el toro.

Para ello, cuál fue el primer paso que dio.

-En primer lugar, seguí los pasos de mi padre. Le acompañaba a todas las plazas. Estaba rodeado continuamente de ganaderos y empresarios. Las conversaciones giraban siempre en torno al toro. Y en casa, también. Mi padre tenía amistad con Manolo de los Reyes y así comencé en la escuela taurina de Rada, a la que me desplazaba cada fin de semana desde Santander para entrenar.

Después de dieciséis temporadas como matador de toros, echando una mirada atrás, ¿ha merecido la pena?

-Sí. Soy consciente de que no he tenido la trayectoria deseada o la que me hubiera gustado llevar a cabo. Pero todo lo que he vivido es lo que me ha hecho ser como soy, de lo cual estoy orgulloso, porque he sido capaz de sobrevivir y de venirme arriba en momentos muy complicados. Son dieciséis años de matador de alternativa y antes, otros tantos; es decir, toda una vida dedicada a mi profesión, algo que no es fácil. Hay que tenerlos para aguantarlo.

Joaquín Sabina cantaba “más triste que un torero al otro lado del telón de acero”. En pleno siglo XXI, ¿se ha sentido raro, o descolocado, alguna vez por su profesión?

-No. Siempre lo he llevado con muchísima satisfacción. Me siento orgulloso de ser torero y de permanecer tantos años en la profesión, de haberme hecho persona, de haber recibido una educación taurina que me hace sentirme orgulloso de ser como soy. El hecho de ser torero me ha enseñado a comer con los dedos y, al mismo tiempo, en un restaurante de cinco tenedores, a dormir en el campo o en el coche y en hoteles de cinco estrellas.

Defínase como matador de toros.

-Uno sabe lo que hay. Todos tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos. Mi mejor virtud ha sido siempre la honradez. He intentado siempre ser honrado, tanto dentro como fuera del toro, y eso la gente lo capta. En lo referente a mis carencias, me hubiera venido mejor tener más rodaje.

-¿Es, se siente torero dentro y fuera de los ruedos?

-Sí, el toreo es una forma de vida. Lo he vivido desde que tenía siete años; ha sido mi educación. Dentro y fuera de la plaza, me considero torero, y soy torero.

¿Qué implica esa manera de ver la vida, de vivir?

– Principalmente, ser capaz de sacrificar muchas cosas: tu niñez, tu juventud… dejar a un lado los estudios, que apenas he tenido, dejar la familia, para ser capaz de, con perseverancia, querer conseguir tu sueño. He dejado cosas que sé que no van a volver jamás. Por ello, me doy gran mérito, porque he abandonado ciertos aspectos tan fundamentales de la vida para conseguir lo quiero ser, para ser torero.

En todo este tiempo, como matador de toros, ¿cuál es el mejor recuerdo que guarda?

-El sentirme feliz toreando, la sensación de libertad, de dominar la embestida de un toro, de sentirte solo pese a que se sabes que mucha gente te está observando, el disfrutar el momento sin pensar qué pasará mañana. El no cambiarte por nadie. Esta profesión, por todo ello, es única.

¿Y el peor?

-Tengo varios grabados. Lo hubiera dado todo por olvidar diez minutos de mi vida, lo que dura una faena. Te marcan para siempre. Recuerdo una faena en Pamplona con un toro de Dolores Aguirre, hace años; sentí que esta profesión no era mí y quise retirarme. Me sentí triste durante muchísimo tiempo. No fui capaz de solucionar la papeleta que tenía en la plaza. Luego piensas y ves que no fue culpa mía. Pero es lo que viví. Habría dado lo que sea porque ese momento no hubiese pasado.

Desde hace año y medio, disfruta de la experiencia de ser padre. ¿Siente por ello algo distinto a la hora de vestirse de luces, de ponerse delante del toro?

-Sí, sin duda. El ser padre me ha proporcionado una visión distinta de la vida. Me ha aportado más sensibilidad, me emociono más fácilmente y a la hora de expresar con la muleta, creo que tengo más ternura.

¿Piensa de vez en cuando en la muerte?

-No sé qué contestar. Sí lo pienso pero no en serio. De las cosas que no están en mano de uno, creo que no hay que preocuparse. No me quita el sueño.

