Naural de El Cid en Sevilla al quinto de Fuente Ymbro, al que le cortó una oreja. Fotografía: Arjona.
Aunque hubo algún toro con cierta calidad, el encierro de Gallardo estuvo vacío de fondo, con toros que no duraron apenas nada.
La corrida de Fuente Ymbro que se lidió ayer en Pamplona defraudó sin paliativos. En conjunto, los toros tuvieron buenas hechuras pero carecieron de fondo. No se pareció a esa esencia de bravura y transmisión que se vio en Madrid. Más bien fue la antítesis de la gran novillada de Las Ventas.
El primero se vino abajo en la muleta; perdió varias veces las manos y no ofreció posibilidad alguna de triunfo. El cuarto resultó deslucido; no transmitió y se desentendió de los engaños. Urdiales, con este lote, no tuvo opciones; su resultado: silencio tras aviso y silencio.
Al segundo le faltó recorrido y entrega en esos primeros lances; en la muleta, el toro fue cambiante en su embestida; acabó rajándose, buscó las tablas, se desentendió del engaño y se paró. El quinto fue el de más transmisión del encierro y Manuel Jesús “El Cid” la aprovechó, sobre todo por el pitón izquierdo. Su resultado: silencio y oreja.
De preciosas hechuras y serio fue el tercero, que se estrelló contra el burladero del 4 y eso le pasó factura, quedando mermado para el tercio de varas, en el que perdió las manos, a pesar de que embistió con mucha entrega y buena condición. Sin embargo, fue devuelto a los corrales. El tercero bis, sobrero del mismo hierro, blandeó de remos en varas, siguió blandeando después hasta desplomarse ante la decepción del público. Joselito Adame, muy templado, le sacó hasta el último muletazo hasta que el toro se rajó y lo mató de una gran estocada. Y lo mismo sucedió con el sexto, que se rajó demasiado pronto. El resultado del diestro mexicano: oreja y palmas.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX