El matador de toros pamplonés salió a hombros tras cortar las dos orejas del sexto, un buen jabonero de Tomás Prieto de la Cal que tuvo importancia. Fotografías: Alberto Arelizalde.
Ganado: Tres toros de Prieto de la Cal, primero, segundo y sexto, bien presentados, aplaudidos de salida, dos deslucidos y noble y repetidor el sexto, que recibió dos puyazos y fue ovacionado en el arrastre, y otros tres de Hermanas Azcona, desiguales de presencia, empobrecidos de cara (en palabras de Pascal), nobles, con escasa fuerza el tercero e inválidos los otros, cuarto y quinto; éste fue pitado en el arrastre.
Toreros: Esaú Fernández (silencio y oreja), Gómez del Pilar (oreja y silencio tras aviso) y Francisco Expósito (saludos tras aviso y dos orejas).
Lugar y fecha: Plaza de toros de Estella (Navarra). 3 de agosto de 2024.
Incidencias: Media plaza. Tarde soleada y agradable, aunque con molestas rachas de viento. Pablo Simón saludó montera en mano tras banderillear al sexto. Expósito salió a hombros. En el desafío ganadero, se impuso claramente la ganadería Prieto. de la Cal.
Lo sucedido en Estella fue el triunfo de la fe, de la fe del matador de toros con menor antigüedad, quien en el tercer paseíllo de su profesión y el primero de esta temporada consiguió salir a hombros, bajo un público entregado que disfrutó con su toreo. Tres actuaciones vestido de luces y tres puertas grandes. No se puede pedir más. ¿O sí? Claro que sí. Que se le contrate en otras plazas, como Cintruénigo y Sangüesa, donde tomó la alternativa hace dos años e hizo enloquecer al público, incluidos los aficionados, a los que les costaba creer lo que habían visto.
Y fue asimismo el triunfo de la equivocación. Expósito echó por delante al toro de Hermanas Azcona porque tenía más fe en él que en el vazqueño, al cual dejó como segundo de su lote, para cerrar plaza. Y salió al ruedo Visón, cuatreño, negro mulato, engatillado. Y el pamplonés lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas, que prologaron un ramillete de verónicas, con su personal estilo, inimitable, morantizado, que puso a todos de acuerdo. El diestro navarro lo había cuajado con la capa y había puesto al público en pie.
En el último tercio, el toro fue noble pero se defendió por su falta de fuerza, echó la cara arriba y tiró tornillazos al terminar el muletazo, lo que redujo la limpieza de la faena. Pese a ello, ejecutó series templadas con la diestra. Al final, se le atragantaron los aceros. Pese a ello, el público le ovacionó y él saludó desde el tercio.
Salió el sexo y fue ovacionado por su trapío. A Expósito, por el contrario, no le gustó demasiado. Arrempujo, cuatreño, jabonero sucio, cumplió sobrado en varas, en dos puyazos. Expósito o brindó al buen ganadero riojano Carlos Lumbreras, que siempre ha contado con él en el campo, y comenzó a torearlo por el pitón derecho. El toro repetía con suficiente humillación y comenzó a desplegar su nobleza. “El toro de Prieto de la Cal embestía noble y Expósito iba confiándose cada vez más. No era una faena muy estructurada, ni nadie lo esperaba, pero iban surgiendo tandas con pellizco, momentos de complicidad con el público y con un toreo más al hilo que al pitón contrario, casi con formas sevillanas, Francisco sacó petróleo”, escribió Mariano Pascal en Diario de Navarra.
Después, llegaron los naturales, buenos, de uno en uno, sin la ligazón deseada pero con el aplauso de un público, que volvió a vibrar con una última tanda con la diestra. Sólo quedaba la suerte suprema, la difícil suerte de matar. Tras un pinchazo, dejó como pudo una estocada tendida que fue suficiente. Los tendidos se cubrieron de pañuelos, solicitaron la segunda oreja y el palco la concedió. El toro fue ovacionado en el arrastre. Fue un toro importante y así lo consideró el ganadero, Tomás Prieto de la Cal, que pidió que le cortasen la cabeza. Expósito entró así en ese exclusivo club de toreros que han logrado cortarle las dos orejas a un toro vazqueño de Prieto de la Cal.
Por lo demás, el festejo no dio mucho más de sí. A Esaú, el vazqueño que abrió plaza se le acabó antes de que pudiera empezar. Intentó sacar agua de un pozo seco. El sevillano castigó demasiado en varas al vazqueño y lo pagó en el último tercio. Y ante el segundo de su lote, de Hermanas Azcona, tuvo que luchar contra dos factores: el molesto viento y la invalidez del astado. Realizó un trasteo insistente frente a un toro al que le costaba pasar. El toro se echó finalmente y costó muchos sudores ponerlo en pie. El sevillano cobró una estocada que le valió una oreja, trofeo que tenía que haber rechazado, ya que no pudo hacer faena
Gómez del Pilar, por su parte, se encontró con un prieto de la cal que tuvo nobleza y dejó hacer por el derecho. Trazó varias series limpias y de mérito. Al final, se la jugó ante un toro algo orientado. Mató de una estocada delantera y desprendida, y cobró la primera oreja de la tarde. El quinto ya dobló las manos en banderillas. Mal presagio. Y lo cierto es que, como su hermano, se echó, éste al tercer muletazo. Tras ponerlo en pie, fue sacándole derechazos, de uno en uno y a media altura, en clara labor de enfermero. El madrileño continuó insistiendo sin sentido ante un toro rajado.
Lo mató de una buena estocada, que hizo pensar en un trofeo. Nada más lejos de la realidad. El puntillero acabó levantando al manso, que fue pitado en el arrastre. Gómez del Pilar sólo obtuvo el silencio del público. Como Fernández, abandonó la centenaria plaza a pie. El pamplonés, sin embargo, volvió a salir a hombros, tras un triunfo que le supo a gloria. No era para menos.