¿Cómo desearía morir?

-Bien viejo. Todos vamos a morir algún día, lo sé, pero me gustaría que me llegase la hora siendo feliz, sintiéndome realizado, consciente de que he pasado por la vida procurando hacer el bien siempre. Hombre, si pudiese elegir, entre morir por un accidente o en un ruedo, me quedaría con esta segunda opción.

Su tierra

Entre los aficionados, unos le han considerado torero cántabro y otros, navarro. Aclare tal situación.

-Yo nací en Estella, vivo ahora en Rada. Mi familia se fue a Santoña; allí recibí mis estudios. No sé si uno es de donde nace o de donde pace. Paso más tiempo en Navarra pero es de bien nacido ser agradecido y en Santoña he pasado gran parte de mi vida. ¿De dónde soy? El corazón me dice que estoy agradecido a Cantabria pero que he nacido en Navarra.

Las plazas de Pamplona y de Santander han sido los pilares de su profesión. ¿Por qué no cuentan ya con usted en la segunda?

-Contaban conmigo porque siempre en esa plaza se me habían dado muy bien las cosas. Después de una corrida de Victorino Martín que no salió buena, se rompió esa conexión, ese hilo. Hubo también otra serie de circunstancias, como el cambio de los gestores de la plaza. En fin…

En San Fermín siempre ha toreado. Por tanto, agradecido a la Casa de Misericordia, ¿no?

-Desde luego. El pilar de mi trayectoria ha sido Pamplona. Poder hacer el paseíllo en esta plaza es la ilusión de todo el año, por la que me levanto a entrenar todos los días. Sólo pido que me acompañe la suerte en una feria y pueda demostrar el torero que soy.

Sin embargo, aquí ha tenido que tragar con las ganaderías duras. En Santander, entraba en carteles de lujo, con figuras y hierros comerciales.

-Soy consciente de lo difícil que es confeccionar una feria de la importancia de Pamplona. Y a todos nos gustaría enfrentarnos a las mejores ganaderías, pero no hay huecos para todos. He matado corridas buenas en Pamplona y se me ha dado bien. Ahora lucho por volver a conseguir ese lugar.

¿Qué pasará el día que quede fuera de los carteles de la Feria de San Fermín?

-No me quedará otro remedio que resignarme y admitirlo. Soy un luchador y lo he demostrado durante toda mi vida. Si un día ocurre, no tendré otra opción que tirar para adelante. La vida da muchas vueltas.

¿Qué sensaciones tiene en esos momentos anteriores al paseíllo en Pamplona, en ese contraste de su silencio y la algarabía de la plaza?

-Afortunadamente, las he vivido muchos años. Aunque no esté acostumbrado, ya sé cómo son. Por tanto, están asumidas. Ahora bien, el contraste es único, que sólo lo puede vivir el que está vestido de torero. Sabes que vas a salir a jugarte la vida, a expresar quién eres, en tu mejor oportunidad. Observas a la gente divirtiéndose, cantando, y se hace duro. Pero, al mismo tiempo, uno lo necesita; es positivo porque estás ahí. Son sensaciones muy extrañas. Y ya sabes que Pamplona es así.

¿Y cómo doblador de los encierros?

-Como navarro que me siento, formar parte de los encierros de Pamplona me enorgullece muchísimo. Me hace sentirme más navarro todavía y, además, estar más involucrado en mi profesión. Deseas que los toros entren al corral sin parar y no tener que actuar. Si esto no sucede, hace falta sangre fría para saber reaccionar. Hay que tener la cabeza fría. Por eso es importante que esta labor la realicen profesionales.

¿Dónde siente más peligro, incluso miedo, toreando en las mañanas sanfermineras o por las tardes festivas?

-Cuando toreo por la tarde. Vestido de luces, salgo al ruedo consciente de que puede ser el último día, muy mentalizado para jugarme la vida de verdad, para quedarme quieto, para arriesgar al máximo. Los encierros de la mañana son profesionalidad, oficio, echar el capote y tirar para adelante. Hombre, riesgo hay siempre. No olvidemos que hablamos de animales que te pueden quitar la vida.

