Pamplonés, mecánico de profesión, su afición al toro la desarrolló en Larraga, en la finca La Serna.
Javier Lasunción Alastuey nos dejó el pasado 26 de marzo. Tenía 57 años. Mecánico de profesión, este pamplonés, nacido el 24 de septiembre de 1954, vivía con dos pasiones: su familia y el toro bravo.
Su afición por el toro la desarrolló en Larraga, en la finca La Serna, la de los Macua, donde colaboraba activamente desde hacía 35 años. Siempre sonriente, afable, disciplinado, sabía levantar el ánimo de los demás y, por eso, por su carácter, era imposible no quererle, incluso admirarle.
A principios de este mes, en Calahorra, cuando los demás se habían ido a almorzar, preferiste quedarte conmigo para ayudarme con el ganado, pese a esa pertinaz lluvia que nos dejó calados. Calados de amistad. Te insistí: “vete a almorzar con los demás”. Pero no hubo manera. Como siempre, preferiste ayudarme, por tu forma de ser, servicial, continuamente dispuesto a echar una mano, y por tu afición.
Conocías muy bien tu oficio de vaquero, moviendo el ganado, apartándolo, echando vacas en los pueblos festivos. Por ello, como vaquero fuiste igual de grande que como persona. Nadie lo puede negar.
A todos, a Jesús, a Calandria, a Juanito, a Alejandro, a Saturnino, a todos, nos va a costar muchísimo admitir tu ausencia, porque nunca vas a dejar de estar entre nosotros. A partir de ahora, nos sentiremos más protegidos en los encierros y capeas de los pueblos de nuestra querida Navarra, porque sabemos que allá, en esos cielos taurinos, estarás siempre al quite con tu capote. Hasta siempre, amigo. Descansa en paz.