FITERO. FESTIVAL FORAL. CRÓNICA. TRIUNFOS DE SÁNCHEZ Y DE MARÍN

Sergio Sánchez y Javier Marín fueron los máximos triunfadores de la tarde. Fotografía: Mariano Pascal.

Los dos espadas cirboneros salieron a hombros tras repartirse cuatro orejas.

Ganado: Cinco erales de Antonio López Gibaja, con fuerza y cuajo, despuntados reglamentariamente. Ovacionados segundo y quinto.

Roberto Armendáriz: oreja.

Sergio Sánchez: dos orejas.

Diego Hermosilla: vuelta al ruedo.

Javier Antón: vuelta al ruedo.

Javier Marín: dos orejas.

Presidencia: A cargo de Raimundo Aguirre, asesorado por Javier Eguíluz y Gabriel Baeza, correctos.

Incidencias: Tres cuartos de entrada en tarde de temperatura agradable. El festejo estaba anunciado como “festival foral”, suponiendo la reaparición en público de Sergio Sánchez.

Ayer por la tarde, minutos antes del paseíllo, las caras de los actuantes reflejaban en el patio de cuadrillas una tensión similar al de un festejo de luces. Sergio Sánchez actuaba en público tras cinco años, compartía cartel con jóvenes de veintitantos y en los chiqueros le esperaba un cuajado eral de López Gibaja con aspecto de utrero adelantado.

Pero los toros son un espectáculo que se cuenta por cómo acaba y no por cómo empieza. El epílogo del festival dejaba a todos con una sonrisa en la boca: Sergio Sánchez, el maestro, salía a hombros junto a Javier Marín, su discípulo. Para llegar a esa escena Sergio Sánchez se había enfrentado al torico sin la ayuda del tercio de varas, pues el festejo no era picado, con los recursos que atesoran sus años de experiencia y su buena forma física. El burel, que, además de grande era bravo, hizo resoplar a Sergio hasta la tercera tanda. Una vez domeñado, el de Cintruénigo lo toreó a placer cortándole las dos orejas.

El festejo lo había abierto el rejoneador Roberto Armendáriz a lomos de Zamorino, Delirio y Polvorilla. El de Noáin destacó quebrando en banderillas y con alguna pirueta.

Desde Tudela llegaba Diego Hermosilla, dibujando carteles de toros en algunas fases de una faena que se fue al limbo por liarse a pinchar uvas. Y de Murchante, Javier Antón, que realizó una lidia de castigo a un eral con genio, que no le permitió brillar en demasía.

La traca final, vino de la mano de Javier Marín. El otro cirbonero del cartel, captó la atención del público desde la primera larga cambiada. Atesora el valor de quedarse quieto y los defectos que todo novillero con pretensiones va superando poco a poco. Con la muleta su actuación fue arrolladora, acertando en la altura y las distancias para conseguir el triunfo.

Texto: Mariano Pascal.

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