¿Sabe qué es el torero navarro de a pie que más temporadas ha vestido el traje de luces como matador de alternativa?

-Lo sé, lo sé, y me provoca gran orgullo. Ahora bien, detrás de todo eso hay horas y horas de trabajo, muchos momentos bonitos, difíciles también. Pero bueno, también significa que algo habré hecho bien.

¿Y que sólo usted, de ese selecto grupo, ha confirmado el doctorado en la Monumental de México?

-También lo sé, y mi sentir es el mismo que acabo de explicar. He toreado en Francia, en los países americanos taurinos, salvo en Colombia y Perú. Es algo que me enorgullece, claro está.

Por cierto, el día de San Francisco, copatrono de Navarra, vuelve a torear en ella. ¿Le echará el santo un capote en busca de ese triunfo que tanto necesita?

-Sí, seguro que ese capote va a estar ahí. Creo que hay algo, dígase Dios, que todo lo ve, que te pone a prueba, pero que un día u otro te recompensa por el esfuerzo realizado. Y ese triunfo importante acabará llegando.

Esta temporada ha toreado de luces cuatro tardes, todas ellas en Navarra. ¿Se acerca el final?

-A veces, sí, sobre todo cuando las cosas no han ido bien; asimismo, cuando sientes que ya no eres novedad para el público, que son muchos años toreando. Lo importante, en cualquier caso, es mantener la ilusión y sentirme realizado. Medio en broma medio en serio, lo he pensado. Pero enseguida se vuelve a encender la llama, esa ilusión de seguir toreando.

¿Cómo le gustaría que fuese ese final?

-La verdad es que no le pensado. Lo que es seguro es que el día que llegue es porque tenía que llegar. Y si no he conseguido más cosas, es porque no he sido capaz, por no haber tenido las cualidades necesarias. Pero nunca me sentiré un fracasado porque, aunque haya luchado por algo que no he logrado conseguir, puse todo mi empeño y puedo ir con la cara alta a todos los sitios; nunca he engañado a nadie.

¿Y después? ¿Qué se ha planteado? ¿Seguir en el mundo del toro o desconectar completamente de él?

-No me lo he planteado. A veces, piensas ‘qué será de mí cuando esto se acabe’. Será cuestión de improvisar y de aprovechar lo que vaya viniendo. Cualquier cosa que me haga feliz será válida.

Momentos inciertos

Toca mojarse. ¿Le interesa la política?

-No soy un entendido pero me interesa. Debemos estar pendientes porque los políticos son los que llevan las riendas de nuestro pueblo, de nuestra ciudad, de nuestra nación.

Por tanto, a algún partido votará.

-Sí, claro. Tengo mi ideología política, mi forma de pensar.

El reconocido periodista Iñaki Gabilondo aseveró recientemente que en el mundo político había irrumpido la chusma. ¿Está de acuerdo?

-Sí, hay mucha de esa llamada chusma. Ni están todos los que son ni son todos los que están. Pero hay mucha chusma que no debería tener cargo público importante, porque no está capacitada para ello.

La Escuela Taurina de Madrid fue refundada en 1982 por convenio suscrito por los entonces presidente de la diputación y alcalde de Madrid, José María Rodríguez Colorado y Enrique Tierno Galván respectivamente, ambos del PSOE, con el apoyo del grupo municipal comunista, liderado por Ramón Tamames. Ahora vuelve a estar de actualidad por haber sufrido la retirada de la subvención municipal y por querer suprimir El Batán como centro educativo taurino. ¿Cuestión de la mala fe, de esa llamada chusma?

-Desde luego. Están actuando con mucha mala fe y con gran desconocimiento. Ahora bien, se está llevando a cabo una movilización para que esto no ocurra. Si se suprime, harán un daño enorme a muchos jóvenes que están recibiendo no sólo unos conocimientos taurinos sino una educación para la vida. Por la escuela de Madrid han pasado más de dos mil alumnos y de ella han salido unos ciento ochenta matadores de toros. Yo salí de una escuela y en ella me formé humanamente, como hombre. En una escuela taurina no sólo se forman toreros sino también personas.

En este sentido, ¿qué le pareció la prohibición de los toros en Cataluña?

