Perplejidad es la palabra que define el sentir del aficionado al conocer el fallo del jurado que decide los premios de la empresa de la plaza, de la Casa de Misericordia.
Por lo menos, sirve de consuelo observar que en los premios que concede el Club Taurino de Pamplona ha imperado la cordura.
Vayamos por partes. Hay que tener en cuenta dos aspectos del toro bravo: por un lado, su presentación; por otro, el juego ofrecido. Si la feria de 2010 se caracterizó por lo magníficamente presentadas que estuvieron todas las corridas de toros, no se puede decir lo mismo de las que se han lidiado este año. Cuatro presentaron buenas hechuras, como debe ser; concretamente, las de Cebada Gago, Miura, Dolores Aguirre y Fuente Ymbro; ésta fue la que lució mejor y más pareja presentación. Por el contrario, fueron desiguales las de Torrestrella, Victoriano del Río, El Pilar y Núñez del Cuvillo; estas tres últimas, casualmente las consideradas de figuras, no dieron la talla para anunciar en un ciclo que se enorgullece de llamarse Feria del Toro.
Respecto al juego, la que ofreció mejor en conjunto fue la premiada, la de Fuente Ymbro, que aumenta su brillante palmarés en Pamplona: siete comparecencias con algún premio en seis de ellas. Fue una buena corrida, sí, pero no de premio. Los toros resultaron nobles pero fueron muy cuidados en varas por sus justas de fuerzas; les faltó raza, chispa, para poder hablar de una corrida de toros digna de premio.
Las otras siete corridas estuvieron por debajo de la de San José del Valle, por lo que el Trofeo Feria del Toro tenía que haber sido declarado desierto. Ninguna tuvo la calidad suficiente para resultar premiada.
Y lo mismo tenía que haber sucedido con el Trofeo Carriquiri al toro más bravo. Ninguno tuvo la dimensión, la calidad o la bravura del Tramposo del año pasado. Hubo toros que pelearon con bravura que luego no tuvieron la suficiente calidad en la muleta; y viceversa, saltaron encastados que dejaron que desear el peto. El Club Taurino de Pamplona lo ha visto claro; no así la Meca, para quien dejar los premios desiertos supone reconocer el fracaso de su feria.
De los premiados, Langosta, de Aguirre, resultó encastado en la muleta de Joselillo pero en varas no se entregó en ningún momento, es decir, no cumplió. Si lo hizo, por el contrario, el otro ejemplar premiado, Cotidianero, de El Pilar, que mostró fijeza y empuje en los dos encuentros con los montados, pero que en la muleta su dulce nobleza por el pitón derecho fue enseguida a menos, y además por el izquierdo no tuvo un pase porque, simplemente no pasó.
Por tanto, produce cierta hilaridad el fallo del jurado de La Meca. Ella no es culpable del pobre juego de las corridas. Sí es responsable de que luzcan impecable presentación. Y ahí, me temo que no ha andado nada fina…