-Una mala política también y un desconocimiento total de lo que supone el mundo del toro, tanto económica, ecológica como culturalmente. La Tauromaquia es una cultura internacional y Cataluña siempre ha formado parte de ella. Por otro lado, el periódico ‘Expansión’ ha publicado recientemente que los toros generan cada año casi 2.500 millones de euros, que es lo que se está llamando PIB taurino (Producto Interior Bravo), que a los espectáculos taurinos acuden anualmente 40 millones de personas en España y a las plazas de toros, diez millones; que por cada 50 euros invertidos en una entrada se generan 90 para la economía local (en bares, hoteles, museos…). Y, en este sentido, los festejos populares son una mina; basta mirar las fiestas de San Fermín. Así que es Cataluña, por esa absurda prohibición, está perdiendo unos jugosos ingresos, tanto para sus arcas públicas como para su economía privada.

¿Volverán a celebrarse festejos taurinos en esa comunidad autónoma?

-Sí, la prohibición es pasajera. La coherencia está por encima de todo. Si la Tauromaquia es beneficiosa para la economía y la cultura, su prohibición no puede perdurar. Por otra parte, es anticonstitucional. Cada ciudadano es muy libre de acudir al acto cultural que prefiera. La Tauromaquia es Bien de Interés Cultural; legalmente, no se puede prohibir.

Otro punto de polémica taurina lo desatan cada año ciertos sectores contrarios a la celebración del Toro de la Vega de Tordesillas. ¿Qué opinión le merece tal tradición?

-Personalmente, no me agrada, pero reconozco que debe mandar la libertad. Es una tradición de esta localidad y una fuente de ingresos para ella. No me gusta este festejo, no tiene nada que ver con la Tauromaquia pero lo respeto. Quienes se manifiestan en Tordesillas en contra de él faltan al respeto a esta localidad.

Hace pocos días, el periodista Diego de la Cruz, de la plataforma ‘La Economía del Toro’ hizo públicos los nombres de cuatro entidades –CAS International, la HSI de EEUU, la LACS británica y la WSPA inglesa que están financiando con ingentes cantidades, llenando de recursos económicos, humanos y materiales a los grupos antitaurinos para acabar con la Tauromaquia. ¿Qué deben hacer los taurinos para contrarrestar tanto ataque?

-La tarea principal es informarles. No quieren más a los animales que yo, que soy torero. Si están contra la lidia de los toros, deberían estar también contra las pescaderías, contra las droguerías que venden insecticidas, prácticamente contra todo. Hace pocos días leí que uno de los animales de compañía más demandado en Barcelona es el hurón. Llamativo, ¿no? ¿Qué pinta este animal, al igual que muchos otros, en una casa?

Una de las cualidades que han caracterizado la figura del torero es la valentía, por ponerse delante de un toro, de jugarse la vida ante un animal de más de 500 kilos y armado con astifinos pitones. Estableciendo una comparación, ¿es la cobardía cualidad propia del antitaurino, que nunca se ha atrevido a vivir tal experiencia?

-Lo que está claro es que una de sus cualidades es la falta de respeto, y otra la violencia. Usted y yo vimos en Francia cómo nos insultaban, cómo nos quisieron agredir y lo más bonito que nos dijeron fue ‘asesinos’. Una muestra más de su desinformación sobre esta profesión. Nos tratan de violentos y los violentos son ellos. Quieren tratar a los animales como humanos y tratan a éstos como animales. Consideran un asesinato la muerte de un toro y callan al ver en los informativos cómo mueren familias enteras en busca de la libertad.

¿Entiende que quienes se llenan más la boca con la palabra libertad sean quienes más afán ponen en prohibir los toros?

-En realidad es así. ¿Por qué? Mantienen una política incomprensible, porque lo que están haciendo es quitarnos la libertad a nosotros. Y, aunque no les guste, los toros son el segundo espectáculo de masas, después del fútbol. Visto así, están intentando quitar la libertad de expresarse a millones de personas.

¿Desparecerán algún día los festejos taurinos?

-No. Es mucha la riqueza y la tradición de la Tauromaquia. Tajantemente, no. Sería un retroceso para la libertad del ser humano.

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